Roberto Valenzuela
Si esta guerra es ignorada, está sobreentendido que sus héroes están en el anonimato y que el país está en deuda de gratitud con ellos y sus familiares. ¿Quiénes fueron ellos y dónde libraron su guerra?
La Guerra de los Seis Años (1868-1874) es un hecho histórico desconocido para la mayoría de los dominicanos y dominicanas, pero evitó que República Dominicana fuese anexada a Estados Unidos.
Por esto algunos cronistas la bautizaron como la tercera guerra de independencia.
La Primera República se fundó en 1844, con Juan Pablo Duarte a la cabeza. La nación volvió a ser convertida en una colonia española en 1861, bajo el liderazgo de Pedro Santana. En la Guerra de la Restauración, iniciada el 16 de agosto de 1863, se recuperó la soberanía y se fundó la Segunda República.
Los restauradores no habían terminado de enfundar sus ensangrentados machetes con que derrotaron a España, cuando tuvieron que desenvainar sus armas para luchar contra otra potencia: Los Estados Unidos.
El presidente Buenaventura Báez promovió y firmó (el Congreso dominicano lo aprobó) un tratado de anexión con Estados Unidos. Y el presidente norteamericano Ulisses Grant empujó con entusiasmo el proyecto para que RD sea territorio de EE.UU.
Tocó a los olvidados héroes sanjuaneros, los generales Timoteo y Andrés Ogando Encarnación dirigir la lucha contra la anexión en Rancho Mateo.
Según una crónica histórica del Listín Diario, el primer combate fue en Boca de Cachón. Fueron derrotados, era un pequeño grupo de patriotas.
Los Ogando no se acobardaron y arremetieron, contando entonces con el apoyo de los generales Gregorio Luperón y José María Cabral.
Se apoderaron de Las Matas de Farfán, Neiba y otros pueblos sureños. Ya a finales de 1871 tumbaron el gobierno de Báez. Cabral ocupó la Presidencia. Está sobreentendido que, al derrocar a Buenaventura Báez, se derrotó (se fue al carajo) su proyecto de anexión a Estados Unidos.
En su libro autobiográfico (página 124), Luperón explica que «la revolución en el Sur, bajo la dirección del general Timoteo Ogando, ganaba terreno. Cabral encontró en San Juan una fuerza respetable, organizada y con todos los habitantes unificados en un solo pensamiento: derrocar a Báez y salvar a la Patria».
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