Hace poco visitaba la residencia de una pareja de esposos que concibió dos hijos, una niña y un niño. En medio de la conversación, me comentaron que el niño utilizó la cuenta online de uno de ellos y pidió juegos que les generaron miles de pesos dominicanos.
El padre descubrió la treta del hijo cuando se lo notificaron a través de la plataforma de Internet. El palo estaba dado, no había nada por hacer que no sea regañar al niño o castigarlo.
El comentario me impactó por tratarse de un menor de apenas cuatro años, que a su edad ya sabe involucrarse con los juegos online (en línea) manipulando un celular o una Tablet. ¿Cómo lo hizo a esa corta edad?.
Muchos padres acostumbran entregar esos dispositivos a los niños sin tener en cuenta el daño que les ocasionan al cerebro y al desarrollo personal. El daño se manifiesta básicamente en el rendimiento de las tareas escolares, pues esos dispositivos lo seducen, los atrapan como telarañas, los distraen de sus labores habituales, hasta convertirlos en zombies.
Hay una marcada inclinación en los niños hacia los juegos. Es una conducta natural, innata, sobre todo en aquellos tiempos cuando los juegos eran sanos. En estos años, las cosas han cambiado fruto del avance de la llamada tecnología de punta que ha dado como resultado la fabricación de dispositivos electrónicos inteligentes, los Android, como celulares y tabletas.
De manera inconsciente, nuestros niños se han convertido en adictos a esos malignos entretenimientos, muchos de estos configurados para promover la violencia, sexo, la pedofilia y otros malos hábitos.
Los niños y adolescentes son muy habilidosos para usar la tecnología de la información y para usar los juegos de videos y cuando se obsesionan por esos entretenimientos afectan de manera clandestina los presupuestos familiares. Para esos casos, usan las tarjetas de crédito, débito o las cuentas de Play Pal de los padres. Eso fue justo lo que ocurrió con la pareja de esposo que visité.
La aferración incontenible a esos juegos se conoce como ludopatía. Es decir, los menores se transforman en ludópatas y eso no es bueno. Naturalmente, ellos juegan para entretenerse, no para sacar beneficios económicos como hacen los jugadores adultos.
La ludopatía consiste en una alteración progresiva del comportamiento por la que un individuo siente una incontrolable necesidad de jugar. Conocida desde la antigüedad, es un trastorno psicológico que han sufrido personajes ilustres como Rene Descartes, el escritor Fiódor Dostoievski, autor de obras como Crimen y Castigo y Los hermanos Karamazov; los emperadores romanos Nerón y Julio César para citar algunos.
Existe un gran número de famosos ludópatas del cine y de los deportes, entre estos el actor Ben Affleck, reconocido como un gran jugador de carta; Harry Styles; Tiger Woods, jugador de golf y un adicto a los juegos de mesa; George Clooney; el futbolista español Gerard Piqué; Pamela Anderson, actriz muy adicta a los juegos de azar, principalmente el Póker; el exboxeador Floyd Mayweather; el futbolista brasileño Neymar Jr. La lista es larga.
Se trata de un aberrante fenómeno que también aflora en el juego de azar, loterías galleras, bingo, apuestas deportivas, carreras de autos y de caballos y otros.
Actualmente, la ludopatía está reconocida como enfermedad o trastorno psicológico por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Como muchas enfermedades, en las personas adultas no tiene una causa única, pues existen muchos factores que están implicados, como algunas variables personales (impulsividad, baja tolerancia a la frustración, búsqueda de sensaciones, etc.), o circunstancias concretas (problemas económicos, familiares, laborales, excesivo tiempo libre, escaso valor al dinero, etc.).
Numerosos jugadores han seguido el mismo patrón para desarrollar ludopatía y, de acuerdo con algunos estudios, la dependencia al juego se desarrolla a lo largo de tres fases:
Fase de ganancia: El jugador comienza invirtiendo poco tiempo y poco dinero, se juega poco y en ocasiones obtiene ganancias. progresivamente el juego se va convirtiendo en la fuente de interés principal para el sujeto.
Fase de pérdida: el jugador al aumentar las cantidades y la frecuencia, las pérdidas aumentan también. Juega más tiempo y más dinero para obtener el mismo nivel de sensaciones o para «intentar recuperar» lo invertido.
Fase de desesperación: las pérdidas son cada vez mayores y empiezan a suponer una grave preocupación para el jugador. Es entonces cuando se comienzan a utilizar engaños y mentiras para ocultar que exista un problema relacionado con el juego, sus consecuentes pérdidas, y/o para conseguir más dinero. En ocasiones, se piden préstamos a familiares, falta dinero en casa o incluso se cometen actos delictivos.
En las últimas fases, a menudo al detener la conducta de juego, se generan síntomas fisiológicos como son la irritabilidad, trastornos de sueño, temblores, trastornos digestivos, etc. Entonces jugar se convierte en vía de escape al malestar y un sentimiento culpable al cual el jugador responde con el autoengaño de «deber recuperar el dinero». Los especialistas en examinar estas conductas humanas coinciden en que todo esto genera una situación de descontrol en el jugador, que cada vez ocupa más tiempo, más dinero y más interés en la conducta adictiva que en el resto de su vida.
Otros problemas derivados del juego, según las investigaciones, son de tipo personal, familiares, sociales y laborales.
En el primer caso, se evidencian trastornos afectivos, como la conciencia de pérdida de control de la conducta lo que lleva al sentimiento de culpa por las pérdidas económicas, que producen en el jugador trastornos emocionales, siendo más frecuentes los problemas de depresión y ansiedad, que en los casos más graves pueden llevar al ludópata a intentar suicidarse.
Además, están los trastornos psicosomáticos como dolores de cabeza, crisis estomacales, alteración del ciclo sueño, consumo de drogas y otras sustancias como tabaco, mientras juega.
Otras conductas adictivas en algunos ludópatas que se observan y que consideran placenteras son comer, el sexo, comprar, acudir a un centro de rehabilitación.
En cuanto a los problemas familiares, se refleja la alta tasa de trastornos psicosomáticos y depresivos en las mujeres de los jugadores patológicos, tales como dificultades de comunicación y relaciones sexuales insatisfactorias.
En el aspecto social se ha determinado que la conducta de juego lleva al aislamiento social debido a que el jugador patológico suele realizar su conducta en solitario. Dedicar cada vez mayor cantidad de tiempo y recursos al juego, hace que el círculo social del sujeto se reduzca cada vez más.
Los engaños como medio de conseguir dinero de amigos y familiares, y el hecho de no devolver este dinero hace también que el sujeto pierda relaciones sociales. En ocasiones el jugador ludópata comete delitos para obtener dinero.
Esa conducta, además, se traduce en problemas laborales y se manifiesta con las ausencias, menor implicación y bajada del rendimiento laboral, apropiaciones indebidas, etc.
Si la ludopatía se desarrolla en la edad adolescente, el abandono de los estudios o el escaso interés en su formación puede dar lugar a problemas para incorporarse al mercado laboral.
Vistas las cosas desde esa perspectiva, hay que buscar la forma de que nuestros niños, los futuros adultos, no desarrollen la cultura de la ludopatía. Es una letal bomba de tiempo que se puede desactivar porque si no lo hacemos ahora, mañana podría ser muy tarde.
En lo que concierne a los adultos, ya es una patología que amerita que al parecer no tiene cura.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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