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La hora de la fiesta

Máximo Caminero por Máximo Caminero
14 de mayo de 2020
en Opiniones
Tiempo de lectura: 2 minutos de lectura
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Cuando los conquistadores Españoles se arrimaron a la orilla antillana por primera vez, hurgaron, seguramente, en aquellos “indios” señales de la peste negra. A la vez, pensarían estos inocentes nativos, ¿serán estos hombres o dioses?.

La historia nos cuenta que, efectivamente, las enfermedades traídas por los conquistadores y contraídas por los inocentes “indios” diezmaron en gran medida a casi toda su población.

Seis años duro la peste bubónica o negra (1347-1353) en Europa, suficiente tiempo para crear en la psiquis de los europeos un trauma que cargarían por muchísimos años. En 1492, año del descubrimiento, las historias contadas por los abuelos de los descubridores todavía estaban latentes.

Los famosos pueblos blancos esparcidos por todo el continente europeo, guardan secretos más funestos que la belleza que le atribuimos ya que son en verdad consecuencias de la cal con la que se solían pintar las casas para evitar que la plaga entrase a estas.

Dicho todo esto, es menester recordar que la naturaleza se impone siempre, por lo que aquellos 39 marineros dejados por Colon en ese primer asentamiento llamado, fuerte de la navidad, se enfrascaron en enamorar a las indias sin importarles si estaban enfermas o sanas…

Cuando Colon regreso, casi un año después, no encontró a ninguno vivo, no a consecuencia de alguna epidemia de los indios sino por los celos que estos abrigaron, lo cual es muy natural que también mate.

No sé cuántos años nos tomará retomar el baile con desconocidos, o si llegaremos a ser aquellos abuelitos desconfiados que les inculcaremos a las futuras generaciones del “peligro” de mezclarse con extraños. De lo que si estoy seguro es que la hora de la fiesta no la para nadie porque es nuestra naturaleza.

Seguiremos enamorándonos y volveremos a tocarnos y a rozarnos porque estamos diseñados para el amor. Venceremos todos los miedos y la memoria se tornará difusa en algún punto. Los ojos sentirán el fuego y mi boca tocara la tuya así terminemos en el infierno.

Cuando abramos las puertas, caminaremos en silencio. Poco a poco aceleraremos el paso y cuando estemos corriendo te buscare desesperado, eufórico, entre la multitud y al verte te gritare implorándote que me contamines.

Si alguien está pensando que el mundo va a cambiar se equivoca. No lo hizo en el 1492 ni lo hará en el 2020. Ni siquiera hace cien años con la gripe española, 1918-1919.

Estamos diseñados para resistir, tolerar y olvidar.

La naturaleza intrínseca en nosotros es compartir.

Podremos llegar a límites de destrucción, pero siempre volveremos a construir. Es imposible que vivamos como extraños. Siempre vamos a confiar en el otro porque es la única forma que garantizamos nuestra subsistencia como especie.

Las epidemias traídas por los españoles y los demás europeos que los precedieron, no nos hicieron pintar de blanco nuestras casas ni consiguieron exterminar a los mal llamados indios en américa.

A través de los siglos hemos prevalecido y continuado con el baile. Caeremos muchos, sin duda, pero estén seguros que nada puede detener la hora de la fiesta! Así solo quedemos dos… es nuestra naturaleza. ¡Salud!. Mínimo Caminero.

(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).

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