Ese «instinto» que nos saca al animal que llevamos.
Por si usted no se había dado cuenta, usted es un animal tan similar al resto de seres «distintos» del planeta, que lo único que lo hace «resaltar» es su capacidad de «razonar» para mejorar su entorno y condiciones de vida.
Por lo demás, está constituido de las mismas materias y elementos motrices de todos los animales conocidos y por conocer…
Aunque no todos los animales gozamos de los mismos instintos y habilidades, somos, sin competencia alguna, los únicos que hemos logrado desarrollar el intelecto.
Se me haría muy difícil entablar una conversación con una jirafa, o sostener una «civilizada» reunión con un león, o compartir una cena con una mosca. Ni hablar de ballenas o focas, mosquitos, cucarachas y demás «faunos» del mundo. ¿O sí?
Podría sentarme a compartir la mesa con un ruso o coreano o cualquier «otro» hombre o mujer de la tierra, aunque no nos entendamos vocalmente, pero a través de gestos mantener «cierta» ecuanimidad…
Podría haber malos entendidos y que esto provocara una pelea y hasta que me matara del enojo, pero, estas «disputas» son hasta cierto punto «aceptables» y se resuelven indemnizando a los deudos…
El problema es cuando «estas disputas» cruzan las fronteras convirtiéndose en «eventos masivos» que arrastran hasta el que no tuvo que ver con «los argumentos» que dieron pie… a la guerra.
Las razones que originan estos «desmadres colectivos» se cuentan por docenas, desde las más «románticas», el caso de Helena de Troya, hasta las más «insólitas», el robo de un dinosaurio por «una tribu extraña» dando comienzo a una guerra de palos y piedras…
Decía Aristóteles, que la guerra, es «un caso de violencia justificada»… la cual trae «correcciones y castigos… justos».
Sin embargo, Platón, afirmaba que: «La discordia, en el interior de uno y otro, es el mayor de los males».
¿Son evitables las guerras?. Cuando un inconsciente colectivo se da a la tarea de odiar a otro pueblo, surge «el sentido de pertenencia» y desata la barbarie, en la casa, el barrio, la ciudad, el país, la frontera…
La guerra surge de forma individual o colectiva. ¿Son necesarias? ¿Contribuyen a un bienestar?. La mortalidad nos ha enseñado, las atrocidades y desmadres de las mismas. Solo los que han tenido, «la oportunidad» de vivirlas, se oponen firmemente a ellas.
El entusiasmo inicial, azuzado por cualquier «demagogo», que inyecta ínfulas de nacionalismo u ofensas que «tientan» contra «la dignidad» de todos, se va apagando a medida que se muestran las matanzas y abusos cometidos en «pro» de la causa.
Los nuevos armamentos, manejados como «videojuegos», no permiten ver la infamia que comete el que aprieta el botón. No alcanza a ver el dolor ni los destrozos ocasionados.
La elaboración de armas masivas de destrucción, son de los últimos recursos, que este animal humano, ha logrado construir para «disuadir» al rival a abstenerse siquiera de pensarlo.
Con lo de Gaza y Ucrania, el mundo ha demostrado que las naciones unidas, no tienen el control de detener los desmanes ni el odio o «una venganza» insaciable de hacer pagar por diez, los desatinos cometidos por el enemigo.
No hay «una norma» efectiva y equitativa ante un mundo suelto y lleno de irracionales gobernantes. Matar es la consigna, borrar al enemigo el fin.
Un extraterrestre, quedaría espantado de ver, que mientras una parte del mundo se despedaza, el otro sigue relajado en sus camas, sin que el olor a sangre llegue a sus narices.
Acaben de soltar las bombas y terminemos esta mentira de planeta. Volvamos a las cavernas y continuemos como el resto de animales, sobreviviendo día a día, con lo que nos satisfaga sin acumular nada.
Quizás, desde esa cueva, extrañaremos la luz y la televisión y esa cómoda cama y hasta «extrañaremos» al vecino que tanto nos jodió.
Tal vez reflexionemos de una vez y por todas, que el mundo no tiene fronteras, ni credos, ni motivos para dividirse. Que todo ello surge de la mente humana y entonces «reconozca» lo absurdo que es por pelearse de sus abstractas creaciones. ¡Salud!. Mínimo Guerrero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).