La virulenta proclama del expresidente Danilo Medina a sus parciales en la que llama a aplicar acciones violentas el día de las elecciones presidenciales y legislativas ha cosechado suficiente rechazo de quienes quieren vivir en paz y disfrutar la democracia, como es el caso de la mayoría de los dominicanos.
El azuzamiento a las turbas ha tenido varias interpretaciones, la más obvia de ellas es que se trata de un grito desesperado ante la evidencia de los resultados que se esperan para los comicios del 19 de este mes. El tránsito de febrero a mayo ha resultado largo, sobre todo para quienes no saben aceptar la derrota.
El grito de DM, unido a otros emitidos por los dirigentes Rubén Maldonado y Jaime David Fernández, parece una línea de infundir temor a los votantes para que no acudan a ejercer su derecho al sufragio. Se traduce en un atentado contra las elecciones y contra la democracia misma. La JCE sabrá qué hacer.
Pensando en este asunto, he salido de las apreciaciones políticas de corte electoral e inmediatas y he descubierto una imprecisión en el Diccionario de la lengua española en la acepción de la palabra estadista. No tanto por la definición, sino por los sinónimos que le atribuye: político, gobernante, dirigente. De ser así, cualquiera es un estadista.
Un estadista no solo sabe de Estado, sino que su visión y sus actitudes lo hacen merecedor del pleno respeto de la ciudadanía. Un hombre que ha gobernado durante 20 años (doce como ministro y ocho como presidente) pudiera aproximarse a la condición de estadista, tomando en cuenta su experiencia. Pero Medina…
En un artículo publicado en “elcolombiano.com”, el escritor Luis Fernando Álvarez, expresa: “El discurso del estadista es simple, seguro y concreto. Es una guía para el porvenir del grupo social. El discurso del administrador político suele ser muy elocuente, desafiante, altanero, si se quiere algo anárquico, inmediatista, desgarrador”.
La República Dominicana vive una paz política que es ejemplo del continente. Así lo reconocen organismos internacionales. El enchinche de Medina procura estropear esa armonía, solo por el mezquino interés de desacreditar las elecciones y restar mérito a la victoria que los indicadores atribuyen al presidente Abinader.
La furiosa incitación del exmandatario perjudica hasta a su partido (morado), el cual se disputa el segundo puesto con el otro PLD, el verde. Quizá Danilo Medina -conjeturo- no quiera que Abel Martínez alcance la posición del líder de la oposición y se afiance como el candidato del PLD en 2028. Hay políticos -no estadistas- así.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).