En la presente entrega me propongo hacer una breve reflexión de lo que está aconteciendo en la sociedad moderna después de llegar a nuestros hogares los teléfonos celulares y otros dispositivos Android, que han evolucionado la forma de pensar y actuar de la humanidad.
Cuatro conceptos describen los efectos causados por esos equipos en la conducta de los usuarios: “Una generación de idiotas”, «La fábrica de cretinos digitales», “Inteligencia artificial” y “La inteligencia contextual”, que estarían marcando el destino final de nosotros. Los dos primeros conceptos ya fueron examinados profundamente en experimentos hechos por algunos neurocientíficos que han alertado a la sociedad mundial sobre la adicción errática de los seres humanos hacia a tecnología que ellos denominan Inteligencia Artificial.
Los teléfonos celulares los veo como un mal necesario, un arma de doble filo, como una gama de la tecnología de punta que tiene sus ventajas y desventajas para quienes la hemos adoptado como una familia más.
El problema radica en el mal uso que le damos, el tiempo que le dedicamos, principalmente a las redes sociales. Si bien sirven para hacer denuncias importantes (es la parte positiva), es una herramienta que a diario nos apuñala el cerebro con contenidos basuras.
Ciertamente, hay que modernizarse, estar a los niveles de este tiempo y aprovechar esas plataformas de la comunicación. Pero también debemos admitir que nos está causando problemas neurológicos y laceraciones en nuestro cerebro.
El laureado científico Albert Einstein siempre visualizó los daños que causarían esos aparatos en los seres humanos y así lo dejó saber cuando dijo lo siguiente: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Él hablaba de “una generación de zombis”, por el hecho de que la gente se concentra demasiado en las pantallas de esos aparatos.
Y no se equivocó, pues reflejó en su momento la tendencia de los seres humanos con respecto a los excesos en el uso de la tecnología.
Albert Einstein reflejó en su momento la gran preocupación al ver la tendencia de los seres humanos con respecto a los excesos en el uso de la tecnología, sobre todo los celulares y las Tablet, asegurando que en el futuro esos avances de la ciencia convertirían a los humanos en “una generación de zombis telefónicos”.
Estamos hablando de un episodio muy grave. A medida que el tiempo avanza se va perdiendo la comunicación interpersonal. Por las calles caminamos con la cabeza baja, revisando mensajes o chateando. Y nos distraemos.
Por igual, esas escenas las vemos en el hogar, donde la familia ya no conversa, como antes, sobre temas importantes; en las reuniones ejecutivas, políticas o de trabajo, de amigos e incluso en los estadios deportivos, cuando conducimos vehículos terrestres, marítimos o aéreos, los celulares ocupan tiempo y distraen a las personas.
La tecnología de punta es una pandemia mundial en estos días, sobretodo en las naciones más desarrolladas y ciudades modernas como el estado de Nueva York considerada la ciudad más conectada, en red del mundo.
Los neurocientíficos coinciden en que los teléfonos inteligentes, como los virus, no son seres vivos. Pero, también como los virus, hacen lo peor para imitar la vida una vez que se unen a una criatura viviente. En manos de la humanidad, un teléfono se hace cargo de la función cerebral superior. Y eso no es bueno.
Alguien decía, hace unos meses, en un artículo de un periódico estadounidense, que caminar por las calles de Nueva York, hoy, “es micro navegar en una pista de obstáculos llena de zombis”. Lo que hace las cosas aún más divertidas es que las aceras están inundadas con algunos tipos diferentes de zombis telefónicos a la vez. Algunos se detienen en seco para leer un mensaje sin previo aviso, lo que le obliga a girar en el último segundo mientras se quedan quietos, alejando las pantallas. El mismo panorama lo observamos en todas partes del mundo.
Otros prefieren caminar y enviar mensajes de texto e incluso realizan operaciones matemáticas por computadoras en vez de hacerlo con lápiz y papel y anotan números de particulares o amigos en esos dispositivos, para no usar libretas.
El neurocientífico Michel Desmurget, director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia, en un libro titulado «La fábrica de cretinos digitales», afirma que los dispositivos inteligentes están afectando gravemente al desarrollo neuronal de niños y jóvenes.
«Simplemente no hay excusa para lo que les estamos haciendo a nuestros hijos y cómo estamos poniendo en peligro su futuro y desarrollo», advierte el experto en una entrevista con BBC Mundo y lo dice con conocimiento de causas porque tiene una vasta obra científica y de divulgación.
Precisa que varios estudios han demostrado que cuando aumenta el uso de la televisión o los videojuegos, el coeficiente intelectual disminuye. Ese es un factor que incide en “la generación de tontos” descritos por Michel Desmurget como «Los nativos digitales”, que son los primeros niños con un coeficiente intelectual más bajo que sus padres.
El tercer concepto, la inteligencia artificial, es más aceptable porque hace la vida menos pesada al hombre, pero con la agravante de que es sustituido paulatinamente por máquinas inteligentes.
El 29 de diciembre de 2019 escribí un artículo comentando esa realidad. Me refería a que los robots están reemplazando a los humanos, trabajando en nuestras casas, en las fábricas y tomando mayores roles cada día en diferentes aspectos de nuestras vidas. Esas cosas automatizan muchas de nuestras actividades y realizan tareas ordinarias que los humanos las consideramos desagradables. Para las mayorías de las personas, eso es bueno; otros no lo ven de esa manera.
Hoy vemos robots que pintan, que sueldan, que movilizan carga en almacenes, que barren y aspiran nuestras casas, que sirven tragos en un bar; ya se habla de drones para entregar paquetes de compras que hagamos en línea. Son máquinas construidas por el hombre para ser sustituido en las labores. Es decir, los robots están dejando a muchos humanos sin trabajo debido a la inteligencia artificial.
El cuarto concepto es lo que algunos investigadores definen como “La inteligencia contextual”, que es la capacidad de generar conductas adaptadas al mundo real. Es la destreza de comprender mejor nuestra realidad, independientemente de lo que hagamos, y tomar las mejores decisiones. Comprender, adaptarse y tomar las mejores decisiones para enfrentarnos a la realidad.
Así como la inteligencia emocional es una capacidad de comportarse con altura en la interacción con los demás, la inteligencia contextual viene a ser algo como saber dónde estamos parados. Aplicando la lógica, existe una estrecha relación entre la inteligencia emocional y la inteligencia artificial en términos conceptuales.
El pensador Joseph S. Nye, un geopolitólogo y profesor en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, dice que el buen líder tiene inteligencia emocional, visión y habilidad de comunicación.
Este brillante educador describe con exactitud este concepto con la siguiente expresión: “Necesita inteligencia contextual el buen maestro para saber cuáles incentivos motivan a sus estudiantes, para conocer lo que saben y lo que ignoran, para entender la realidad en la que viven y así saber cuáles inquietudes y cuáles conocimientos tienen significado para ellos. La necesita el jefe para conocer a cuáles de sus colaboradores debe darles órdenes y a cuáles hacerles sugerencias. Para adivinar “por dónde va a salir” su jefe. La necesita el gerente para formar redes interconectadas de personas que puedan ser activadas para ejecutar distintos proyectos y para tener un acervo de recursos de última instancia para cuando todo lo demás falla. Y supongo que también necesita inteligencia contextual el presidente de un país, para saber cuáles clavijas tocar para obtener resultados a través de los órganos del poder ejecutivo. Y desde luego, para concebir negociaciones que resulten suficientemente atractivas a los miembros del Poder Legislativo”.
Aún estamos a tiempo de evitar ser parte de la una generación de idiotas y de la fábrica de cretinos digitales.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
Comentarios sobre post