Vivimos esperando que suceda esto o lo otro, que el tiempo se muestre a nuestro favor para «alcanzar» lo que deseamos, nos dedicamos a olvidarnos de nosotros en pos «del objetivo»…
Cuando logramos abrir los ojos, vemos que tan solo hemos avanzado dos metros. Una verdadera tragedia griega, hemos vivido muertos desde el principio y a este punto, logramos visualizar la línea que marca el final de nuestra existencia.
Hemos esperado tanto para celebrar, que la fiesta se termina y aún no hemos bailado ni una sola pieza. ¿Este eres tú? Te pregunto, ya, que de toda la gente que conozco, pocos están en la pista de baile.
Por supuesto que la fiesta no es necesariamente el «jolgor» y la algarabía, ni la rumba o el danzón, o sea, no se trata de bailar todo el tiempo para «estar bien con uno». Se trata de «estar y hacer» lo que a uno le satisfaga.
¡Esa es la fiesta que hay que buscar! Lo que uno quiera, le guste, le «asienta». Limpiar la calle, recoger basura, doctor o ingeniero o simplemente nada.
Alcanzar el estado de «no tener que hacer nada» posiblemente sea la fiesta que todos andamos buscando. Y no fue el negrito del batey quien me lo dijo, pero, «eso de trabajar a mí me causa dolor…»
El afán de realizar una función a cambio de recibir una paga, parece ser un «disfraz» moderno, de aquello llamado alguna vez «esclavitud». La creación del dinero y la mayor posesión de este, dan rienda suelta a las cadenas del pasado.
Soltar a los esclavos a cambio de recibir una paga, fue la brillante idea de quitarse gastos de alimentación, vivienda, salud, etc., que tuvo el «señor feudal», ahora cobraría por todos esos servicios y recibiría de vuelta lo pagado… y los esclavos… se creían libres…
La libertad sigue siendo una quimera en la sociedad moderna, el dinero se convierte en «un símil» de esta y alcanzarlo, para conseguirla, nos podría dejar agotados y muertos en vida.
En ese ambivalente mundo de creencias y afanes dejamos lo mejor de nuestro espíritu, lo mejor de nuestro cuerpo. Nos hacemos codiciosos y egoístas. Espiritualmente ajenos a la realidad de una vida efímera y finita.
La fiesta, que es tu vida, lo que te sostiene y eres tú, se terminara en cualquier momento, ¡no es que te vas a poner a llorar en tus últimos momentos, ya que, «en esos», lo que uno quiere es salir volando y no le importa nada!, sino que haz consciencia de donde estas y que estás haciendo.
Si no estás haciendo nada y no tienes que hacerlo para vivir, entonces estás en la fiesta adecuada, pero si no tienes la capacidad de hacerte la fiesta, entonces pregúntate ¿Quién la está haciendo a costa tuya?
Ese sueño monetario, recurso aceptado e impuesto en el planeta, parece ser «la más adecuada forma de civilización», sin embargo, la absoluta mayoría de habitantes, de los últimos 2 mil años, no han gozado de riquezas a pesar del afán de los gobiernos de que así sea.
El bienestar humano se ha distraído en esta fórmula escabrosa y engañosa. Hemos «cedido» vida y creados monstruos capaces de realizar los más inhumanos desmanes por adquirir fortuna. ¿No será hora de encontrar una mejor fiesta?
Si la vida es tan corta, acaso. ¿No nos merecemos lo mejor de ella? ¿No sería lo más justo para todos? ¿Si nos vamos a morir de todas maneras porque no podemos hacernos la fiesta constantemente hasta ese último día?
Lo interesante de esta dimensión en la que vivimos, es que podemos reinventarnos y romper todas esas reglas que nos mantienen estresados y al borde de la locura.
¡Vamos a encontrar esa fórmula que nos libere para siempre de las cadenas y hagamos la fiesta que nos permita recorrer y disfrutar del mundo sin tener que pagar un maldito centavo! ¡Salud! Máximo Fiestero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).