La economía mundial dobló las rodillas ante la profunda crisis del coronavirus. Los Estados Unidos ven desplomarse su bolsa económica, y cada día pisan más tierra movediza sin saber hacia dónde van.
Nueva York, considerada la capital del mundo, es estremecida por el cierre de los comercios, una economía congelada y el avance indetenible del coronavirus, mientras los empresarios claman por abrir las puertas de sus negocios.
En California se cae el petróleo y la considerada economía más sólida de los Estados Unidos se tambalea. La primera potencia del mundo entra en terreno de recomposición, mientras la crisis se agudiza en un año electoral.
En Europa las grandes naciones luchan ahora mismo por la sobrevivencia, y solo en esquema de los más optimistas, se habla de reactivación económica. Putin, en Rusia, acusa los estragos del coronavirus, mientras que China ve paralizado su avance hacia la gran potencia del futuro.
Del coronavirus surgirá un nuevo esquema económico mundial. El que domine el capital, será la primera potencia. Esta es una guerra económica sin cuartel, mientras se trata de controlar el coronavirus y reducir el número de víctimas.
En la segunda guerra mundial, los alemanes fueron derrotados, pero el gran triunfo fue para los Estados Unidos. Lideró el Día D, y lanzó el Plan Marshall que le permitió salvar los restos de la gran depresión, reconstruir Europa y levantarse como la primera potencia del mundo.
Ahora está agonizando el viejo esquema económico. La caída de los grandes capitales y la desaparición de las sólidas bolsas financieras, señala que ese viejo orden económico ya fracasó. No pudo pasar la primera gran crisis mundial luego de la segunda gran guerra,
Mientras los grandes capitales auditan las pérdidas y buscan reorganizarse, el empleado, el proletario, el obrero de cuello blanco, no sabe hacia dónde va. Con la tarea de reingeniería de los grandes consorcios, la mayoría de sus asalariados de hoy, quedaran cesantes.
Para ser realistas si el panorama mundial es escalofriante, ya se pueden imaginar lo incierto que es para los dominicanos. Con más de 700 mil cesanteados, y la casi totalidad de la industria y el comercio cerrado, esto no luce esperanzador.
La gran industria dominicana tendrá que volver sobre la marcha en cualquier momento, aún y no se esté totalmente recuperado del coronavirus. La carga social hace imposible mantener locales cerrados y brazos cruzados. La muerte ronda por hambre o por los efectos del coronavirus.
El turismo, considerada la primera industria nacional, aunque sin chimenea, tendrá un duro batallar para recuperarse. No solo es un efecto local, sino de resaca mundial. Los turistas europeos y norteamericanos golpeados por el coronavirus, se tomaran un largo tiempo de reflexión antes de salir de sus países.
Calma y disciplina necesitan los dominicanos para hacer frente a este momento estelar de su historia. Para luchar, no necesitamos armas de guerra, sino quedarnos en casa. Lo principal es sobrevivir, y después vamos a la recomposición nacional. Si nos quedamos a mitad de camino, nada tendrá importancia. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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