La última vez que dije si, me cambió la vida. La última vez que dijo no me la volvió a cambiar.
Esto que soy ahora es la suma de mis «nos» y «sis». Un largo y ancho camino recorrido entre debates y decisiones en donde cada senda va signada por una aprobación o negación.
No hay «nosis» es decir, términos medios en el trajinar de la vida. Uno dice si o no, las dosis de colores pálidos, tímidos o sucios no caben en nuestra ecuación asignada.
Cada vez que negamos «algo» estamos dando curso a nuestro «famoso libre albedrío» igual si aceptamos positivamente a «esas cosas» que fortuita, calculada o destinadamente nos colocan de por medio…
Hagamos memoria y situémonos al pasado. Miremos detenidamente en cuál «no» o «sí» marcamos toda una cadena de consecuencias que se tradujeron en un sinnúmero de situaciones arrastradas, o ya no, hasta el día de hoy.
¡Si hubiera dicho! ¡No! Tú no estarías acá, por ejemplo; los hijos, la mujer o el que sea. Mi vida andaría quién sabe por donde. Sería otra, sin lugar a dudas. Gracias a todos esos «sis» dados, hoy lamentamos, o agradecemos, donde estamos y lo que hemos traído.
Se imagina que los hijos que tiene no serían los que son, sino «otros» a los que nunca mirara sus caras. Son «esos» que dejaron de existir gracias a ese no que dijo por alguna parte y a ese sí que dijo por otra.
No estamos descubriendo la penicilina, por supuesto, pero si estamos «motivando» algunas células cerebrales. Meditar estas cosas, siempre nos llevarán a agradecer lo que felizmente nos hace, lo logrado al presente o, por el contrario, lo que no…
La buena noticia es que aún disponemos de un montón de «nosis» para cambiar lo no deseado o para «jugárnosla» una vez más en el juego de la incertidumbre.
La mala es que para ambos hace falta una dosis de coraje que va acompañada de frialdades e indiferencias ante los «damnificados» que irán surgiendo a medida que vayamos trazando el surco de la vida.
No lo sabemos, pero estamos cargando muertos nunca vivos y vivos siempre muertos. Una especie de lotería abstracta en donde los «ganadores» preferirían haber perdido y los perdidos haber ganado…
Un sinsabor a amarguras y derroches. A sueños y pesadillas, a certezas e «incertezas». Quejidos que susurran nocturnos las calles oscuras y desiertas. Ladridos de perros gatunos mezclados con maullidos de canes silentes.
No vuelvas a verme. Sí, me iré contigo. No me vayas a olvidar. Sí, abre la puerta. Vamos entre nosis indiscretas tallando telares y tejares o «tejemenejes» como dice kasky, o «el águila sagrado» de pesadas plumas de oro.
Llevando sombras y luces a las que agradecer y quejarse. Todas surgidas del complaciente si, o del abominable no. Cuantos no te han salvado, cuantos te han hundido… ¿Cuántos si?
Entre él no y el sí está la nada, lo indiferente, parte intrínseca del absurdo. Lo «nodal», lo nulo. Está lo que no tiene sentido, es decir, el misterio mismo bañado de ambivalencias. Un sentimiento ingenuo que, cuál niño, duda dar el primer paso.
La «Nosis» del pecado y la salvación. De la desgracia o la maravilla. Una chispa loca que navega presurosa e inquieta por la consciencia intentando «motivar» a un lado como al otro.
Una pirata dispuesta a prostituirse con tal de recuperar el mapa perdido de… un tesoro que señala dos rutas en sentido contrario. Todos sabemos que una miente y la otra, posiblemente., pero también sabemos que dependemos de un sí para ser felices o de un no para serlo igual.
Si su problema es decir no queriendo decir si o viceversa, no coja lucha y dele pa’ lla’. ¡Total! Lo que a veces parece bueno resulta malo y lo que parece malo resulta bueno.
Alcanzar a percibir las vibraciones de la «Nosis» solo se consigue cuando uno ya está en las últimas y a esa edad un no o un sí no tiene mucho futuro por delante. Por lo que estar entre él no y el sí quizás sea el lugar más seguro. ¡Salud! Mínimo Sinoero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).
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