Hace más de dos semanas, el señor Danilo Medina emitió un pronunciamiento que debió remover los mentideros religiosos y políticos. Hablando en un acto proselitista, el expresidente arroyocanense exhortó a los miembros de su partido -PLD morado- a creer en el precandidato Abel Martínez como creen en Dios. ¡Vaya blasfemia!
Ese 9 de agosto, en Santiago, el mismo día en que Martínez prometió sembrar cien millones de tareas de tierra para producir alimentos, su líder Medina tuvo a bien invitar a los presentes a creer en él y se atrevió -vaya osadía- a equipararlo con Dios. Ningún líder religioso se ha pronunciado respecto de la infamante declaración.
Debido a un palpable desgano de la militancia del Partido de la Liberación Dominicana, Medina quiso infundir ánimo a su gente y les dijo: “Ustedes no han necesitado ver a Dios para creer en él, entonces crean en Abel”. Es simple el razonamiento del exmandatario, si son capaces de creer en Dios, pues crean en Abel.
El presidente del viejo PLD ha sido considerado económico de palabras. Algunos dudan de su capacidad histriónica y lo han visto como persona de carácter frío, seco y agrio. La administración del silencio ha sido en Medina atributo superior a su manejo de la palabra. Ha sabido callar cuando ha querido hacerlo.
No es la verbal el tipo que inteligencia que corresponda al exmandatario. Pero, de repente, Medina ha cambiado y arroja cosas que parecen creativas, con uso de lenguaje figurado, pero al mismo tiempo las cosas que dice revelan cierto descontrol emocional. Hay que entender la situación por la que está pasando.
Que ningún obispo, presbítero o pastor protestante haya respondido las palabras de Danilo Medina, puede ser indicio de que comienzan a restarle importancia a lo que este pueda decir. Y no debe ser así, puesto que expresiones como la suya lesionan la esencia espiritual del pueblo dominicano.
La actitud de los líderes religiosos y sociales frente al hecho puede obedecer a la benevolencia de no hacer leña del árbol caído, como también podría sustentarse en el dicho de que Danilo Medina “no es viento que tumba coco”, lo cual se traduce en una actitud minimizadora de su liderazgo. Eso no es bueno.
La de Medina es, sin duda, una apelación suprema, pero sin que se conozca a fondo su sentir religioso, si es ateo o creyente, se puede descartar que persiga minimizar a Dios. Su recurso retórico extremo persigue, más bien, levantar -como Jesús a Lázaro-a un aspirante presidencial que no suscita entusiasmo ni siquiera entre los peledeístas.
rafaelperaltar@gmail.com
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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