El pasado miércoles 17 fue celebrado el Día Mundial del Reciclaje y se realizaron diversas actividades para promover la toma de conciencia respecto de la necesidad de cuidar la salud ambiental. Uno de los más importantes actos en ese sentido tuvo lugar en la Biblioteca Nacional, con la participación de distintas instituciones.
Hablaron en representación de sus respectivas entidades, Rafael Féliz, por el Ministerio de la Juventud; Porfirio Peralta, director de Promipymes; Alicia Baroni, directora de la Biblioteca Infantil y Juvenil República Dominicana, y quien esto escribe, en nombre de la Biblioteca Nacional. Comparto algunas de las ideas que expuse allí.
Lo primero fue afirmar que esa actividad iba en beneficio de todos quienes habitamos en nuestra isla. La reutilización de objetos hechos de plásticos, cristales, metales o de otras materias no degradables, es una de las decisiones más atinadas de la sociedad de nuestro tiempo. Es de inteligentes sacar provecho de la basura.
El reaprovechamiento de cosas desechables ha sido práctica tradicional de los sectores menos favorecidos, quienes, por mandato de las necesidades y carencias, convirtieron en enseres del hogar latas, potes, corotos, cajas que sirvieron de empaques para alguna mercancía. Ahora debemos reciclar por conciencia ambiental.
Yo me pregunto ¿qué sería de Santo Domingo y otras ciudades dominicanas sin las brigadas de hombres que se dedican a recoger botellas de cerveza? Si no fuera por ellos, estuviéramos verdaderamente invadidos por esas botellas cuyos contenidos otros consumieron y las dejaron tiradas en cualquier parte.
Aprender a reciclar, sobre todo esos esos artículos hechos de materias perennes, es una demostración de crecimiento para una sociedad. Se siente en la economía y se expresa en la salud ambiental, por lo cual es ineludible aprender a reusar objetos como los neumáticos y botellas, por ejemplo. Es un parámetro para medir el desarrollo.
Nadie debe dudar de que las inundaciones que se producen en las ciudades cuando llueve, se originan en el depósito de desperdicios pesados en las calles, debido a que estas basuras tapan las cunetas y los desagües. El tirar desperdicios en los ríos afecta la calidad del agua y nos impone depender de aguas comercializadas.
Lo ocurrido en la Biblioteca es una clarinada, un toque de atención para que frenemos la nefasta práctica de llenar de desperdicios nuestras ciudades, nuestros ríos, nuestros arroyos y nuestros mares. Alguna vez debemos pensar en nosotros mismos en forma justificada. Se justifica pensar en nosotros, en nuestros hijos y nietos. Ojalá que nos sea de provecho esta jornada en favor del ambiente.
rafaelperaltar@gmail.com
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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