Si el pueblo dominicano ha sentido menos la muerte del humanista Federico Henríquez Gratereaux es por falta de conocimientos. Si estuviéramos más conscientes de la pérdida, de seguro que nos echaríamos a llorar. Es como para que se cumpla el adagio que reza “Ojos que no ven, corazón que no siente”.
Humanista es una persona que se dedica al cultivo de las disciplinas vinculadas a lo relacionado con el ser humano, no como ente material, sino a partir de las condiciones que lo apartan de la animalidad. La educación modela a la persona desde su infancia a fin de predomine en ella lo humanístico sobre lo animal.
Mencionar a Federico Henríquez Gratereaux era – y es- como decir letras, humanismo, cultura, literatura, historia, filosofía. Falleció el pasado miércoles (16-10-2024) y el acontecimiento resulta de menor estremecimiento porque falta plenitud de conciencia acerca de la grandeza intelectual del fallecido.
En una sociedad en la que muchos profesionales, con maestrías y doctorados, no saben dónde queda la Biblioteca Nacional; donde autoridades edilicias cierran las bibliotecas municipales; donde parecer es más importante que ser, la obsolescencia que le atribuyen a los libros recae también sobre los escritores.
Henríquez fue escritor. Escritor de libros, escritor de periódicos, escritor de conferencias y de discursos. Publicó una novela y miles de artículos en diarios y revistas, pero sus mayores esfuerzos los canalizó hacia el ensayo.
Escritos para explicar fenómenos sociales, culturales, históricos, políticos. Era, ante todo, un pensador. Quien no haya leído “Un ciclón en una botella”, debe hacerlo hoy. La biografía suya que aparece en la página de la Academia Dominicana de la Lengua lo señala como ensayista, sociógrafo, novelista y periodista. Allí ostentó la calidad de miembro de número desde 1980.
Era el más antiguo, además de subdirector de la Junta directiva. Entre sus libros se cuentan: La Feria de las ideas (1984, 1988, 1993, 2001), Peña Batlle y la dominicanidad (1990, 1996), Un antillano en Israel (1995), Negros de mentira y blancos de verdad (1988, 1994), La globalización avanza hacia el pasado (1995),
La guerra civil en el corazón (1993, 1995), Un ciclón en una botella (1996, 1999), Empollar huevos históricos (2001) y Ubres de novelastra (2008). Con Henríquez Gratereaux desaparece un maestro de la palabra y un intelectual rico de conocimientos. Cito nuevamente la página de la Academia: “Por esa convicción ocupa en nuestro tiempo el sitial que en el suyo ocuparon pensadores de la talla de Pedro Francisco Bonó, Américo Lugo o Peña Batlle”. Ojalá un día se aprecie su valioso legado.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).