La inclusión debería ser un acto de justicia para evitar que las personas sean privadas de derechos que les correspondan por su condición humana. La acción de incluir es contraria a la de excluir que consiste en quitar a alguien del lugar que ocupaba o que le corresponde. La exclusión es un viejo fenómeno en la historia de la humanidad.
De conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ninguna persona puede ser discriminada en función de su color, su creencia religiosa, concepción política o procedencia geográfica. La etnia humana es solo una, independientemente de variaciones de piel. Solo el ganado ha de clasificarse por raza pues se vende y se compra.
Se han desatado ideologías que en nombre de la inclusión proclaman derechos, no solo de cuestionable legitimidad, sino que en nada contribuyen a la convivencia en armonía entre los seres humanos. Se pretende crear prerrogativas a un grupo en desmedro de la totalidad del conglomerado. Eso resulta desarmónico.
Un ejemplo notorio es el “empoderamiento” de los homosexuales y lesbianas en su intento de convencer, por todas las vías, a las demás personas de que la rareza, lo extraño, radica en el comportamiento heterosexual. Esta línea de acción cunde en medios de comunicación social y hasta en centros educativos.
Las erosiones al idioma español, por la presunta inclusión, constituyen otra visible torcedura que torna la aspiración de igualdad entre las personas en causa de conflicto o discordancia. La lengua es el primer signo de identidad de una nación, distorsionarla con disparates como “les niñes” o “todxs” es torpe y criminal.
Este año ha brotado una nueva cepa de la inclusión malsana, esta vez con más resaltado tinte ideológico. La conspiración ha sido disparada contra la expresión Feliz Navidad, que desde hace siglos se pronuncia en todo el mundo, en ambientes plenos de alegría. Los inclusionistas, desde Unión Europea, pretenden excluirla. El Papa emitió su queja.
Estos avivatos quieren gozar la fiesta, motivada en el nacimiento de Jesucristo, pero excluyendo a la figura principal, a quien le ha dado origen a la celebración. Para ser inclusivos prefieren el genérico “felices fiestas”. Supongo que ni judíos ni musulmanes tengan interés en festejar al Nazareno. Navidad es fiesta cristiana.
Hay derecho a no celebrar Navidad, pero nadie puede, en nombre de una presunta inclusión, menoscabar el sentido de esta fiesta universal. La cultura dominicana incluye entre sus componentes esenciales la fe cristiana, aunque celebremos como paganos. Cuidado con las ideologías que vienen como lobos vestidos de ovejas. ¡Feliz Navidad!.
rafaelperaltar@gmail.co
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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