Insisto en que nuestra población esencialmente genuina, está compuesta por gente buena en su generalidad; personas que heredaron buenos valores de nuestros antepasados, entre ellos, la solidaridad y cooperación; ejercitadas al máximo durante esta temporada de festejos por Navidad y año nuevo. Una muchedumbre que procura de manera permanente, vivir en paz con sus semejantes; deseo que cada día es más difícil de alcanzar, debido a la descomunal delincuencia que sufre gran parte de la humanidad.
La delincuencia y criminalidad nos ha robado el derecho humano, fundamental de vivir en paz y disfrutar lo obtenido, fruto de nuestro trabajo y sacrificios personales. Las crisis económicas post COVID-19, carencias educativas, desigualdad o falta de oportunidades en igualdad para todas y todos, desesperanza, desempleo y las privaciones conque viven gran parte de las poblaciones a nivel mundial, quizás sean sus detonantes.
La descomunal inseguridad que vivimos a consecuencia de la excesiva delincuencia que arropa nuestras naciones, nos conculca libertades públicas; derechos fundamentales. En el caso de la República Dominicana, un Estado eminentemente joven, con una población de 10 millones 535 mil 535 habitantes, de los cuales, cinco millones 275 mil 893, equivalentes al 50.07%, son mujeres y cinco millones 259 mil 642, es decir, el 49.9% son hombres. La juventud, en edad comprendida entre 0 a 34 años de edad, ocupa más de la mitad de la población, específicamente el 60.63%, como confirma la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Lastimosamente hoy, una gran franja de ella está presa de facinerosos.
Nuestra nación adolece de paz, su población sufre; vive momentos de sobresaltos por la inseguridad que provoca el desbordamiento de la delincuencia en todas sus representaciones y niveles, máxime en esta temporada que busca disfrutar del asueto por Navidad, fin de año y año nuevo; compartir con allegados y familiares; desplazarse de una localidad a otra, confiando que su persona estará resguardada. Pero, nadie puede estar en paz a no ser que tenga su libertad, como inquirió el excelso Malcolm X, pero, para hallarla, debemos caminar todos juntos hacia ella, como nos recomendó el político y también cientista Benjamín Franklin.
Muchas son las acciones que han gestado nuestras autoridades e instituciones para contrarrestar el flagelo de la delincuencia, pero lo necesario no es la cantidad, sino que sean permanentes y contundentes. Estamos contestes de que el país, acciona desde hace años la agenda 2030 u Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), para alcanzar de manera equilibrada, desarrollo económico, social y ambiental. La paz, justicia e instituciones sólidas; reducción de las desigualdades, para impedir que las personas cometan deslices; salud y bienestar, que incluye la parte física y emocional, es parte de esta propuesta.
De igual forma, la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) 2030, que procura el alcance del progreso adecuado y sostenible de la nación, compuesta por 4 ejes estratégicos, divididos en 19 objetivos generales, 58 objetivos específicos y 460 líneas estratégicas de acción. En el segundo eje estratégico precisa que su ejecución procura una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades, en la que toda la población tenga garantizada educación, salud, vivienda digna y servicios básicos de calidad, como forma de promover la reducción progresiva de la pobreza, la desigualdad social y territorial, por ende, disminución de la delincuencia, y aunque, informes de avances de planes de derechos humanos, presentan cifras alentadoras, la perturbación que afecta diariamente a la población residente en distintos sectores del país, refleja la verdad. No tenemos paz.
La realidad refleja que se debe cambiar la metodología con la que se busca alcanzar la paz en nuestro país, y hacerlo rápido, si no queremos ser parte del ranking que comparte algunos países hermanos como México, Venezuela, Brasil, que tienen localidades altamente peligrosas. No permitamos que la delincuencia con sus tentáculos, continúe quitándonos a la juventud, a nuestra gente. Aún tenemos esperanza de seguir siendo lo que somos en esencia: una población cortés, buena, servicial…
Por eso, mientras nos unimos a la lucha para erradicar esta problemática; su prevención y persecución, mediante alianza con todos los sectores de la nación: auxilio ciudadano; también usemos alternativas para la protección personal, como cambiar la rutina, procurar mantener la vida privada siendo eso, privada; denunciar cuando entendamos que se nos ha vulnerado algún derecho; ese es un deber cívico o ciudadano; fortalecer en el hogar la educación en valores; proteger a nuestras familias…, juntos lograremos obtener el clima de paz, desarrollo y bienestar que merecemos.
Hasta la próxima entrega
santosemili@gmail.com
(La autora es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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