La realidad es que uno se pasa la vida rebuscándose por todas partes, como si uno se empeñara en desprenderse de sí mismo.
De niños vamos abrigando sueños que se van transformando a medida que crecemos. Uno pasa de bombero a policía a general a doctor a ingeniero.
En el trasfondo de su abismo, es decir, a una edad “sesentana” uno “todavía” se pregunta ¿sí logró vivir o no como quería?.
Uno se consuela con todo lo vivido y andado y agradece por sus hijos, sus ex suegros, sus nietos y demás “individuas” e individuos que se cruzaron en alguna parte del camino…
Pero en el fondo, la pregunta sigue rondando ¿viví la vida que quería?.
Llega hasta a felicitarse, como fórmula de consuelo, por todos los esfuerzos y sacrificios superados y alcanza hasta a “sentir” cierto “orgucillo” por estar “donde esta”…
Lo cierto es que bastarían unos segundos del camino de la vida para haber vivido “cualquier otra vida”. Por ejemplo; si la chica que nos dijo si, hubiese dicho no y la que nos dijo no, hubiese dicho si… en docenas de ocasiones…
Muchas veces, uno se embarca y se deja llevar por pasiones que en realidad son obsesiones de las que nos percatamos más adelante… cuando el tiempo se despierta.
Y así vamos en una constante lucha de conquista y alboroto descuidando repetidamente lo más importante de nuestra creación humana…la conciencia.
La llevamos a la carrera en una desenfrenada carrera que no nos permite ser por intentar ser lo que no somos y que “seguramente” nos llevara…donde no seremos.
A fin de cuentas ¿qué es ser? Y ¿qué es no ser?.
Cuando William Shakespeare, comenzó ese soliloquio de la obra “Hamlet”, allá cercana al 1600. Se preguntaba si “¿Cuál es la más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia?”.
Su inquietud radicaba en el “temor” de no saber que hay más allá de la muerte y que por esto, éramos capaces de resistir todos los infortunios, en el “no ser”, sin arriesgarnos a ponerles frente en el “ser”.
Pero como ya insinué, llevamos una vida tan distraída que pocos son los capaces de preguntarse si ¿son… o no son?.
No es que sea un asunto sencillo, el mismo Shakespeare lo dice; “patrimonio de nuestra débil naturaleza” […] “esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga”.
No es un asunto para amargarnos la vida. Si hace más de 400 años que la vida abrigaba los mismos dilemas que hoy en día, hace más de dos mil que Aristóteles decía que; “el bien supremo del hombre es la felicidad” y que para alcanzarla uno debía ser “perfecto” en el ejercicio propio que “elija”.
Para el filósofo alemán Immanuel Kant (1724) “el deber se sostiene en la voluntad que es un fin en sí mismo. Asegurando la virtud o el “deber ser”.
Así podemos concluir que el hombre a través de su historia ha buscado afanosamente ser y “no ha podido” sin embargo si ha coincidido en que todos buscamos la felicidad y que ella está representada en el “poder ser” ya que como dijo Patt Francess, ósea yo, «solo el que es puede ser”.
Vivir es un ejercicio de tolerancia y desapegos. Tolerar el “bienvenir” o “malvenir” (si, también creo mis palabritas) es un fin al que estamos obligados a sobreponernos con la voluntad hasta alcanzar la virtud.
El deber de “ser” requiere de mucha fortaleza, tanta, que muchos prefieren obviar la disciplina de alcanzar la “perfección” que alude Aristóteles.
¡Total! Esto de ser o no ser parece un camino fastidioso. Los piratas andamos de alma en alma y de ser en ser. Al final todos vamos para el mismo sueño ¿y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número? Pregunta Hamlet.
¡Ser o no ser…esa es la pregunta!. ¡Salud!. Mínimo Caminero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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