Reflexiones en campaña #31
El término Caudillo es utilizado para referirse a un cabecilla o líder, político, militar o ideológico. En la República Dominicana esta figura es parte de la historia del liderazgo político de los siglos XIX y XX, pero que aún deja vestigios en nuestros tiempos, con la impronta de hombres que avivan pasiones y lealtades personales más allá de las instituciones, como es el caso del tres veces Presidente Leonel Fernández.
Las condiciones innegables de Leonel y el hecho de haber ejercido el poder por 12 años, solo hace su liderazgo comparable al del doctor Joaquín Balaguer. Miren que no menciono al profesor Juan Bosch ni al Doctor Peña Gómez, porque sus liderazgos no estuvieron signados por el ejercicio gubernamental, sino que fueron liderazgos determinantes más no se construyeron desde la mansión de Gazcue.
Recientemente leí un artículo de un connotado intelectual dominicano donde sostiene que los caudillos, para ser tales, deben tener un liderazgo eminente, incuestionable, sin disidencias partidarias gravosas ni militantes que desoyan sus orientaciones, ni transgresiones que afecten su impronta ni derrotas que afecten su liderazgo. Incluyo a este limitado catálogo que todo líder debe ser depositario de una obra o gestión de gobierno, que lo fije en la memoria de una parte importante de su pueblo.
No hay dudas de que el fenómeno Leonel Fernández es una realidad construida por sus excepcionales condiciones intelectuales, por la resiliencia de su carácter y por una obra de gobierno que tiene innegablemente muchísimo más luces que sombras.
Muchos entienden que el término «caudillo» se usa peyorativamente para definir liderazgos anti democráticos, pero no es cierto: son gobernantes que se van haciendo imprescindibles debido a que no surgen dirigentes que puedan disputarles sus espacios, más aún porque su paso por el Palacio Nacional los hacen acreedores de una «fidelidad de gestión» de una parte importante de electores, que se sienten identificados con su formas de actuar y gobernar la nación.
Lo que quedó demostrado el domingo pasado en el acto constitutivo del «Congreso Profesor Juan Bosch» es que Leonel es el último caudillo de la política dominicana. La Fuerza del Pueblo está organizada y construida alrededor de su innegable carisma, de su segura candidatura presidencial única, además de su liderazgo didáctico y reformador, que cuenta con un ejército de fieles seguidores, quienes trabajan sin descanso por la vuelta al poder de su líder y se sienten orgullosos de saber que él, libra por libra, es el político más completo que tiene el sistema de partidos al día de hoy, porque nadie tiene la experiencia de Estado ni la sabiduría académica del tres veces ungido a la primera magistratura de la república.
Todo el que está en la Fuerza del Pueblo está por apoyarlo a él. No existe proyecto alguno diferente al que él encabeza; no hay disidencia alguna en ese sentido y será su candidato presidencial nueva vez para el 2024. No la tienen muy cómoda que digamos los que terciarán contra este gladiador, porque es innegable la admiración que despierta el doctor Fernández en la sociedad dominicana y hasta en aquellos que no le respaldan, porque nadie osa desconocer que es un «peso pesado» de la política no solamente local, sino latinoamericana.
Ningún político tiene sus luces, lo que digo sin que nadie se ofenda porque es un acto simple de reconocimiento a sus condiciones personales innegables: políglota, intelectual agudo, internacionalista y apasionado educador, siendo éstas sólo algunas de las cualidades que le adornan y que habría que ser muy sectario para negarle.
Su dilatada carrera le ha dado maestría y sus consejos deben ser escuchados por todos, pero sobre todo por los que ejercen el poder hoy por los resultados tangibles de sus gestiones gubernamentales.
Nadie tiene la obra a mostrar de Leonel al frente de la cosa pública. Su obra institucional está ahí. Reformó todos los códigos, creando nuevas figuras jurídicas y una parte de las altas cortes; reformó de manera integral la Constitución que tenemos hoy. Su obra de infraestructura es inmensa, con carreteras, puentes, elevados y su obra cumbre, el metro de Santo Domingo. En cuanto a lo social casi todos los programas asistenciales existentes son de su autoría.
Lo que más lo ha fortalecido es que ha sido coherente y no se prestó desde el poder a reformar la Constitución para reelegirse, lo que innegablemente le da autoridad moral en ese aspecto. Asimismo, se le reconoce su proverbial sentido de la prudencia y de los límites que él entiende debe tener el poder.
Le toca a este guerrero enfrentarse a una evidente realidad, y es que una parte importante de los electores buscan nuevas alternativas. Es ahí donde están sus reales dificultades. La apuesta por lo nuevo es la verdadera oportunidad que tienen candidatos como Luis Abinader, Abel Martínez, Francisco Domínguez Brito, Gonzalo Castillo y Margarita Cedeño, entre otros que puedan surgir.
La crisis que ha generado la pandemia del Covid-19, sin embargo, puede relanzar aún con más fuerza al proyecto Leonel 2024, habida cuenta de que la mayoría electoral se decante por buscar un timonel experimentado y seguro para entregar el barco del Estado en sus manos. Nuevas realidades económicas pudiesen relanzarlo al estrellato, por un posible agravamiento de las circunstancias debido a las secuelas que pueden dejar la pandemia y los electores temerosos de apostar por alguien nuevo o por un outsider, que los llevaría a preferir «un camino conocido».
Está más que claro, sin embargo, que en nuestro país está comprobado que se polariza el mercado electoral entre gobierno y oposición. Ya un polo de los que van a disputar el poder está definido, el PRM y Luis Abinader, porque está más claro que el agua que a un Presidente en ejercicio nadie le gana unas primarias en su partido y si Luis decide ir a la repostulación para el 2024, él estará en la boleta de su partido y en el de varios más, o sea, que a la Fuerza del Pueblo y su líder Leonel solo le restan ocupar el espacio del liderazgo opositor si quiere tener alguna posibilidad de volver a ser inquilino por 4 años de la mansión de Gazcue, acción muy difícil más no imposible.
Defenestrar de ese espacio de poder a a su otrora partido, el PLD, es difícil tarea, porque tiene que sustituirle en la preferencia electoral sin crearse verdaderas animadversiones con la base morada, porque su posibilidad de retornar al poder está unida a que estos pudiesen respaldarlo en segunda vuelta si logra clasificar en la primera vuelta. Hay que ser un estratega muy fino, muy agudo, un torero muy experimentado para arrebatarle el espacio a tu adversario y, a la vez, no herirle de muerte porque lo necesitarás de aliado para ganar otra batalla.
Lo que si se demostró el domingo pasado es que el ejército leonelista está decidido a apoyar a su líder, que poco le importa que la JCE les asigne condición de minoritario, porque saben que no lo son. Que le quiten al partido el dinero necesario para competir es injusto, pero todos están dispuestos, como en pasados tiempos, a buscar la cooperación de la gente en las calles y de manera virtual para llegar a sus objetivos, de manera que para sus correligionarios las dificultades actuales serán superadas desde que entren a la pelea por el poder, momento en el que los apoyos económicos llegarán por sí solos.
La verdad es que será una lucha de titanes, porque Danilo Medina, otro gladiador junto a sus huestes moradas, no se entregarán fácilmente. Tiene a su favor la impronta de un partido que gobernó 20 años y, al parecer, miembros que tienen algunos recursos económicos para echar la pelea, pero sobre todo tienen un líder que no tiene otra opción que auspiciar el desarrollo de los nuevos liderazgos alternativos para que estos fortalezcan su organización con sus respectivas aspiraciones presidenciales.
Nadie, ni aquellos que tengan el mejor olfato, podrán descifrar a ciencia cierta lo que pasará, con tanta antelación, si bien es claro que esta corona crisis puede ser el triunfo de unos y el waterloo de otros, o sea, que los imponderables serán una realidad a tomar en cuenta. Lo que si está definido, para mí, es que el último de nuestros caudillos podría tener posibilidad real de volver a la presidencia, pero de no lograrlo por situaciones propias de la política vernácula, él tendrá en los bolsillos los votos necesarios que decidirán el juego para sentar en la silla de alfileres, de los dos contendores que clasifiquen, a quien él entienda.
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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