El amor no es el amor, por lo menos, no lo que pensamos…
Dentro de toda esta ecuación en la que estamos enfrascados en la vida, hay muchas formas de «hacernos» cumplir los mandatos del destino.
Dentro de todas ellas, está el amor. Esa «extraña» atracción que nos ciega, nos impulsa y nos da «vida». Vida, porque uno no sabe lo que es vivir hasta que se «inmerge» en esa pasión que todo lo devora.
Hasta que llega «el enamoramiento», uno ha vivido entre tumbos y vaivenes. Automáticamente caminando y haciendo «las labores» normales de todos los humanos.
Uno abriga un «no sé qué» que lo impulsa a seguir adelante, «sabiendo» que «hay algo» que lo aguarda en algún lugar del camino que anda recorriendo.
Uno presiente, que más adelante, «encontrará» lo que no se le anda perdiendo. Sabe que tendrá que «cumplir» con lo que todos estamos cumpliendo.
Una casa, una pareja, unos hijos y todos esos «accidentes» destinados a jodernos la vida o a hacérnosla más llevadera…
Y sucede cuando uno menos se lo espera, se aparece este individuo o «individua», «encantador» que nos ilumina el alma. De repente olvidamos toda la carga llevada y nos sentimos «ligeros» y vivos…
La vida adquiere sentido, por primera vez, y deseamos «continuar» viviendo más que nunca. Ya no hay quejas y todo lo aceptamos. La magia se ha hecho presente y los colores del cielo y la tierra se hacen intensos.
El mundo se hace «real» paralelamente a los pensamientos que, constantemente, nos llevan a esa persona que «el cielo» nos ha puesto en el camino.
Estaba escrito que tuvieras que cruzarte con ella y «cumplieras» con las matemáticas universales. El cálculo «exacto» del universo no anda con rodeos ni puede darse el lujo que te andes de «libre albedrío» desordenando las cosas.
Una pisada atrasada, un segundo de distracción podría cambiar todo el entramado escrito provocando una hecatombe de la que no tienes ni puta idea.
Los sufrimientos, los placeres, los deseos, la pasión y todo lo que aprenderás, bueno y malo, tendrás que sentirlo sí o sí. No hay escapatoria que te «absuelva» de ser humano.
Estás donde estás porque así se ha escrito. No es una lotería donde unos sufrirán menos que otros. Todos, tenemos que pasar por lo mismo. Todos, tendremos «la oportunidad» de aprender o de ignorar lo que se nos brinda.
Pocos aprenderán y volverán a caer en las trampas. Insistirán en buscar ese sentimiento perdido, esa «droga» anhelada que los elevó a un estado de éxtasis y locura.
Y caerán al fondo, donde está la otra cara. Un sufrimiento que nubla los sentidos y nos transforma en animales feroces, donde el odio intenta borrar toda huella del sueño.
Una pesadilla perdida intentando sanarse desde adentro.
Enamorarse, es la sensación de perderse en otro. De entregar todo lo que uno es a cambio de una mirada, un abrazo, una palabra, un gesto.
Es una dimisión total de todo lo que compone tu esencia. Ya no te importas ni tú mismo y estás dispuesto a dar, ni lo que tienes. Te hace capaz de imposibles, de tocar estrellas y encender nuevos soles.
Los que han logrado atravesar esa «esencia» y se han despojado de «esas maravillas», alcanzan a preguntarse cómo fue posible caer en tales desvíos. No logran entender qué pasó, cómo y cuándo.
El arma más eficaz es la manipulación que nos «inyectan» desde «esas otras latitudes» de donde venimos. Nos obligan a pasar de todo como si con ello «nos ayudaran» a corregir o aprender lo que es necesario para avanzar…
La vida sigue siendo un misterio, una clase, una escuela. No sé, solo sé que a veces me siento dirigido a realizar cosas que no entiendo ni estoy de acuerdo sin poder evitarlas.
Lo mismo que te pasa a ti y a todos. Algunos se quedan quietos y pasivos. Resignados y conformes en un camino que no quieren y otros, seguiremos pataleando y quemándonos las nalgas constantemente en estos juegos del azar que tanto disfruta el universo y tanta pela nos da a nosotros. ¡Salud! Mínimo Enamorero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, EEUU).