Por Emilia Santos Frías
santosemili@gmail.com
Hogar, dulce hogar. Esta cuarentena o aislamiento social que atravesamos, tiene un objetivo claro: preservar nuestra salud, y aunque muchas personas estamos ocupadas, asumiendo teletrabajo, otras, la mayoría de la población, se encuentra en ocio total.
Sin embargo, es momento de permitirnos ejercitar la creatividad y retomar proyectos que tenemos aplazados.
Quizás abrazar el arte, como forma de sentirnos útiles; completar metas, en fin, aprovechar este distanciamiento social. Finalizar alguna obra aplazada, por carecer de tiempo para culminarla, porque hoy, Dios nos regala justo eso, tiempo.
Esta cuarentena debe ser además, la plataforma que nos sirva para estrechar lazos familiares, darnos este tiempo con calidad, pues casi siempre tenemos ocupaciones fuera del hogar que nos distancia de la familia, nos aísla.
Hoy estamos juntos en casa, y aunque separados de otros familiares, seguimos unidos en la distancia, y debemos confortarnos. Quienes creemos en Dios sabemos que esta pandemia pasará.
Mientras, terminemos ese proyecto agendado; leamos un libro interesante, compartamos en familia un poema, una poesía, un cuento; un baile, una canción, una décima…,
El arte es inmenso, él contribuirá acercarnos. Oh distanciamiento social. Gracias Dios por tu protección y por guiarnos!.
Confío en que una nueva pella de artistas plásticos, declamadores, poetas y poetizas, saldrá de este encierro forzado, fruto del COVID-19, que con su furia nos ha quitado demasiado, aunque permitió que fluya la nobleza y la solidaridad, esa que existía hace décadas, cuando en el mundo las personas se daban la mano, por el simple hecho de ser semejantes.
Es posible que este silencio maravilloso, además de hacerte producir, te haya llenado de añoranzas, te transporte a tiempos de la infancia, cuando antes de irnos a dormir cada noche, escuchábamos en la radio, los inolvidables y educativos programas musicales: Serenata continental, Cien canciones y un millón de recuerdos, Pídalo hoy y escúchelo mañana y Tócalo tú mismo.
Quizás recuerdas cuando despertábamos cada domingo para ir a misa, teniendo como fondo musical: La Magia de José José, Juan Gabriel y sus invitados. Qué falta hacen esos programas culturales!. Coincido con la frase bíblica, “de lo que hay en tu mente, de eso se llenarán tus días”.
Sin duda, la cuarentena nos ha enseñado a amar el silencio, sobre todo a quienes vivimos en la gran urbe. A encontrarnos con nosotros mismos, a volver la mirada a las cosas simples y sencillas de la vida.
Como dice un joven pastor que escucho en estos días, gracias al envío que hace una querida amiga de los audios que él produce: “apartemos la angustia y la ansiedad. Todo estará bien en nombre de Dios, el traerá reposo en vez de desaciertos”. No lo olvides.
Mientras, abracemos la paz dentro de nuestros hogares. Como dice La Biblia, “Bienaventurados los que hacen la paz, porque de ellos es el reino de Dios, y bienaventurados los pacificadores”. De lo que estamos lleno, de eso damos.
“El ánimo del ser humano le ayudará en la enfermedad”. Retornemos a los días en que compartíamos una comida con la vecina o una grata conversación, ahora telefónica. De este momento amargo podemos sacar aprendizajes enriquecedores.
Mientras, yo me esfuerzo por demostrar a mi familia afectos, al tiempo de ser útil a los demás, pero continúo recordando la parte bonita de la niñez, cuando nos reuníamos cada noche en casa, para escuchar lecturas simples, como los cuentos: El Vaso de agua, Dos Huevos, de los cuales, obteníamos enseñanzas, nos conmovía o reíamos en cada lectura. Poemas como Madre Selma; La Risa de Rubén Darío, eran fijos.
Tiempo después, conocimos a la mujer total: Salomé Ureña, con el Ave y el Nido, Ruinas y Vespertina…, También, a José Joaquín Pérez, con El Junco verde; Gastón Fernando Deligne, en Confidencias de Cristina; José Martí, La Rosa blanca y La Niña de Guatemala, Gustavo Adolfo Bécquer, Volverán las oscuras golondrinas, Gabriela Mistral, con Ternura y sus versos escolares…, ellos no faltaban, era lectura obligada. De lo que estamos lleno, de eso damos, nada más real!.
Esas adivinanzas, historias, que en ocasiones eran inventadas por nuestras madres y por nuestros padres, llenaron nuestra niñez, hacían una hermosa velada. Quizás esto pueda ser emulado por la familia de hoy, la familia moderna, la que sus casas más que hogares, parecen hoteles, pero hay esperanza, siempre la hay. Es posible que en estos momentos también se esté gestionando el contenido con que podamos reeducar a esta y las futuras generaciones. Contenidos potables, cargados de cultura general y natural, que propicie hacer gala de valores. ¿Por qué, cómo se puede amar a lo autóctono, si no se conoce?.
No desesperemos, seamos útil a neutras familia y a los semejantes, quedándonos en nuestras casas y desde ella fomentemos valores. Como dice el Cantar de los Cantares: ”Las muchas aguas no apagarían el amor de nuestras vidas. No lo olvides, solo el Todopoderoso sabe de cosas posibles e imposibles.
Hasta la próxima.
(La autora reside en Santo Domingo, es educadora, periodista, abogada y locutora).
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