A rajatabla
El domingo que viene conviene levantarse bien temprano prepararse un buen café o té, asegurarse de que tiene consigo su cédula de identidad y enfilar pasos hacia el colegio donde corresponda ejercer el sufragio, en la seguridad de que al madrugar alcanzará primeros lugares en la fila.
Una vez en el centro de votación salude con deferencia a amigos o vecinos que encuentre a su paso pero no hable de política con nadie, ni aun con familiares o gente de su confianza. No muestre temor, pero tampoco se confíe demasiado.
Si requiere saber el lugar exacto de su mesa electoral o cualquier otra información, solicítelo a un coordinador de la Junta Central Electoral (JCE), nunca a delegados políticos o desconocidos, aunque el ofrecimiento de servirle debe declinarlo con amabilidad y gratitud.
El otro domingo no vista ropa ni gorra con colores alusivos a partidos o candidatos porque lo prohíbe el protocolo de la JCE y el buen juicio, en razón de que el colegio electoral no debería confundirse con un estadio deportivo.
Usted es un ciudadano preparado para ejercer un derecho único y sagrado, conectado directamente con su conciencia, sin intervención de más nadie, por lo que no es aconsejable que degrade esa condición a la de un mercader de los principios.
Escuche atentamente al funcionario de la mesa electoral cuando lo instruya cómo votar, aun cuando usted crea que sabe sufragar, porque cualquier desliz equivale a que su voto corra el riesgo de ser observado o anulado.
La ley electoral le otorga 48 horas para que reflexione en torno a su voto, tiempo valioso cuando los candidatos y partidos enmudecen para que usted delibere con su conciencia sobre la opción electoral que considere mejor para la República.
El voto suyo signará el destino de la democracia, al igual que los emitidos por millones de ciudadanos, que para ese día no serán «habitantes» o «moradores», sino gente de carne y hueso con el mismo derecho de escoger libremente a sus gobernantes.
Es indescriptible la sensación del deber cumplido que se siente cuando se ejerce un voto responsable sin importar a quien favorece, como de miserable se tilda a aquel mortal que vende, alquila o empeña un derecho inalienable ligado al honor personal.
Vote por lo que dicte su conciencia, hágalo con firmeza, con valor, con convicción democrática, por su país. Después de sufragar, retorne a su casa tranquilo con la satisfacción del deber cumplido.
orion_mejia@hotmail.com
(El autor es abogado y periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).