El ministro de la presidencia Gustavo Montalvo anunció orondo el jueves 2 de abril “que el gobierno dominicano ampliaría su arsenal de combate a la COVID-19) con la llegada del primer lote de 50,000 tratamientos de hidroxicloroquina, medicamento con potencial para mejorar la situación de muchos afectados”. (Ver SNS DIGITAL, órgano del Servicio Nacional de Salud que dirige Chanel Rosa Chupani).
En esa oportunidad se informó y se agradeció un préstamo (¿amarrado?) de 2.1 millones de dólares, facilitado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para “combatir la covid 19”, el tristemente célebre “enemigo invisible de la humanidad”.
A esa fecha todavía la OMS seguía imponiendo ese medicamento en su rígido protocolo, combinado con uno de dos antibióticos (Azitromicina o Cloritromicina), consideraba además la enfermedad como una especie de neumonía y eran conocidas las denuncias de los vínculos de esa entidad con las grandes corporaciones farmacéuticas y su proceso de privatización bajo el mando de la Fundación Bill y Melinda Gates.
Pero resulta que a esa fecha habían sido publicadas tanto fundamentadas objeciones a ese protocolo como nuevas consideraciones respecto a las características de la enfermedad y sus impactos en el organismo humano. Avanzaban las investigaciones que mostraban daños a nivel de glóbulos rojos y generación de trombos en las redes capilares de los pulmones.
Observen ahora lo que ha pasado: a mediado de esta semana la OMS suspendió bajo presión el uso de la hidróxidocloroquina porque la revista científica The Lancet dio a conocer un estudio de la Universidad de Harvard que demuestra que el uso de ese medicamento “aumentó en un 33% el riesgo de muerte” en los pacientes a los que se le aplicó, y peor aun cuando se combinó con esos antibióticos. La investigación se hizo en 671 hospitales de 6 continentes, escogiendo 96,032 pacientes ingresados del 20 de diciembre al 14 de abril.
Es un estudio comparativo con otros tratamientos que reveló el volumen de casos de arritmias y trastornos eléctricos provocados por la hidroxidocloroquina y confirmó la “ausencia de beneficios y de efectos positivos para supervivencia” durante su uso, aun con los costosos ingresos y cuidados hospitalarios que también forman parte de la medicina como negocio. En infectados ambulatorios el cuadro podría ser más grave.
Ahora habría que identificar los millones gastados, las ganancias obtenidas por el capitalismo de la salud y el costo material y espiritual del tráfico de influencia que implicó “sanar” matando y enfermando durante 5 meses. Y vale además exclamar: ¡que gobierno y que tecnócratas nos gastamos en RD!.
narsoisa@gmail.com
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