Redacción (Telesur).- No es fácil ser guarachero. No todo cantante lo es.
La guaracha, género cubano surgido al calor de la trova tradicional o madre, y del son montuno, conserva aún hoy la influencia histórica de lo que fue el teatro bufo español. Y si hay elementos musicales que le dan su perfil melódico y rítmico, es la esencia de lo cantado lo principal en ella.
La guaracha no es intimista. Es crónica, es colectiva, es social, sirve para reír y para pasar de boca en boca la cotidianidad del pueblo o el entorno involucrado.
Hay grandes cultores de la guaracha en todo el Caribe. El considerado más grande de todos fue el nacido en Santiago de Cuba, Antonio Fernández, Ñico Saquito, y qué cosas, vivió largos años en Maracaibo, Venezuela, la cuna de José “Cheo” García, el guarachero zuliano.
Imposible no pensar que el cantante marabino no haya sentido la sabrosura y la picaresca del autoexiliado cubano, quien hizo guarachar a todo Maracaibo mientras recolectaba fondos económicos para ayudar a los Rebeldes de la Sierra Maestra, en su Cuba natal.
Cheo García
José Cheo García, el más grande guarachero venezolano, es nombre insoslayable a la hora de hablar de la música bailable en Venezuela. Pasó inadvertido para muchos a quienes tenía que haberles llamado la atención. No militó en el campo de la Salsa, pero Cheo García, en una de las más importantes nutrientes de este movimiento dejó un estilo sembrado, una forma de interpretar con mucha sabrosura y con la alegría de la guaracha en su voz y su sonrisa.
Cheo García fue un excelente guarachero que en su época conoció y asimiló los ingredientes que impulsarían sus anhelos musicales. Y estos ingredientes no hubiesen servido si Cheo no hubiese contado con las excepcionales condiciones que tuvo desde pequeño para acometer el canto o el coro y para dar la picardía en grado sumo a lo que interpretaba.
Nació en la ciudad de Maracaibo, en el estado Zulia, Venezuela, el 1ro de mayo de 1926. El año del nacimiento de la radio en Venezuela.
De extracción netamente popular, contó con la ventaja adicional en su infancia de estar en Maracaibo, donde todo se hace llevadero.
Su voz tuvo que haber llamado poderosamente la atención no solo de su familia, porque a los nueve años ya Cheo estaba tomando clases de música y a los diez estaba convertido en el flamante Primer Tenor de la Compañía “Estampas Líricas en Miniatura”, de la que bien pudiéramos pensar que es un buen antecedente de las orquestas de niños al estilo “Salserín”.
Con las “Estampas Líricas en Miniatura” viajó, con esos diez años jojotos, tempranos, a Bogotá, donde tuvo éxito con su voz haciendo un repertorio lírico ligero. Al regreso a Maracaibo, Cheo salió de ese ámbito para atravesar la adolescencia y la juventud integrándose a varias orquestas bailables, como una que era dirigida por el peruano Enrique Manzanos. Conviene acotar que Maracaibo siempre tuvo un ambiente musical muy particular con numerosas estaciones radiales y también televisión propia.
Hacia Caracas
En 1952, con 26 años, Cheo ya se había apoderado del sitial preferencial de “Garrido y sus solistas”… y tomado la decisión de ir a Caracas, a ver qué pasaba con su futuro.
Eran 27 los años que tenía José “Cheo” García cuando llegó a Caracas. Consideraba sólida su formación en las orquestas bailables de su tierra y, bueno, ese estilo innato que tenía de decir el repertorio que escogía llamaba la atención. Además, había visto a muchas agrupaciones internacionales y se había fijado en cómo hacerlo cada vez mejor. Así, con 100 bolívares en el bolsillo y muchas ganas de “echarle pichón” se fue a Radio Difusora Venezuela, emisora que para esos momentos gozaba de una alta sintonía en la capital venezolana. Allí conoció a Jesús “Chucho” Sanoja, un tremendo músico y director de orquesta, prácticamente adelantado a su tiempo en eso de los arreglos.
Chucho Sanoja, sí señor, lo contrató para que formara parte vocal del grupo de la emisora, y Cheo, encantado, estuvo allí dos años, al cabo de los cuales regresó a Maracaibo.
Aunque muchos dicen que a su regreso a Caracas se integraría en 1956 a la orquesta de Juanito Arteta, Cheo García salió de Maracaibo hacia Caracas ya como parte de esta agrupación. Juanito Arteta, “La trompeta de Oro de América”, vivió un buen tiempo en Maracaibo y no es de extrañar que ambos músicos se conocieran en el Zulia e iniciaran juntos la nueva aventura caraqueña.
Como quiera que sea, lo cierto es que Cheo estaba en Caracas nuevamente en 1956 como vocalista de Arteta. Billo Frómeta triunfaba por todo lo alto sin saber que, al año siguiente, un juicio por supuesto adulterio echaría por la borda muchos de sus proyectos, y Aldemaro Romero hacía de las suyas. Paralelamente el país era visitado por verdaderas luminarias como Daniel Santos, Lucho Gatica, la Sonora Matancera y hasta Louis Armstrong.
Cheo dejó a Juanito Arteta y se integró, por un tiempo a “Los Peniques”, que era la orquesta fija del famoso “Show de las 12” del animador Víctor Saume a través de Radio Caracas Televisión. Luego se fue a probar fortuna con otros grupos.
Con Billo
La historia de Luis María Frómeta Pereira es la historia de un segmento importante de la vida venezolana reflejada en la orquesta que este dominicano comenzara a organizar en su país y terminara desarrollando en Venezuela.
Billo Frómeta es referencia obligada, quiérase o no, de la música bailable venezolana y de muchos otros lugares. El staff de cantantes que pasó por esa agrupación es sencillamente de antología. Popularizó como nadie temas de Ñico Saquito, Pacho Galán, Clímaco Sarmiento, Miguel Matamoros y Orlando de la Rosa, por solo citar a algunos. Y en el campo de la guaracha tuvo en Cheo García a su mejor voz.
Echando la memoria hacia las crónicas de 1957, uno se encuentra con la famosa y polémica demanda por adulterio que introdujo su esposa dominicana. Billo, enamorado de Morella, una deslumbrante venezolana, para no padecer la cárcel mientras se ventilaba el caso, salió hacia Cuba, provocando una ruptura en la orquesta fundada por él. Víctor Pérez y Rafa Galindo quedaron al frente de la agrupación. En Cuba, Billo se empató con mucho del repertorio cubano, y a su regreso, luego de haber trabajado con Bebo Valdés y de haberle dado su primer trabajo profesional a Jesús Chucho Valdés (como copista), retomó los hilos de su orquesta. La tormenta amorosa había amainado.
Lo primero que hizo Billo al ponerse al frente de su orquesta fue remozar repertorio y voces. Y a dos de esas voces las sacó de la reserva maracucha. Felipe Pirela, una de los más connotados boleristas que ha tenido el Caribe y José Cheo García, quien ya había avisado lo que haría con la Guaracha.
Billo llamó a Cheo en Junio de 1960. No hicieron falta mayores ensayos. Y así todo estuvo listo para el redebut de “Billo’s Caracas Boys” el 4 de Julio de ese año que marcaba el inicio de la década sesentona.
El primer tema que grabó Cheo García con Billo Frómeta fue un éxito inmediato y de proporciones incalculables. Todavía sigue manteniendo su sabor y vigencia: La Vaca Vieja, del colombiano Clímaco Sarmiento, un porro que con arreglo de Frómeta estableció la pauta a seguir por Cheo. A partir de este, la lista se haría interminable: Toy Contento , Al paso, Bacosó, La negra Leonor, Pa’ Maracaibo me voy, Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, La flor del trabajo, Los cadetes, etc., etc., etc…
Veintiún años estuvo Cheo García con Billo. Vio el nacimiento de Felipe Pirela, de Memo Morales, de José Luis Rodríguez y de Ely Méndez en esa agrupación y sus posteriores salidas, hasta que él mismo, por razones que tienen que ver con el afán solista y la mejor ganancia, se fue de la orquesta de Frómeta para fundar, junto a Memo Morales, El gitano maracucho, “La gran orquesta de Memo y Cheo”, la cual se disolvió al poco tiempo.
El final
La salida de Cheo García de la orquesta de Billo dio inicio a su camino de altibajos. Y es que nunca un binomio había funcionado tan perfectamente como ese. Eran tal para cual. Pero la vida da sorpresas y nos mostró luego a un Cheo con la picardía en picada, trabajando en diversos locales nocturnos y haciendo apariciones esporádicas en eventos especiales. Los altibajos en la trayectoria de Cheo García, luego de su salida de la orquesta de Billo Frómeta, no se debieron a una pérdida de sus condiciones sino a un manejo erróneo de sus posibilidades. Con la separación ambos salieron perdiendo porque eran el complemento perfecto no circunstancial.
Cheo lloró la muerte de Billo el jueves 5 de mayo de 1988. La película de sus éxitos pasó por su mente y quién sabe cuántas cosas más.
Seis años más tarde Cheo García rendía tributo a la vida en circunstancias paradójicas.
Cheo García falleció la noche del martes 20 de diciembre de 1994 en su casa de Los Teques, la ciudad capital del estado Miranda, cercana a Caracas. El país ya estaba envuelto en las fiestas de Navidad y su voz llenaba todos los rincones de la patria venezolana con aquello de “Año nuevo, vida nueva”.
Esas mismas fiestas opacaron, invisibilizaron la noticia, y Cheo solo se vio rodeado de unos pocos familiares y amigos cuando fue llevado su última morada. La multitud obligatoria que tenía que haber acompañado su último trecho, estaba emparrandada con su voz y con las gaitas salidas del Zulia, el estado que le vio nacer en 1926.
La Navidad de 1994 se llevó al mejor guarachero que ha tenido Venezuela en su historia. Permanece en el recuerdo y la gratitud de los venezolanos, quienes cantan cada uno de los temas que con tanta sabrosura entregó al panorama bailable sobre todo en la temporada de fin de año que tanto amenizó para alegría de su pueblo.
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