A Pleno Sol
Aunque enfrente parámetros de la solidaridad internacional, la crisis haitiana no es competencia ni tiene que ser solucionada por los dominicanos. Se cae la solidaridad, cuando se trata de injerencias en crisis interna. Cada país debe tener el gobierno y el destino que permitan sus ciudadanos.
Esta peligrosa crisis, al borde de una guerra civil sin causa ni objetivos, fue fabricada por las grandes potencias, con su desestabilización constante de la vida haitiana. Cada vez que podía surgir un gobierno democrático, se procedía a derrocarlo. Las dictaduras y los gobiernos militares, llevaron a Haití al infierno.
Pero fueron las grandes potencias, con su puño de hierro, las que cerraron el camino al progreso de esa olvidada nación, y la colocaron en el lodazal. Ahora, esos países piensan en buscar soluciones colocando a la República Dominicana como punta de lanza.
Los dominicanos tienen que ser solidarios con los pobres haitianos, siempre que se encuentren de aquel lado de la frontera, y tener una clara línea de acción en cuanto a los migrantes. La frontera tiene que seguir blindada y los ilegales deportados inmediatamente.
La presencia haitiana es masiva en el país. Hay chiriperos, desempleados, buscadores de vida, ocupantes de trabajo que los dominicanos rechazan, y paulatinamente llenan los puestos de las zonas hoteleras, amparados en que hablan y pueden accionar en varios idiomas.
Una intervención militar no es la solución. A la vista, simplemente no hay una forma mágica para lograr controlar la crisis haitiana. Por experiencia histórica, de estos temblores sociales siempre surge un bárbaro sediento de sangre que se declara dictador, hombre de horca y cuchillo que actúa con el sable en la mano cercenando cabezas.
Para la República Dominicana, que conoce en carne viva lo que son las intervenciones militares, una acción de fuerza de esa naturaleza es inaceptable. Ahora si la llevan a cabo las Naciones Unidas y los Estados Unidos, de ellos será la responsabilidad y la sangre.
Los Cascos Azules de las Naciones Unidas intervinieron por casi dos décadas a Haití y no encontraron soluciones a la crisis que comenzó con el desembarco de tropas. El desmantelamiento del ejército y la policía ha dado pie a las pandillas actuales y al crimen desorganizado.
En Haití es difícil encontrar un camino a la libertad y el desarrollo. Sus grandes masas no tienen esperanzas en el futuro y se agarran al vudú y a la emigración, como su trampolín salvador. Los dominicanos darían un paso en falso si pasan a ser parte de esta crisis. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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