A Pleno Sol
Vivimos el ocaso de los partidos políticos. Las instituciones hechas para que la dirijan profesionales de la política, que viven de vender esperanzas, están siendo juzgadas por el presente. Las nuevas generaciones no aceptan esa forma de manejar la vida pública y social, y están cobrando sus intereses.
Los partidos han devenido en los últimos años en logias sagradas, donde se enquistan los que juegan con ofrecer mejorías a capas irredentas, que son la mayoría de la población. Pero como decían los foquistas, la mayoría silente y amorfa casi nunca tiene la disposición de dirigir o ser la avanzada.
Los partidos se nutrían tradicionalmente de esa capa baja de la población, que rompiendo brazo llegaba a puestos de mando, y a juguetear con la clase media, y hasta la alta. Pero todo ha ido cambiando.
La clase media ha demostrado ahora mismo que dentro del rejuego de la democracia representativa, va buscando su rol, arrebatándole el puesto que antes tenían los proletarios y enganchados a políticos.
El sector empresarial hoy no se conforma con ser la principal fuente de sustento de los partidos políticos, sino que lleva sus propios candidatos, e imponen su programa de gobierno. En las pasadas elecciones de los tres partidos mayoritarios, solo uno tenía como candidato a un político profesional.
Las revoluciones del proletario fueron hechas por los intelectuales y representantes de la clase media. Los soldados de a pie podrían haber salido del lumpen-proletario, pero los dirigentes eran de clase media y de segmentos profesionales y técnicos. Hoy, hay cambios mayores.
Hoy surge una nueva variante. El empresario que desea meter directamente a sus representantes en los partidos y los puestos de mando. Sin hacer campaña, y sin ensuciarse los zapatos, las instituciones que les son fieles, sobre todo las llamadas de la sociedad civil, exigen y toman sus cuotas de poder.
La lucha futura en la República Dominicana será entre los empresarios, los tecnócratas y los políticos profesionales. El ocaso de los partidos se llevará lentamente a todos los que se han subido en el caballo, olvidándose de los que están sumergidos en la boñiga.
Tengo esperanzas en los deseos de redención del pueblo, y que las masas irredentas cambien este panorama que es nublado y relampagueante. El cambio es hoy más necesario que nunca. La sociedad no puede estar estancada, o en el pasado. La marcha indetenible del tiempo indica que habrá renovación u olvido-.!Ay!, se me acabó la tinta.
(El autor es periodista residente en Santo Domingo).
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