A los voceros de la contrarreforma no les importan las razones que ofrezca el Gobierno en torno a los cambios que incluye la reforma constitucional propuesta. Se trata, para ellos, de una oportunidad para brillar con fines proselitistas, unos, y de resucitación política, otros. Esto, pese a que faltan cuatro años para las elecciones.
Lo primero aplica al doctor Leonel Fernández, quien conserva el entusiasmo originado durante el pasado proceso electoral, cuando vendió la ilusión de un posible triunfo. En realidad, no le fue del todo mal, pues venció al viejo PLD. El mismo que se ha atrevido a criticar el proyecto de reforma a la Constitución, pero por razones diferentes a las del otro. El morado busca sacudirse y espera, como Lázaro, una voz que le diga: “Levántate y anda”.
Los hechos del pasado alimentan el escepticismo frente a una reforma constitucional promovida desde el Poder Ejecutivo. Debido a las acciones de quienes le han precedido en el Gobierno, parece increíble que el presidente Luis Abinader introduzca en la Constitución disposiciones que le impedirán gobernar después de 2028.
Recordemos. En 2002 Hipólito Mejía introdujo una reforma de varios artículos de la Constitución, entre ellos el 49 y así eliminó el impedimento de la repostulación presidencial por un período consecutivo. Mejía no consiguió la reelección, pero le allanó el camino al candidato Leonel Fernández, entonces del PLD morado.
Fernández fue elegido presidente en 2004 y recién iniciado el siguiente cuatrienio motorizó una reforma para desaparecer el artículo 49, el cual disponía que después de repostularse, el presidente no podía optar jamás por ese cargo ni por la vicepresidencia de la República. Impuso el modelo de períodos alternos.
En 2012, fue elegido presidente Danilo Medina, quien retornó la Constitución al modelo hipolitista y se impuso en su partido como candidato. Una vez reelegido, Medina intentó reformar la Carta Magna nuevamente y llevarla al modelo que había encontrado, el de Fernández. Algo muy burdo.
La propuesta de Abinader sirve a estos voceros de la contrarreforma para mostrarse ante la opinión pública como líderes preocupados por la buena marcha de la nación. Pero como diría La Lupe…lo suyo “es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”.
A Fernández, además, le pica la vanidad de preservar “su” Constitución, la de 2010, que él la quiere para siempre, en contra de la ley de la evolución. Todo cambia, incluso las actitudes de los gobernantes. Abinader es diferente a quienes le precedieron, su reforma es sincera y es para bien.
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).