Reflexiones en el cambio #28
Todo el mundo hoy se engancha a la política, incluyendo a quienes nunca han inscrito a un simpatizante ni le han dedicado una hora al activismo partidario. Como la ciudadanía digital no hace diferencias entre los políticos de oficio y los dirigentes auto designados, nos echan a todos en el mismo saco. Sin embargo, en los últimos años solo se benefician de esta actividad «los oportunistas», aquellos que, sin esfuerzo ni mérito alguno, logran escalar posiciones afianzados en relaciones particulares con quienes caen frente al influjo mágico de la lisonja.
Esto no es nuevo, pero se ha hecho notorio y va in crescendo, gestión tras gestión gubernamental, todo porque el oportunismo utiliza de manera hábil diferentes mecanismos para vincularse con los entramados de poder. Se dedican a hacerse visibles a los candidatos presidenciales, a quienes persiguen y, cuando logran ganar las elecciones, ocupan las mejores posiciones en detrimento de quienes sí trabajaron de sol a sol, invirtieron sus magros recursos y que, como estaban ocupados con sus tareas organizativas respectivas, se descuidaron y dejaron sus espacios de cercanía para que fueran ocupados por los arribistas.
Han sido tan sinuosos estos aprovechados del esfuerzo ajeno que han montado toda una sutil campaña en contra de los políticos de oficio, quien en realidad son los carpinteros, los verdaderos artesanos, los que construyen el edificio del poder con pasión y sacrificio, dedicados completamente a la causa partidaria. Los ventajistas han logrado, y hay que reconocerlo, que una gran parte de la población tenga un pésimo criterio de los verdaderos políticos, que diferentes sectores entiendan que somos nosotros los causantes de todos los males de la República. De igual manera, han esparcido la convicción de que somos los únicos y principales beneficiarios de la enfermiza corrupción que arropa a todo el tejido social de la nación.
El oportunismo utiliza todo su capital relacional para mantener negativamente afectada la imagen de la dirigencia partidaria, con el único interés de robarle su trabajo y su espacio, de hecho bien ganados con mucho esfuerzo. Cuando llegan al gobierno tienen un ejército digital a su servicio, para denostar a todos los que alegan que fueron dejados de lado pese a su tesonero esfuerzo, o a quienes se quejen por la indiferencia mostrada ante el trabajado realizado y no recompensado.
Es que desde hace mucho la dirigencia de los partidos han ido perdiendo importancia, todo porque le han cedido su ámbito, muchas veces sin chistar, a los mercaderes de ocasión, solo para hacerse simpáticos al gobernante de turno, ya que estos creen que ese cheque en blanco que obtienen por voluntad de los electores por 4 años les permite designar a cuantos amigos, empresarios y relacionados quieran al margen de los compromisos políticos contraídos, lo que nos hace reflexionar que estamos hoy ante la disyuntiva de que no es solo la población que no cree en los políticos , son también los cuadros políticos quienes no creen en los políticos candidatos.
Esto lo viví desde mozalbete en los gobiernos del PRD del 1978 a 1986, cuando fueron designados Directores y Secretarios de Estado (Ministros) gente mandada a buscar a su casa, sin mérito político alguno, mientras dejaban en sus casas, sin funciones a quienes lo dieron todo por su partido y por su candidato presidencial, más no fueron ni reconocidos ni recompensados sus denuedos y sacrificios. Vi a muchos hasta jugarse la vida, habiendo caído presos en defensa de su organización… y les pagaron con la mayor de las traiciones, ¡la indiferencia!.
Como la dirigencia de los partidos son pasionales, no racionales, actúan por instinto y la mayoría termina sumándose a la campaña. Entonces trabajan como nadie y vuelven a hacer, otra vez, compromisos con la militancia, con el manido cuento de que «esta vez no será así» y que «sí serán tomados en cuenta esta vez». Con ellos va la militancia, nada más risible que decirlo y peor aún creérselo, porque cuando llegan lo menos que piensan los que tienen poder de decisión es pensar en los que dejaron atrás porque casi todos, llegados al Palacio, sufren de «amnesia selectiva»: se olvidan de acuerdos y del esfuerzo abnegado de la mayoría de los que abajo que les acompañaron en el camino.
¡Cuánto pesar siento por amigos que lo dieron todo y hoy nadie se acuerda de ellos! Nadie se les acerca, pareciese que tienen lepra o algún virus digital tan infeccioso que ni le toman llamada alguna, porque ¡así actúan los funcionarios de los últimos tiempos, con tal descaro!.
Son muchos los políticos que me consultan a diario y a todos les digo que se centren en su actividad privada, sean estas profesionales o comerciales y que asumamos esto de hobby, porque la mayoría hacemos política por vocación y por pasión, pero que no lo hagan pensando que se les van a retribuir su esfuerzos; que no vayan más allá de lo razonable en términos de compromisos económicos y que no se pongan a darle la cara a militantes asumiendo compromisos e hipotecando su credibilidad porque les van a quedar mal y después les acusarán de incumplidores.
El que por cabeza dura no haya aprendido la lección, que asuma las consecuencias, porque el oportunismo llegó para quedarse, sobre todo mientras exista el régimen presidencialista, porque la suerte de todos los dirigentes estará atada al interés particular del mandatario de turno, de manera que los puestos públicos casi siempre son copados por los arribistas, que siendo sinceros muchas veces no dejan ni respirar al presidente, porque se dedican a permear sus entornos y a perseguirles a cuantas actividad realicen con el fin de casi obligarlos a que los tomen en cuenta.
Las dirigencias partidarias hemos perdido este pleito, no importando quien sea el candidato presidencial, porque el oportunismo tiene garras, recursos y habilidades únicas para hacerse visibles y necesario. Para eso también tienen a su servicio aparatos comunicacionales y redes que, con unos cuantos operadores pagados, hacen creer a los gobiernos que son imprescindibles, que son «profesionales» y «técnicos» de altísima calificación y que solo ellos pueden resolver los problemas de las instituciones, cosa que se ha probado totalmente falso, a la vista de los resultados obtenidos.
Los oportunistas llegan cuando los proyectos están hechos, cuando los infelices miembros ya invirtieron para construirlo y para hacerlos fuertes, esos no están cuando las posibilidades se ven lejos o son inexistentes, que va, por ahí ni se arriman. Es cuando el barco toma rumbo seguro que se montan en él y a fuerza de codazos, de recursos económicos y de aportes de último momento, más una intensa labor de lobby en los entornos presidenciales, es que logran hacerse de un espacio de poder hurtado a los que dedicaron años y sus ahorros al proyecto. Conozco de ciudadanos y «ciudadanas» que nunca han buscado un voto, ni le han sido fieles a ningún partido, pero han sido directores y ministros, ¡qué paradojas tiene la política!.
Aquí en su mayoría a nadie se le cumplen acuerdos políticos, ni se le reconocen tareas cumplidas. El que se siente a esperar que le llamen comprobará que solo lo harán cuando crean necesitarlo, que será en las próximas elecciones, para lo cual lo utilizarán como pavo para nochebuena, porque no existe interés alguno de cumplirle. Se parece al criterio que se estableció en la última gestión gubernamental del PLD, donde se entendió que no se necesitaba a dirigente alguno, solo el dinero para comprar la voluntad de los electores y los políticos de oficio éramos una molestia para sus planes. Creyeron que nos podían sustituir por cualquier advenedizo, que con dinero podría buscar los votos para su causa. ¡Qué equivocados estaban! porque para repartir y hasta para comprar votos necesitaban hacerse conocer de las comunidades, y lo único que obtuvieron es que los timaran, que les cogieran el dinero y al final votaran por otros. Por eso fue que al abrir las urnas se llevaron tremenda pela electoral, siendo su sorpresa mayor el tsunami senatorial que nunca imaginaron.
Los oportunistas no saben buscar votos porque no crean vínculos sociales primarios, no le abren las puertas de su casa para ayudar a ciudadano alguno y no toman teléfono para oír problemas. Lo que obtienen en los puestos públicos es solo para disfrute de ellos y de su familia si acaso, o para sus amantes de ocasión, esas que solo están mientras exista cargo y dinero, porque cuando eso se pierde ponen pies en polvorosa para buscar otro sugar daddy que les resuelva su caro nivel de vida.
La verdad es que el oportunismo crecerá porque les ha ido muy bien, gestión tras gestión gubernamental. Los ejemplos hablan y sobran, por lo cual cada día menos creerán en las ofertas de campaña y en palabras huecas de candidatos, que solo buscan, en su mayoría, usar como tontos útiles a los dirigentes y militantes para después «si te vi no me acuerdo». Siempre les digo a quienes me piden opinión, reconociendo que aquí hay miles de ciudadanos más experimentados y capacitados que quien esto escribe (probablemente la diferencia es que no son objetivos en sus análisis y sectariamente casi siempre defienden su versión de las cosas), que aprendí a decirle a papá lo que casi nadie le decía, cuando las cosas no eran como pensábamos o esperábamos.
Espero que mis compañeros de la clase política se preparen a ser solo espectadores de los juegos por venir, porque los que están en el montículo son bateadores que no los conoce nadie, y que no están ahí por sus récords y números, solo porque los dueños de los equipos les asignan esa tarea o responsabilidad. Que no se quejen cuando su equipo pierda por los tantos, base por bolas y fouls y que terminen por vender los equipos a otros, por tan funestos y desastrosos resultados.
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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