El pasado miércoles, compareció ante una sala penal de la Corte de Apelación de Santo Domingo el exprocurador general Jean Alain Rodríguez. Sobre él pesa una medida de coerción de un año y reclamaba la reposición de su libertad “pura y simple”, pese a la gravedad de los hechos que le atribuye el Ministerio Público.
Listín Diario, edición digital, publicó en esa fecha una crónica de esas que en la prensa de estos tiempos poco abundan, pero que los lectores disfrutan. Iniciaba así: “Más delgado, afligido, cabizbajo y con más cabello y cana que de costumbre, así luce el exprocurador General de la República, Jean Alain Rodríguez, a casi dos meses de estar recluido en la cárcel de Najayo, acusado de corrupción”.
A Rodríguez le ajusta cómodamente la denominación de “petimetre”, pues desde las alturas del Gobierno demostró gran inclinación por su compostura exterior, aunque no tanto así por su compostura ética. Resulta buen ejemplo para quienes ejercen funciones públicas y se encumbran por encima de todos y de todo.
La estupenda crónica del Listín, extrañamente sin firma, apunta además que: “Rodríguez, caracterizado por un porte erguido, mirada firme y vestuario impecable, en la sala de audiencia, donde busca su libertad, se percibe como un hombre de mirada triste y aspecto, a veces, desesperado”. Vale recordar la transitoriedad del poder.
Abusar del poder, sea por incurrir en excesos en el ejercicio de las funciones o sea por el aprovechamiento del cargo para beneficio personal, le puede propiciar satisfacciones a los hombres mediocres y también a los lisiados del espíritu. Pero en algún momento esas pústulas morales afiebran la conciencia.
Quizá lo que más tortura a Jean Alain no sean las estrecheces de la reclusión carcelaria, sino el saber que ya el pueblo dominicano ha dictado sentencia en su caso y el contenido de esta no le es favorable. Más que estar preso, me parece peor el saber que mucha gente expresa complacencia de su situación.
La ratificación de la prisión preventiva, el pasado miércoles, podría constituirse en factor agravante para el menoscabo del garbo del señorito JAR. “Flaco literal, con varios kilos menos y sus grandes ojos “hundidos”, así se observa la parte de su rostro que deja ver la mascarilla anticovid”. Así continúa la crónica citada.
Rodríguez sirvió a un gobierno, el del PLD, para cuyos líderes, el respeto a las instituciones y a las personas importó poco. Solo ellos eran algo. La historia ha demostrado que quienes usan el poder para fines pervertidos suelen terminar como Judas Iscariote. Es mal momento para el señorito Jean Alain.
rafaelperatlar@gmail.com
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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