A Pleno Sol
La miseria y la exclusión castran a la sociedad dominicana para que dé un paso hacia el progreso. No puede haber avances en un conglomerado cercado por la marginalidad. Si no hay cambios sociales, o por los menos paños tibios al entendimiento colectivo, seguiremos sumergiéndonos en las arenas movedizas del caos.
Las instituciones dominicanas son de cartón mojado, pero el principal inconveniente es que nadie tiene el patriotismo y el deber pintado en el corazón. Se va a los cargos públicos para obtener notoriedad o riquezas fáciles. La lucha en un partido político tiene una meta, y es la recompensa después que se ganen las elecciones.
La delincuencia es una norma de conducta cuasi normal en este medio, y es más, con un puñado de dinero en las manos se lavan honras y se compran voluntades. Cuando se habla de reformas en cualquier estamento de la vida pública, se debe ver primero la podredumbre de un habitad que va camino de la autodestrucción.
Los males vienen de antaño. No son responsabilidad de un gobierno determinado. Muchos gobernantes han sido indiferentes frente a los problemas, y solo piensan en la foto de ocasión. Algunos estiman que una funda con alimentos repartida en un instante clave, es suficiente para narigonear voluntades.
Unos dirán que por la dádiva o la fuerza han tenido soluciones de imposición en el pasado lejano y reciente, pero la práctica clientelar debe ser erradicada de la vida nacional. Es la norma de acción en estos días el arribismo, el oportunismo, el conseguir un empleo para dar un salto social, sin aportar nada a la comunidad,.
Mientras la miseria crece, mayores son los índices del delito de cuello blanco. La delincuencia de saco y corbata, exhibe sus atracciones sin rubor, con un séquito de maquillistas. Estamos abriendo la fosa colectiva donde todos vamos a caer, sino hacemos un alto en este camino.
Se habla de reformar a las instituciones, pero sin tomar en cuenta a los hombres que la integran. Hay que echar savia nueva y buena en el tuétano de la dirigencia política. Hay que sacarla de la arrogancia, la prepotencia, el favoritismo, para que comiencen a luchar por el bien colectivo, o dejen el camino.
Le tememos a la delincuencia callejera, pero nadie se pregunta de dónde salen los soldados del crimen. Es de esos barrios de miseria y violencia. Ahí el estudio y la superación dejó de ser prioridad, en medio del remolino lo único que importa es salvarse el día a día.
Se habla de reforma de la Policía, pero nadie destaca que la casi totalidad de los miembros de esa institución provienen de la marginalidad social, y que sin vocación se uniformaron para conseguir la comida diaria. Ninguna institución se puede modernizar, sino se va a conocer a fondo la composición social de sus integrantes. Primero la gente, y luego modificar los organismos. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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