Por Wendy Carrasco
De mañana, luego de presentar el día a nuestro Señor y darle las gracias, el honor y toda gloria a Él, me dirijo hacia mi rinconcito favorito, la cocina. Ahí inicio los preparativos para colar un café, cuando de repente me sorprende la voz inconfundible y dulce de mi viejito padre, don Carrasco dándome los buenos días.
Arranco a degustar mi taza de café, abro mi laptop aún encendida del día anterior, y me sorprende la desgarradora noticia de la muerte de una joven pareja de esposos, que nunca imaginó que la noche del martes, a su salida de una campaña evangelista, en Villa Altagracia, jamás estos dos cristianos llegarían con vida a su residencia.
En ese mismo instante, me afirmo sobre mis pies y me dirijo a la habitación de mis hijos menores y les contemplo. De repente las lágrimas mojan mi rostro y me postro a dar gracias a Dios de manera más intensa, y es que no sabemos el día ni la hora en el que algún desaprensivo nos pudiera arrancar la vida en alguna alegada “confusión”, como sucedió con Elisa Muñoz Marte y Joel Díaz.
La muerte de estos dos jóvenes cristianos, llenos de vida y que ministraron vida a los demás a través de la palabra de Dios, ha causado indignación en toda la sociedad y parte del mundo. Desde el más humilde de los ciudadanos hasta el más encumbrado, ha expresado dolor e impotencia por las redes sociales, lamentan que miembros de la Policía, sin mediar palabras acribillaron a esta pareja.
Cierto, ya la Policía suspendió a varios agentes de la institución que participaron en el horrendo hecho.
También se sabe que estos agentes suspendidos serán investigados para esclarecer la verdad por los órganos de control como la Inspectoría General y Asuntos Internos junto al Ministerio Público, sin embargo, estas acciones no impiden el dolor que causa la muerte a destiempo de esta pareja a sus familiares, hermanos en la fe y toda la sociedad dominicana.
Honestamente, no pude terminar mi ritual del café. No me pareció, porque me sentí indignada y preocupada de nuestro porvenir en cuanto a la seguridad ciudadana, esto a sabiendas de que el presidente Luis Abinader ha demostrado tener la voluntad de mejorar estos indicadores negativos tanto en la Policía Nacional como de las instituciones Castrenses.
Sobre el tema, el mandatario declaró este miércoles que “en este país no cabe ya la impunidad, la arbitrariedad y mucho menos el abuso, para nadie ni con nadie” y que “la vida humana es sagrada”.
No obstante, hay que hacer mayores esfuerzos en educar a los miembros de estas instituciones que, según la Constitución y las leyes en su art. 255, están para: “Salvaguardar la seguridad ciudadana; Prevenir y controlar los delitos; Perseguir e investigar las infracciones penales, bajo la dirección legal de la autoridad competente; Mantener el orden público para proteger el libre ejercicio de los derechos de las personas y la convivencia pacífica”.
¡Por favor! Urge una reforma policial. No más ejecuciones disfrazadas de intercambio de disparos, no más errores, no más confusiones que visten de luto a la sociedad dominicana y nos resten méritos ante las demás naciones del mundo.
La autora es periodista, residente en Santo Domingo.
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