Analizando la evolución de la humanidad desde su creación, he llegado a la conclusión de que es necesario reiniciarla o formatearla para garantizar un mejor sistema de vida y así propiciar la desaparición de todas cosas malas que nos rodean.
Debido a la irresponsabilidad, las ambiciones incontrolables de poder y la irracionalidad, los humanos hemos contaminado la tierra de maldad, al extremo de que estamos en camino a la destrucción de nuestro hábitat.
Agregamos a esa conducta los siete pecados capitales que se encuentran claramente definidos y configurados en su quehacer cotidiano: la soberbia, gula, avaricia, ira, lujuria, pereza y la envidia.
Los inventos de armas de guerra demoledoras de alta tecnología, como las bombas nucleares, armas químicas, revólveres, pistolas, ametralladoras, tanques de combates, misiles fulminantes de corto y largo alcance, de mar y tierra, las naves espaciales, ojivas y drones rastreadores, se crearon con el propósito de defenderse de eventuales enfrentamientos entre las naciones o defender la soberanía.
Son instrumentos creados con la excusa de defender la soberanía, pero la realidad es que la intención es dominar a las naciones más débiles del planeta a base de la guerra. Es la razón por la que los países ricos invierten millones de dólares en la compra de armas convencionales y en tecnología de punta que han destrozado millones de vidas en guerras sistemáticas.
Es una conducta que data desde tiempos antiguos, cuando se peleaba con lanzas, piedras, hachas, cuchillos, machetes, arcos, espadas y otras herramientas rudimentarias.
Esas inversiones, además, se han desplegado con éxito hacia el campo de la cibernética, la informática, la inteligencia artificial con la fabricación de dispositivos modernos de comunicación como los teléfonos móviles, computadoras, televisores Android y otros.
A la lista añadimos los veloces automóviles, los barcos, aviones, locomotoras con sistema de locomoción a vapor (hoy sustituidas por los trenes eléctricos expresos), aparatos que generan gases contaminantes del medio ambiente terrenal y espacial.
La irresponsabilidad de los humanos está matando nuestro planeta. La contaminación y la polución generada por los instrumentos citados en el párrafo anterior está provocando el descongelamiento de los glaciares, el crecimiento de los océanos, el incremento de huracanes mortales que provocan inundaciones severas por desbordamientos de los ríos.
Es lo que se conoce como cambio climático, que es la variación global del clima de la Tierra y se debe a causas naturales y a la acción del hombre; se produce sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc, a muy diversas escalas de tiempo.
En la actualidad existe un consenso científico generalizado de que nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global, que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la tierra como sobre los sistemas socioeconómicos.
En el año 2001, se publicó una investigación titulada “Tercer Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC)”, donde se señalaba que se están acumulando numerosas evidencias de la existencia del cambio climático y de los impactos que de él se derivan.
En promedio, la temperatura ha aumentado aproximadamente 0,6°C en el siglo XX. El nivel del mar ha crecido de 10 a 12 centímetros y los investigadores consideran que esto se debe a la expansión de océanos, cada vez más calientes.
Otro reporte es la Síntesis del Quinto Informe de Evaluación del IPCC, publicado en noviembre de 2014, concluye que «la influencia humana en el sistema climático es clara y va en aumento, y sus impactos se observan en todos los continentes. Si no se le pone freno, el cambio climático hará que aumente la probabilidad de impactos graves, generalizados e irreversibles en las personas y los ecosistemas. Sin embargo, existen opciones para la adaptación al cambio climático, y con actividades de mitigación rigurosas se puede conseguir que los impactos del cambio climático permanezcan en un nivel controlable, creando un futuro más claro y sostenible». (Fuente: Ministerio para la Transición Ecológica y el reto Democrático, Vicepresidencia de España).
El resultado de ese comportamiento humano ya lo estamos viendo. El impacto potencial es enorme, con predicciones de falta de agua potable, grandes cambios en las condiciones para la producción de alimentos y un aumento en los índices de mortalidad debido a inundaciones, tormentas, sequías, olas de calor y las pandemias.
El humano ha sido rebelde, ambicioso, irresponsable, mentiroso, corrupto insaciable, depredador, asesino, ladrón, desde la creación o desde sus orígenes, sea por la intervención de un ser divino desconocido, por un accidente de la propia naturaleza (el Big Bang) o por una evolución biológica por selección natural, como lo definió el naturalista británico Charles Darwin naturalista británico en el ensayo Origen de las especies.
Su accionar se explica en los textos bíblicos, en un hecho que dio nacimiento a las diferentes lenguas: la famosa leyenda de la torre de Babel.
Los hombres emigraron desde Oriente y llegaron a la llanura de Senaar para establecerse. Decidieron construir una torre para llegar hasta el cielo. Esto le pareció una arrogancia a Dios, que decidió crear distintas lenguas para que no se entendieran, no pudieran construir la torre y se vieran obligados a encontrar un lenguaje común para lograr el entendimiento.
Según la Biblia, esa actitud obligó a Dios a generar la incapacidad para comunicarse entre sí, lo que conllevaría a partir de ahí la ausencia de respeto por el otro, violencia o guerra.
Lo cierto es que ese acontecimiento (si existió realmente) marcó el destino de la humanidad y de la tierra. Vivimos atrapados en hechos calamitosos caracterizados por asesinatos de hijos a padres y viceversa, feminicidios, genocidios y otros efectos destructivos provocados por el hombre, que todavía insiste en establecerse en colonias en el espacio.
Pienso que la única forma de evitar esas cosas es “reiniciando o formateando” a la humanidad en su interior con una nueva configuración, como hacemos con los celulares o las computadoras, y que la tierra retorne a su origen.
¿Cómo hacer eso? Es una tarea difícil que debería comenzar desde la niñez. No tengo una idea de cómo hacerse. Si no es posible reiniciarlo, pienso que habrá que destruirlo y, entonces, desaparecerían todos los problemas que nos atormentan.
Así, no existiríamos como especie y la tierra sería ocupada por seres extraterrestres de los que nos supuestamente visitan desde hace años, según los especialistas en temas de ovnis. Tal vez eso podría salvar al planeta tierra, creado hace aproximadamente 4.6 miles de millones de años.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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