La crisis electoral dejó en claro algunas luces y sombras que tiene la sociedad dominicana. Se carece de liderazgo fuerte; no hay idea de unidad nacional para enfrentar los problemas; las instituciones son de cartón, y la etapa de los eternos mediadores ya fue sepultada.
No hay fuerte liderazgo. No hay una voz que esté por encima de la multitud. Se carece de un líder que imponga una línea. Con la desaparición de los tres grandes caudillos del siglo 20, el país tiene dirigentes y caudillos en cierne, pero no de verdaderos líderes nacionales.
Con diversas motivaciones, y teniendo puntos de vista diferentes en lo que se refiere a la democracia dominicana, en el siglo 20, en su última etapa, se impusieron Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer. Con ellos se cerró el caudillismo dominicano.
Pero se ha dado un paso de avance en la diversificación. Se ha roto el bipartidismo. Ahora hay tres grandes partidos políticos, y muchos pequeños que abren terreno a que todos puedan tener voz y voto. Pero en una crisis, nadie puede dirigir el país a salir del atolladero.
Las instituciones son frágiles, son de mermelada y gelatina, carecen de la fuerza suficiente para ser confiables. Las instituciones tienen sus reglamentos, pero son manejadas por mujeres u hombres, que le dan su signo personal. Hasta la Constitución en ocasiones es embarrada.
Es difícil tener salidas institucionales, donde los organismos son débiles, sin fuerzas, narigoneados por políticos y burócratas de ocasión. Para fortalecer las instituciones, hay que sacarlas debajo de los pies del partidismo.
Los mediadores pusieron su pescuezo en la guillotina. Ellos le entregaron su espacio a las altas cortes, valga decir el Tribunal Electoral, El Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior Administrativo. No debe haber mediadores, sino llevar a los tribunales las violaciones de las normas.
Pensar en mediadores que están por encima de la sociedad, hoy no es posible. Monseñor Agripino Núñez Collado surgió en un instante de la vida nacional, donde las carencias de valor institucional, puso sobre sus hombros buscar soluciones y evitar derramamientos de sangre,
Hoy eso no es posible. Los llamados notables no son soluciones, porque ellos son parte del problema. No meten las manos directamente en el partidismo, pero manejan a los políticos a través de sus aportes económicos y sus posiciones mediáticas.
La desaparición pública del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez deja al país sin el último de sus grandes líderes. Entre los políticos de hoy puede surgir ese líder con carisma suficiente para con un discurso conducir a las masas hacia la luz. No lo veo, pero puede surgir. La crisis electoral se debe a que las instituciones son de barro, y es fácil mancillarlas, sin temer a consecuencias. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
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