El historiador e investigador azerbaiyano Zecharia Sitchin escribió un libro en el que promulgó traducciones relacionadas con Enki, “El Planeta 12”, en donde afirma que los antiguos sumerios creyeron que los Anunnaki provenían de un planeta mítico llamado Nibiru. Se pasó 30 años indagando sobre este caso.
¿Qué son los Anunnaki?
Antes del gran panteón de los antiguos dioses griegos y egipcios, estaban los antiguos dioses mesopotámicos, habitantes del Medio Oriente en los actuales lugares que ocupan Irak e Irán, y en algunos textos de estas civilizaciones se mencionan a los Anunnaki, también llamados Anunaki, Anunna o Ananaki.
Esos seres sirvieron como los principales dioses de los antiguos sumerios, así como para los acadios, asirios y babilonios, pero las descripciones sobre cuántos eran y qué papel jugaban suelen ser contradictorias.
Eran los más poderosos del panteón y descendientes de las deidades supremas: An y Ki, dios de los cielos y la diosa de la Tierra, respectivamente. Su misión: decretar los destinos de toda la humanidad, que en un lenguaje claro significaba esclavizarla (es lo que creo).
Los mitos de la creación babilónica cuentan que había 300 Anunnaki asignados para proteger el cielo y otros 300 para proteger el inframundo.
Justo en ese contexto es que Zecharia Sitchin se involucra en averiguar los misterios de esa civilización, que usaba un método para lograr la inmortalidad de los humanos a través de la ingesta de un néctar. Este método se denomina ambrosía.
Nibiru, según Sitchin, tiene una órbita alargada de 3,600 años. Cuando Nibiru estuvo cerca de la Tierra en un momento lejano, los Anunnaki decidieron acercarse al planeta hace unos 450,000 años, aterrizando en el territorio de Sumeria. Su objetivo: necesitaban oro para reparar la atmósfera de su planeta, pero al no poder extraerlo por ellos mismos, crearon una raza de seres llamados humanos para que hicieran el trabajo por ellos.
Naturalmente, esa versión contradice a la Biblia, las teorías de la creación universal mediante una explosión (el Big Bang) y la teoría de la evolución humana sustentada por el científico británico Charles Dawin, la cual revolucionó el conocimiento del hombre y plantó el germen de la nueva ciencia del siglo XX.
La teoría del Big Bang es el momento que dio origen al universo en el que vivimos, según algunos científicos y astrofísicos. Sin el Big Bang, no existirían las galaxias, las estrellas y tampoco los átomos que nos componen.
El libro de Sitchin vendió millones de copias y junto con sus predecesores creyó que los Anunnaki, como dioses míticos desde el cielo, eran extraterrestres.
Los humanos, por lo tanto, fueron obligados a servir a los alienígenas que necesitaban la riqueza mineral de la Tierra para sostener su civilización.
Los principales académicos e historiadores rechazan rotundamente las nociones de Sitchin y sus colegas. Las antiguas historias babilónicas son solo eso: historias escritas por pueblos antiguos que trataban de explicar su mundo de una manera que tenía sentido para ellos.
La ciencia moderna y el conocimiento humano colectivo han avanzado desde entonces para explicar las inundaciones, la astronomía, los animales y una serie de otros conceptos que, en algún momento, se consideraron obras de dioses sobrenaturales.
Los antiguos babilonios eran más avanzados de lo que se creía históricamente. Una tableta de arcilla traducida en el 2015 muestra que los astrónomos hicieron cálculos matemáticos extremadamente precisos para la órbita de Júpiter 1400 años antes de que lo hicieran los europeos. Los babilonios también habrían creado la trigonometría 1,000 años antes que los antiguos griegos.
Nadie sabe qué pensaban los antiguos sumerios cuando escribieron sobre los Anunnaki. Los historiadores cuestionan a los teóricos alienígenas y éstos a su vez creen que no hay manera de que las civilizaciones humanas antiguas puedan haber conocido las matemáticas complejas sin la ayuda de seres más avanzados.
¿Qué fue la ambrosía y por qué se buscaba la inmortalidad con ella?
Algunos historiadores sostienen los Anunnaki usaban un sistema para prolongar la vida de los humanos y así convertirlos en inmortales, una hipótesis que se considera un mito. Era la ambrosía, que estaba reservada para uso exclusivo de los dioses quienes a cualquier hora la comían, la bebían, la utilizaban como medicamento, como perfume o como desodorante. Gracias a ella, eran inmortales debido a que limpiaba de contaminación la carne.
Los textos antiguos dicen que esa sustancia podía ser tanto sólida, como líquida, a esta última se le llamaba néctar, y parece ser que era nueve veces más dulce que la miel.
Los teóricos antiguos y modernos no se ponen de acuerdo sobre su origen, unos dicen que era miel, y basan su teoría en que curaba gracias a sus propiedades antisépticas, existía una bebida llamada hidromiel, vino hecho con miel fermentada, y además las diosas griegas Mérope y Melisa eran representadas en algunas ocasiones con cara de abeja.
Otros afirman que la ambrosía era jugo extraído de la seta alucinógena «amanita muscaria», esto desde luego explicaría muchas cosas sobre la prolongada existencia y la historia de los dioses.
Más tarde, se le han dado el nombre de ambrosía a distintas preparaciones.
Un ejemplo puede ser un licor aperitivo llamado ambrosía y del cual se conoce la receta gracias al Larousse ménager (diccionario ilustrado de la vida doméstica), la cual consistía en guardar durante un mes, en 10 litros de aguardiente viejo, 80 gramos de cilantro, 20 gramos de clavo y 20 gramos de anís verde. Se decanta, se filtra y después, se le añaden 5 litros de vino blanco y, por último, un almíbar hecho con 5 kilos de azúcar en 6 litros de agua.
También se le conocía como una planta herbácea que crece en los países mediterráneos y en América, cuya infusión, denominada té de México, tiene un sabor agradablemente amargo y fuerte.
En la antigua mitología griega, la ambrosía era a veces la comida o la bebida de los dioses griegos, a menudo descrito como el otorgamiento de la inmortalidad eterna a quien lo consume. Se señaló a los dioses del Olimpo por las palomas, por lo que puede especularse o pensado en la tradición homérica como una especie de exhalación divina de la Tierra
Wilhelm Heinrich Roscher, filósofo alemán, creía que tanto el néctar y ambrosía eran tipos de miel, en cuyo caso su poder de conferir la inmortalidad sería debido a la supuesta curación y la limpieza de los poderes de la miel, que es, de hecho, antiséptico, y porque fermentada o hidromiel sustituyó al vino como enteógeno en el mundo egeo, en algunos sellos minoicos (civilización minoica o cretense), diosas estaban representados con las caras de las abejas.
Ya lo saben, incorporen la miel de abeja a su arsenal alimenticio para que prolonguen los años de vida. Hace años que la estoy consumiendo. Tal vez es la razón de que hoy yo tenga siete décadas de existencia.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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