A Nino Peña
La manifestación de haitianos escenificada el pasado lunes en las proximidades del Palacio Nacional representa otra muestra de que en la conciencia de esa nación no existe asomo de gratitud. Valorar lo que por ellos se hace no es parte de su naturaleza síquica, sobre todo si las atenciones proceden de República Dominicana.
Los haitianos entran al territorio dominicano como les dé la gana, no portan documento de identidad alguno, usan todos los servicios, inclusive las escuelas, pero persisten en hacerse las víctimas para que organizaciones internacionales salgan en su defensa para justificar los fondos que reciben. Así socaban el prestigio de nuestro país.
Nadie sabe el verdadero nombre de los haitianos establecidos aquí, ni el que trabaja en tu hacienda ni el que controla el acceso a un condominio. Ellos manejan vehículos de transporte público, pero no tienen licencia de conducir ni saben leer en español. Traen sus mujeres a parir aquí y pretenden que esa hospitalidad le da derecho a la ciudadanía.
Los manifestantes del lunes, a ritmo de su folclor, reclamaron el presunto derecho a ser dominicanos. Y fueron tan atrevidos que pretendieron equiparar su situación migratoria a la del presidente Luis Abinader. La osadía les salió con vetas de odio: “Si no soy dominicano, Abinader tampoco”. El presidente desciende de migrantes libaneses.
El doctor José Rafael Abinader, padre del presidente Abinader, nació en Tamboril treinta y tres años después de que su padre, José S. Abinader, llegara a la República Dominicana desde Líbano en 1898.La madre de don José, Esther Wassaf, nació en Montecristi, de padres libaneses radicados legalmente en nuestro país.
El dominicano José Rafael Abinader se casó con la dominicana Rosa Sula Corona y procrearon entre otros hijos a Luis Rodolfo, hoy presidente de la República. Habla español, es cristiano, aguilucho y reverencia la dominicanidad. ¿Quién puso a esos haitianos cantar que, si ellos no son dominicanos, Abinader tampoco?
La pantomima haitiana no mostró nada que hiciera parecer que la actividad era obra de dominicanos. Ni merengue ni bachata ni los colores de la bandera ideada por Juan Pablo Duarte. Ritmo de gagá sí se pudo apreciar. Pienso que esos haitianos deben irse con su música a otra parte. La Constitución haitiana los reclama como individuos suyos.
Los manifestantes saben que son haitianos y saben también lo que dice nuestra Constitución respecto de a quiénes corresponde la ciudadanía dominicana. Los nacidos aquí de padres que van de tránsito o se quedaron ilegalmente en nuestro territorio no son dominicanos. Abinader reiteró la pertinencia de que se cumplan la Constitución y la ley.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).