Conversando con un amigo que cree mucho en la existencia de Dios, le expresé mis dudas de lo que dice la Biblia respecto a la creación en seis días de las cosas que existen en el planeta Tierra, especialmente el origen del hombre.
¿Realmente, se hizo todo en seis días? ¿Usted conoce a quién pudo haber hecho esas cosas en tan poco tiempo? ¿Cómo fue creado el hombre? ¿Realmente fue creado el hombre con el barro? ¿Por qué los demás hombres no fueron creados con el barro y nacen por vía de los espermas?, le comenté.
-Dios lo hizo todo- fue su respuesta y dijo no creer en la Teoría de la Evolución según lo planteó el desaparecido científico británico Charles Darwin, como tampoco la del Big Bang.
-¿Por qué si el hombre evolucionó del simio, los simios no siguen evolucionando?, me cuestionó. Esa respuesta me obligó a investigar más a fondo el asunto de la creación de los seres vivos y, por demás, analizar la teoría del Big Bang, una polémica tesis contraria a la versión bíblica respecto al origen de la humanidad y las demás especies.
¿Por qué el hombre no evolucionó de otro animal, sino del simio? ¿Quién creó al simio y todo lo que hay en la tierra, si no fue la misteriosa figura divina que le llaman Dios?
Son otras interrogantes que acumulan dudas sobre las teorías científicas. Es un tema que debemos analizar con cautela y sin apasionamiento justo cuando celebramos la milenaria jornada de Semana Santa, una fiesta que de acuerdo con el obispo católico Víctor Emilio Masalles “ha sido secuestrada por algunos sectores, como el del comercio, que se aprovechó de las circunstancias para incrementar sus ventas” y dijo que a través del tiempo, “se ha visto una degeneración de las costumbres y festividades alusivas a la Semana Mayor”. (Fuente: periódico el Caribe, 10 abril del 2022).
Alguien en la biblioteca virtual (un teórico de los tantos que existen) respondió esas inquietudes en tres fases: 1) Porque éramos otro tipo de simios y evolucionamos diferente, aunque en algún momento pueden evolucionar; 2) Porque si hubiéramos evolucionado de otro animal, no fuéramos como somos; 3) Los simios evolucionaron desde bacterias hasta transformarse en nosotros. ¿Son creíbles esas respuestas?
En la cultura popular es frecuente escuchar la frase “el hombre viene del mono”. Lo cierto es que he visto muchos humanos con características de simios: ojo, boca, nariz y hasta la forma de caminar. Al lado de mi casa hay un vecino (muy sociable) con esas características y podríamos especular que quedó estancado en el proceso evolutivo, de ser cierta esa teoría.
Para poder abordar esta cuestión hay que partir del concepto científico del núcleo central de la evolución donde un individuo, si tiene rasgos que le ayuden a sobrevivir, es más fácil que llegue a tener una descendencia que herede estos rasgos. Pero la evolución no es algo que pueda estudiarse siguiendo a animales concretos sino que se hace indagando poblaciones enteras. Es decir, no es que tengamos que encontrarnos a un mono evolucionando hacia humano, sino que lo que deberíamos observar es a toda una población de simios humanizándose.
Y finalmente (dice el teórico) el hecho que hace completamente incorrecta la frase “el hombre viene del mono” es que los seres humanos no hemos evolucionado de los gorilas u orangutanes, sino que todos somos simios y descendemos por lo tanto de la misma rama evolutiva. Esto quiere decir que hace millones de años existía un “simio primigenio a partir del cual fueron surgiendo distintos grupos de simios que con el tiempo fueron diferenciándose unos de otros. Este proceso evolutivo dio como resultado las distintas poblaciones de simios que conocemos, así que no es que los gorilas sean animales menos evolucionados que nosotros: simplemente han evolucionado de una forma diferente”.
El Big Bang
Me inclino por la teoría del Big Bang para explicar nuestro origen homo sapien. En cosmología física, la teoría de la gran explosión es un modelo científico que trata de explicar el origen del Universo y su desarrollo posterior a partir de una singularidad espacio-temporal. Es lo que dice la ciencia.
El Big Bang constituye el momento en que de la «nada» emerge toda la materia, es decir, el origen del Universo. La materia, hasta ese momento, era un punto de densidad infinita, que en un momento dado «explota» generando la expansión en todas las direcciones.
Según esas investigaciones, “inmediatamente después del momento del estallido, cada partícula de materia comenzó a alejarse muy rápidamente una de otra, de la misma manera que al inflar un globo éste va ocupando más espacio expandiendo su superficie. Los físicos han logrado reconstruir esta cronología de los hechos a partir de un 1/100 de segundo después del gran estallido. La materia lanzada en todas las direcciones está constituida por partículas elementales, como electrones, positrones, mesones, bariones, neutrinos, fotones y más de 89 partículas conocidas hoy en día”.
El suceso más antiguo que puede registrarse en el universo que conocemos se remonta a unos 12.000 millones de años. En este primer instante, toda la energía (y todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto, que fue el origen de una gran explosión (big bang). Durante los primeros segundos, la temperatura era de más de un billón de grados y toda la energía se hallaba en forma de radiación. Durante los primeros 10 segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporción de cuatro a uno. Unos 10.000 años después la temperatura había descendido a unos 100.000 grados y se formaron los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400.000 años el hidrógeno empezó a condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cúmulos mayores (las futuras galaxias).
Hace 11.000 millones de años la temperatura del universo era de unos 3.000 grados, y se formaron las primeras estrellas: la gravedad hizo que los núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las estrellas. Cuando las estrellas agotan el hidrógeno del núcleo son capaces de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en materiales más pesados. De este modo, en los núcleos de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que actualmente hay en la Tierra.
Otro detalle interesante que ilustra la ciencia es que “el Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de años. En esta época el universo se había enfriado ya a unos 100 grados bajo cero. Existen muchas teorías sobre cómo se formaron los planetas del sistema solar, pero fuera como fuera, la edad de la Tierra se estima en unos 4.600 millones de años. Al principio era una masa incandescente cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. Parte de la atmósfera se licuó y se crearon así los mares y océanos (la Biblia narra que fueron creados por mandato de Dios). La composición química de la atmósfera y de los océanos era muy diferente de la actual: No existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta, la atmósfera soportaba una intensa actividad eléctrica. Estas condiciones fomentaron la formación en las aguas de compuestos químicos cada vez más complejos y variados compuestos orgánicos que culminarían con la aparición de formas de vida”.
La vida en la tierra surgió hace unos 3.500 millones de años. Se inició así un proceso evolutivo de animales y plantas del que tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan restos fósiles. Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más fielmente la evolución biológica a través de los fósiles.
¿A quién creerle, a la Biblia o la ciencia? ¿Realmente existe la figura de Dios o se trata de una figura subjetiva configurada en la fe de los creyentes?
En lo personal, siempre he dudado de la versión bíblica (Génesis, 21, 22 y 23) sobre la creación del hombre a partir del barro y de la mujer con la costilla del hombre.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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