Buenos Aires (RT.com).- El expresidente de Argentina, Carlos Saúl Menem, murió hoy a los 90 años de edad en una clínica de Buenos Aires en la que permaneció internado durante las últimas dos semanas debido a una infección urinaria que se agravó con el paso de los días.
Luego de sufrir una falla renal, los médicos le indujeron un estado de coma del que ya no pudo recuperarse.
Su fallecimiento cierra un capítulo en la historia política argentina, ya que este abogado, que el pasado 2 de julio cumplió 90 años, encabezó un gobierno que consolidó el modelo neoliberal con una cadena de privatizaciones que quedaron marcadas por escándalos de corrupción y la deformación de una economía que se basó en la ficticia equivalencia de un peso con un dólar estadounidense.
Los inicios
Menem nació en 1930 en La Rioja, una provincia del noroeste argentino, en una familia de origen sirio. Siendo un joven universitario se afilió al Partido Justicialista fundado por Juan Domingo Perón, el presidente que sufrió un golpe de Estado en 1955.
A pesar de que el peronismo quedó proscrito, Menem siguió militando en la clandestinidad. En 1962, a los 32 años, se postuló a su primer cargo de elección popular como candidato a diputado provincial en la Rioja bajo las siglas del partido Unión Popular, que sí era legal. Ganó, pero un nuevo golpe de Estado le impidió asumir como legislador.
La carrera política de Menem tuvo un punto culminante en 1973, cuando triunfó en las elecciones para ser gobernador de La Rioja, pero no pudo cumplir su mandato de seis años debido al golpe de Estado de 1976 que terminó con la Presidencia de Isabel Martínez de Perón. Los militares detuvieron a Menem durante dos años y luego lo mantuvieron bajo vigilancia, pero aún así el dirigente continuó con su carrera política.
En 1983, al término de la dictadura militar, Menem volvió a postularse como gobernador de La Rioja y repitió el triunfo que ya había logrado una década antes. Desde ahí, saltó a la candidatura presidencial del peronismo en 1989.
«Síganme, no los voy defraudar», fue el lema de una campaña en la que retomó el discurso peronista de izquierda basado en promesas de equidad social que jamás cumpliría. «Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie», diría años más tarde, cuando ya era evidente que encabezaba un gobierno de derecha y que iba a dejar un saldo de empobrecimiento y de vaciamiento de los recursos públicos.
El emblema del neoliberalismo
Menem asumió la Presidencia cuando el país padecía una grave crisis económica que se había traducido en una hiperinflación. El paliativo de la crisis fue la llamada «convertibilidad» que implicó que el peso argentino valdría lo mismo que un dólar.
Además, privatizó alrededor de 60 empresas estatales, incluidas algunas que prestaban servicios esenciales como distribución de gas, electricidad, agua, gas, transporte urbano, trenes, Aerolíneas Argentinas, el Correo, los aeropuertos, minas, astilleros, fábricas militares y la empresa petrolera nacional Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
En política internacional, su alineamiento con Estados Unidos fue incondicional, tanto, que el canciller menemista aseguró que eran «relaciones carnales».
Con respecto a la política interna, indultó a los miembros de las juntas militares que habían sido condenados por delitos de lesa humanidad y a los exlíderes guerrilleros, lo que frenó por completo el proceso de justicia que buscaban los organismos de derechos humanos.
Con la economía estable y dolarizada, lo que permitía a miles de argentinos viajar al exterior, más la ilusión de las millonarias inversiones extranjeras que se quedaban con el control de compañías estatales y una inicialmente drástica reducción de la pobreza, la popularidad de Menem subió, pero su mandato vencía en 1995 y él quería permanecer en el poder, así que impulsó una reforma constitucional para recortar de seis a cuatro años el periodo de gobierno presidencial pero con posibilidad de una reelección.
Su gestión, sin embargo, había quedado empañada por múltiples escándalos de corrupción. «La Ferrari es mía, mía, mía», dijo Menem al resistirse a devolver un lujoso auto que le había regalado una empresa privada, lo que está vedado por la ley de ética de servidores públicos. La ostentación de los lujosos viajes de los políticos era habitual, así como el exhibicionismo de su riqueza en las llamadas «revistas del corazón». El presidente jugaba tenis, manejaba autos deportivos, bailaba en programas de televisión, se sacaba fotos con los Rolling Stones. Y se volvía cada vez más rico.
El esplendor de «la fiesta menemista», como bautizó la prensa a esta época, quedó opacada por los ataques terroristas que sufrieron en 1992 la embajada de Israel en Argentina, y en 1994 la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), con un saldo de 107 muertos, centenares de heridos y plena impunidad, porque casi tres décadas después no hay un solo detenido por los atentados.
En 1995, Menem ganó su ansiada reelección, pero al mismo tiempo la burbuja de supuesto progreso creada durante su gobierno comenzó a desinflarse. La ecuación «un peso = un dólar» era insostenible, la pobreza y el desempleo aumentaban y el presidente fracasaba en su intento de reinterpretar la Constitución a su conveniencia para volver a postularse.
Cuatro años más tarde Fernando de la Rúa ganó las elecciones presidenciales, pero Menem le había heredado una bomba de tiempo que estalló en 2001, con una grave crisis económica, social y política que dejó decenas de muertos en protestas y una pobreza récord superior al 50 %. De la Rúa renunció y Argentina tuvo a cinco presidentes en la última semana de 2001, hasta que Eduardo Duhalde asumió como interino y convocó a elecciones para el 2003.
Menem se postuló y ganó la primera vuelta con el 24,45 % de los votos, pero cuando las encuestas vaticinaron su abrumadora derrota frente a Néstor Kirchner en segunda vuelta, decidió retirar su candidatura. En 2005 ganó una senaduría por La Rioja que logró alargar a través de reelecciones, lo que le permitió blindarse hasta el momento de su muerte ante las causas judiciales que se acumulaban en su contra.
Condenado pero en libertad
Menem fue el primer presidente de la democracia argentina condenado en varios procesos judiciales, pero no tuvo que cumplir ninguna pena en prisión gracias a los fueros de los que gozaba como senador y a la tardanza de los múltiples procesos judiciales en los que estuvo involucrado.
A fines de 2015, un tribunal lo condenó a cuatro años de prisión por el pago de millonarios sobresueldos (sobornos) que recibieron funcionarios durante su gobierno. En 2019 recibió otra condena de tres años y nueve meses de prisión por haber cometido el delito de malversación de bienes públicos al autorizar la venta, a un precio ínfimo, de un predio estatal en la ciudad de Buenos Aires que quedó en manos de la Sociedad Rural Argentina. Ambos casos estaban a consideración de la Corte Suprema de Justicia, órgano que nunca se expidió para ratificar o desestimar las sentencias.
En junio de 2017, Menem fue condenado a siete años de prisión por haber participado en la venta multimillonaria e ilegal de armas a Croacia y Ecuador durante su mandato. Al año siguiente otro tribunal lo absolvió pero no por considerarlo inocente, sino debido a que se había vencido el «plazo razonable» para la realización de un juicio, ya que la causa había iniciado en 1995. Por esta investigación, ya había enfrentado una prisión domiciliaria en 2001.
El expresidente también fue imputado por los 6,6 millones de dólares que tenía depositados en cuentas en Suiza y que omitió en sus declaraciones juradas, y por su posible participación en el encubrimiento del atentado a la AMIA, acusación de la que quedó absuelto.
Vida privada más bien pública
La vida personal de Menem fue motivo recurrente de cobertura mediática que el propio expresidente alentaba.
A mediados de 1990, Pocos meses después de asumir la Presidencia, echó de la residencia oficial a su esposa Zulema Yoma, con quien se había casado en 1966, y a sus hijos Zulema y Carlos. El joven deportista moriría en marzo de 1995 en un accidente automovilístico, aunque su madre siempre denunció que fue un atentado.
Después de años en los que se le adjudicaron diversos romances, en mayo de 2001 Menem se casó con la Miss Universo chilena Cecilia Bolocco, con la que tuvo a su hijo Máximo. La pareja se separó en 2007 y desde entonces mantuvieron una tensa relación.
Menem arrastró durante años un juicio por paternidad, ya que a principios de la década del 80 había tenido un hijo extramatrimonial con la exdiputada Martha Meza, pero lo reconoció recién en 2007, cuando el joven Carlos Nair se hizo famoso al participar en el programa Gran Hermano.
Cecilia González
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