Cuando uno se viene a dar cuenta, hemos sido «tantas cosas» que llegamos a sobrepasar, por mucho, al Camaleón. Ese reptil que cambia de color para camuflarse de acuerdo a «su conveniencia»…
Era doctor, pero ahora soy «pescador», fui bartender y ahora soy ermitaño. Era comunista y ahora soy capitalista. Y así nos vamos en «eras» que nos transportan a diversas «dimensiones»…
¡Sí! Porque cada cosa que fuiste te llevó a diversos escenarios en donde conviviste con «ese presente» que se ha esfumado… Yo era el esposo de fulana y desde que la dejé mi vida se ha «transformado» para bien o para mal… se la dejo ahí.
Sin lugar a dudas que todos esos momentos pasados, en que fuimos, nos han dejado una experiencia y muchas nostalgias anheladas o desdeñadas. Eso ya depende de usted, sin embargo, para mí forman parte de un sueño, al que me gustaría visitar, así sea por unos segundos.
Cada uno de nosotros, de cierta manera, «extraña» el pasado, así haya sido el enterrador del cementerio, porque todo el pasado guarda algo de lo que fuimos, guarda «ese era» al que nos gustaría conocer mejor para corregirle algo o retomar lo que «era».
Hay un «sinsabor», una «falla», o una virtud que, en algún momento, nos hizo estar donde hoy estamos. «Algo», que pudo cambiar por completo la vida que llevamos.
En cada «era» se respira un anhelo escondido, como si uno se negara a ser lo que hoy somos. Y en el fondo, lo que en verdad uno anhela no son todos esos palos que uno cogió trabajando en la factoría, o esos amores «calientes» y esas locas aventuras. Uno lo que extraña en verdad es la juventud y «esa» belleza que se… era.
Este cuerpo quejumbroso, estos parpados caídos, esta carne que se afloja y se estira como goma a cambio de toda esa vanidad juvenil que uno era, cuando «la belleza» lucia sus galas y el candor andaba parado buscando posada.
Lo eterno debe ser firme y constante, así siempre se ha «definido» al paraíso. Aquel lugar en donde seremos bellos y jóvenes para siempre. Así se promete el consuelo a todas estas almas en pena…
Yo, en cambio, no anhelo lo que era por esas «nimiedades» banales de hombres y mujeres. Si acaso busco algo en lo que era, será la libertad del camino. Aquellos momentos en los que estaba solo conmigo y la puerta abierta sin cerradura.
Extraño lo que era temerario porque no había a quien dejar huérfano. Ni preguntas, ni respuestas, que no brotaran de uno mismo y se hacían sin importar a donde iban ni que buscaban, porque los caminos eran muchos y uno estaba dispuesto a recorrerlos todos.
Lo que era, era lo que era, un tenis, un zapato, una chancleta, una camisa y un jeans. Los bolsillos vacíos, pero unas ganas que los llenaban.
Mañana, cuando este momento se convierta en era, seguro que también lo extrañaré. Como si uno se fuera disolviendo en el camino sin apreciar a consciencia el momento presente. Como si el futuro fuera un abismo que resistimos tocar.
Ismael Serrano se evita toda esta perorata mía con tan solo una estrofa; «Ya solo me queda, la vacía pena del viajero que regresa, estoy tan perdido, soy el asesino de tantas primaveras… ya nada es lo que ERA». ¡Salud! Mínimo eranero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).