Reflexiones en el cambio #65
El tema obligado del mundo, y claro está de nuestra nación son los especulativos aumentos de precios de todos los llamados «commodities» (también de los artículos o alimentos que se producen con ellos),que traducido a nuestro idioma son las materias primas o bienes primarios de tipo genérico de todo bien que tiene valor o utilidad, los hay de varios tipos, agrícolas (tales como: la soya, trigo, maíz, avena, arroz, cebada, café, azúcar, cacao y legumbres) de carnes (como ganado bovino y porcino vivo, manteca y leche) también de energía ( petróleo, fuel oíl, gas natural, nafta y etanol) de metales ( oro, plata, cobre , platino, aluminio, paladio) y los hay financieros ( bonos o divisas), todos están causando un nuevo ciclo de aumentos, el segundo de la historia del capitalismo en el siglo XXI.
El primer ciclo se produjo entre los años 2001 al 2008, (producto de una crisis alimentaria mundial, el aumento del petróleo por la invasión a Irak, la crisis de la burbuja hipotecaria que produjo una desconfianza en los mercados creando una gran recesión), donde el precio de todas las materias primas aumentó sistemáticamente sin excepción, ya vemos que en este año 2021, se está produciendo la misma escalada alcista, pero con mucho mayor impacto que el primero y son varias las razones que la están ocasionando: a) la reaparición a gran escala de la demanda China en el mercado mundial, y b) la inyección extraordinaria realizada en forma combinada por la Reserva Federal de los EE.UU y el Banco Central Europeo más de 18 mil millones de dólares y euros con tasa cero que se volcaron en plenitud a la economía real y forzaron un aumento de los commodities en el mercado mundial.
Es importante sumarles a las ya mencionadas razones un aumento de los costos de logística y del transporte de los mismos (marítimos y terrestres), sin embargo no se puede negar también que la pandemia del COVID-19, produjo grandes problemas en la producción agrícola , creando interrupciones en la cadena de suministros lo que ha contribuido al alza. Hay que considerar también que la obligada y larga permanencia en nuestras casas por los acostumbrados toques de queda ha aumentado la demanda familiar, por lo que, se está cocinando mayoritariamente en los hogares.
Estos aumentos de precios en nuestro país son muchísimos mayores por el nivel de beneficio exagerado que siempre desean ganar los intermediarios, y a los que establece en su informe sobre la situación alimentaria la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) que reconoce que ha habido un aumento sostenido de precios en las materias primas agrícolas en los últimos 12 meses.
Expresa la FAO, en su informe que existen también otras inequitativas razones que están creando el aumento especulativo de los commodities agrícolas que son:
El control oligopólicos que tienen pocas empresas que controlan el mercado mundial y que imponen el precio, independientemente al costo real de producción de los mismos.
La especulación que han creado los grandes inversores de las bolsas de mercancías agrícolas, que compran por adelantado las cosechas y que han convertido los alimentos en meros papeles de negocios. Las cosechas futuras de los diferentes rubros agrícolas tienen dueños, como títulos de ventas.
La especulación financiera ha hecho que bancos prefieran invertir sus capitales volátiles en mercancías agrícolas.
Los aumentos de los combustibles inciden en los costos de producción y distribución, igualmente influye la transformación de millones de toneladas de cereales en proteína animal, lo que ha aumentado el precio de las carnes y también ha escaseado los cereales para el consumo humano, hemos de reconocer que las regulaciones de mercados de la OMC (Organización Mundial del Comercio) ha auspiciado la privatización de la comercialización en unos pocos, cosa que ha influido en dichos aumentos porque esos procedimientos burocráticos neoliberales lo único que hacen es favorecer los oligopolios de las grandes empresas que también tienen el control de las semillas y los insumos agrícolas.
La corrida de los grandes capitalistas para apoderarse de los recursos naturales (tierra, agua, reservas de madera, etc.).
Las cadenas de intermediación que ganan excesivamente y que se aprovechan de los productores y son estos, lo que al final determinan el precio final al que llegan a los consumidores.
En República Dominicana, existen otros adicionales factores que hacen que esos aumentos sean aún mucho más desproporciónales a los que se están llevando a cabo a nivel internacional, entre estos:
Los empresarios locales están acostumbrados a ganancias excesivas y no se conforman con un 10 o un 15% de beneficio, aquí hay productos que les ganan hasta más de un 100% de utilidades, constituyendo un abuso incalificable ante una población indefensa, con lo cual no muestran empatía ni compromiso social con la población.
Los supermercados son los grandes ganadores de esta crisis, porque están monopolizando la comercialización tanto de manera física como «On Line», la pandemia ha hecho que desaparezcan o disminuyan otros canales de ventas, esto ha sido por la incertidumbre y el miedo; los consumidores no quieren correr el riesgo de comprar en varios negocios pequeños y prefieren adquirirlo todo en un solo lugar, rehuyendo a las aglomeraciones de personas evitan «el callejeo» pero con esto adquieren los artículos a mayor precio, por eso estos han vuelto a ser llamados «LA CASA DEL TERROR».
Siendo sinceros, no podemos achacarles de manera alguna culpa de los aumentos de precios al Gobierno del Cambio, porque la mayoría de estos productos son importados, distribuidos y colocados a la venta por el abusivo sector privado.
Pero no solo son los alimentos los que han subido de precios, es todo, porque lo que está pasando con los materiales de construcción es el más incalificable y arbitrario exceso, donde existen artículos que han aumentado hasta un 180%, de su precio, al decir de ACOPROVI (Asociación de Constructores y Promotores de Viviendas), lo que mantiene dicho sector en una crisis sin precedentes que necesita de manera obligada del auxilio gubernamental de inmediato.
Si bien es cierto, que el gobierno no es causante de dichos aumentos, no menos cierto es que es el responsable de tomar las medidas excepcionales de acuerdo a la crisis en que vivimos hoy en medio de esta pandemia del COVID-19, que requiere de acciones contundentes para proteger sobre todo a los más vulnerables, que son las víctimas de esta escalada de precios: la ahogada clase media y la oprimida clase baja, que sin una intervención rápida del Gobierno las estaríamos dejando en manos de la rapacidad de un empresariado especulador e inhumano que solo piensan en sus inmensas fortunas que han probado que poco les importa el pueblo dominicano.
El presidente Abinader, tiene que actuar sin miramientos, sin pensar que en la clase alta tenga amigos, porque los ciudadanos lo eligieron para gobernar para las mayorías, y aunque tenga que afectar temporalmente los intereses de la oligarquía, está obligado a tomar medidas drásticas porque de no hacerlo, y a tiempo la pandemia no solo será el COVID, sino la del hambre que llegará a los estómagos de los que menos tienen.
En ese sentido me permito sugerirles algunas acciones para tomar la dirección y control de los asuntos estratégicos del Estado, como son la alimentación, salud, educación y servicios que son áreas donde los gobiernos no deben nunca ceder el control real de los mismos a fines de que prevalezca siempre el interés Institucional de nación por encima de particulares conveniencias, y mucho menos para engrosar aún más, las arcas de los ricos.
El Gobierno debe tomar control absoluto de todas las cuotas de importación de los commodities agrícolas, hoy en manos del sector privado (arroz, trigo, maíz, leche en polvo, leguminosas, etc.), para garantizar que estos se vendan con un aceptable % fijo de beneficio previamente establecido, quitando la discrecionalidad empresarial a asignar el porcentaje de utilidades a obtener por la venta de los mismos; debe hacer responsable de dicho programa, a una comisión encabezada por el Ministerio de Agricultura, dejando claro que el que venda por encima del precio acordado se les impondrán ejemplares sanciones.
Este problema, con los aumentos de las materias primas puede durar años, por lo cual se hace imprescindible sembrar todo el país para garantizar seguridad y soberanía alimentaria, por lo que hay que reducir temporalmente el inmenso presupuesto de educación y transferirles lo rebajado a instituciones como Agricultura, Banco Agrícola, IAD y el FEDA, aquí ya se han construido aulas suficientes por un buen tiempo, y tenemos que estar muy claro que «comer es primero».
Hay que lanzar el INESPRE para las calles, para en las zonas vulnerables definidas en el mapa de pobreza llevar los mercados populares con productos de la canasta básica a los cuales el gobierno no tiene que subsidiar de manera directa, sólo vender al mismo precio, que al por mayor lo adquiera a través de importaciones o por medio de compras locales a productores para lo cual tiene que utilizar al BANRESERVAS, para que vía factoring garantizarles pagar sus facturas de forma segura y rápida a los suplidores.
Como ya lo expresé en un artículo anterior, hay que ampliar la cantidad y variedad de medicamentos que expenden las Farmacias del Pueblo de Promese/Cal, para que los que no puedan adquirirlos en las boticas del sector privado lo compren a precios asequibles en las del Estado.
La población está «con el grito al cielo», por tan desproporcionado aumento del costo de la vida, la clase media está desesperada porque ya no sabe cómo alargar el peso y la clase popular ya no sabe que comer, ni cuando hacerlo.
Entendemos que hay que reactivar de nuevo la Dirección de Control de Precios, porque cerrarla fue uno de los principales desatinos de la administración Peledeísta, que cuando lo hizo nos puso en manos de la improcedente ley de la supuesta oferta y demanda, que no fue más que ponernos en las manos de la especulación y el agiotismo comercial.
Si los supermercados son hoy las «las casas del terror» los colmados son las «sucursales del infierno» porque venden al precio que les da la gana, y peor aún, porque los productos tienen variación de precios según el sector donde estén ubicados los mismos, porque los que se encuentran donde vive la clase media se le hacen desmesurados y permanentes aumentos de precios a dichos alimentos, sin que ninguna autoridad le ponga control a tan criminal abuso.
Estamos en COVID, el mundo cambió y vivimos tiempos de medidas excepcionales, apuesto que el presidente Abinader, tiene los suficientemente bien puestos los pantalones para salir a defender el pueblo que lo eligió, es momento para saber a quién él se debe, si a la oligarquía aprovechadora o a los ciudadanos que depositaron su confianza en el Gobierno del Cambio.
Quien esto escribe, cree que él le responderá a la ciudadanía, porque sus buenas intenciones ya han sido claramente demostradas, es momento de ponerle coto a la intermediación abusiva que juega con los estómagos de la mayoría de la población, asumir vigilancia de toda la cadena de distribución, a los importadores, a los lobbistas intermediarios, a los supermercados, a los almacenes y colmados, porque nadie puede aprovecharse de tan difícil coyuntura en que nos toca vivir, todos ellos están obligados a mostrar empatía social, ellos son parte de la sociedad y deben mostrar solidaridad y compresión en estos momentos difíciles, exhibiendo conductas socialmente responsables, porque en tiempo de restricciones, realizar acaparamientos desmedidos de algunos productos, dejan sin disponibilidad a otros que también lo necesitan en situaciones como en la que estamos. El criterio no debe ser «vender mucho» sino, «vender bien,» para así lograr tener una clientela fidelizada y agradecida, porque esa búsqueda incesante de riqueza exprimiendo al pueblo pobre, lo único que hace es demostrar que su ambición de acumular más dinero no tiene límites.
Esperamos que se siga aplanando la curva de infección, y que la vacunación logre controlar por fin a tan mortal virus, y aguardar que no se construya una peligrosa combinación de codicia de unos pocos empresarios y la negligencia o inacción oficial que reproduzca contagiosamente una perniciosa epidemia en nuestro barrios «la pandemia del hambre».
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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