Por Emiliano Reyes Espejo
El fuerte estallido estuvo acompañado de luces relampagueantes, enceguecedoras, y estremeció el vecindario. El pánico abrazó a los moradores y marcó el inicio de una larga oscuridad y un sofocante silencio. Esto no es Ucrania, ni Rusia, ni naciones parecidas. Aquí no se libra una guerra geopolítica ni por intereses gasíferos y petrolíferos. Somos un sencillo vecindario que nos tocó lidiar como siempre, con un aguacero que esperábamos nos refrescara el resto de la noche.
Pasamos, gracias a Dios, un Viernes de Dolores sin ninguna novedad. El sábado también transcurrió tranquilo y sin mayores aspavientos. Los vecinos escuchaban música o veían televisión en la tranquilidad de sus hogares para aprovechar el descanso del fin de semana.
Y era que nadie esperaba esto. En un instante se produjo la impensada explosión, una estremecedora descarga que nos dejó a todos aturdidos, entumecidos, expectantes. –»El diablo, ¿qué fue eso?», gritó un vecino después de un relampagueante silencio.
–Eso fue el Cutao, el maldito Cutao, -respondió Cesáreo que parece ser un conocedor del tema.
Después de esto nadie dijo más nada.
La descarga causó un largo y tedioso apagón. Horas después se presentó una unidad técnica de la compañía estatal Edeste, la cual intentó corregir el problema, pero causó otra explosión, luego de lo cual se marchó presurosa del lugar.
«Estamos en medio de una espesa oscuridad por culpa de un «Cutao» y parece que ni el ser de la luz podrá ayudarnos», comentaron residentes del sector.
La falta de electricidad no evitó que diéramos seguimiento a los enfrentamientos entre Rusia y Ucrania. Las pocas cargas de los celulares no evitaron tampoco demandar la solución del problema eléctrico. En tanto, los rusos avanzaban en rictus demoledor sobre el territorio ucraniano y las potencias europeas, Estados Unidos y aliados, los países vecinos que alardeaban en los alrededores, vociferan sobre una ayuda que nunca llega. Parece que temen enfrentar más directamente al «Oso Ruso» porque saben que, sí lo hacen «arderá Troya» y se prenderá «la sabana» y hasta «la pradera» como decimos por aquí.
Se ha hablado de una Tercera Guerra Mundial. ¡Zafa! «Allá llegue y aquí no pegue». Pero el problema está en que no hay manera de zafarse. Ya nos llegan los «daños colaterales» envueltos en alzas de productos, artículos de primera necesidad e insumos, situación que aprovechan a su ancha los comerciantes agiotistas.
Y también los políticos que «ni cortos ni perezosos» han plantado roñosos «debates sin fin y sin fines» acerca de «la calamitosa» situación que atraviesa el país. Parecen haber dejado atrás el tráfago de la pandemia, porque ya eso no da puntos. Ahora echan las culpas de las alzas al gobierno, el cual con visos de desesperación comienza a defenderse, con asombrosa timidez, mientras maniobra para escaparse de los «ganchos de izquierda y de derecha» que recibe de sus afortunados opositores, los cuales se sienten fortalecidos por la crisis internacional.
Si me preguntara el gobierno, -sé que no lo hará-, dijera que no se meta en pleito ajeno. Sugeriría ponerse una venda y «hacerse el loco» con lo que ocurre allende los mares, pero muy especialmente en el Mar Negro, oiga eso, el «Mar Negro». ¡Guao! Ese es un pleito entre hermanos y uno no se mete en esas peleas.
Recuerdo de cuando era un niño a una riña entre hermanos ocurrida en mi pueblo, Tamayo. Bilo y su hermano mayor, Néstor, se enfrascaron en una dura batalla a trompadas y palos. Residían al lado de la emblemática gallera del poblado y cercanos, muy cercanos al destacamento de la Policía. El agente de turno visualizó la brutal pelea y acudió raudo a separar a los dos hermanos, en interés de evitar una desgracia familiar. El agente Antonio, apodado «La Macana» por la rudeza con que empleaba esa herramienta de disuasión policial, llegó al lugar e instó a éstos a que desistan del pleito.
Pero vaya sorpresa. Los dos hermanos Bilo y Néstor detuvieron la reyerta y afrontaron al policía. – ¿Quién le llamó a usted, buen fresco? -Este pleito es entre mi hermano y yo, y a usted no le incumbe, nadie le ha llamado, lárguese de aquí», expresó Bilo en tono airado.
Antonio vio que la situación se le salía de control e intentó apresar a Bilo, pero éste dio un salto, agarró un machete que estaba en el costado de la humilde casa de madera donde vivía y comenzó a desafiar al policía.
Cuando el agente vio esta actitud agresiva haló el revólver y le apuntó. Néstor, que vio la acción del policía, cogió otro machete y espetó: -«Mira coño, si tiras un tiro ahí y mata a mi hermano, te juro que te hago pedazo a machetazos».
Los dos hermanos avanzaron de manera desafiante y peligrosa blandiendo sus machetes contra el policía, quien sorprendido por la inesperada actitud, comenzó a retirarse sigilosamente, caminando de espalda, arma en mano, mientras pedía a éstos que se calmaran, que soltaran las filosas armas blancas que blandían, que no pasaría nada. –»Dejen esos machetes muchachos, suelten los machetes, aquí nadie vino a pelear».
De repente, el policía se veía envuelto en una tensa y abrumadora situación que carcomía sus nervios y le obligaba a retirarse presuroso al cuartel. Bilo y Néstor, en tanto, abandonaron la pelea entre sí, al tiempo que maldecían la intervención del agente policial. – ¿Y quién llamó a éste? Nadie te buscó, no tenía que meterse; qué pretendía este entrometido policía ¿matar a mi hermano? Mira coooño-, expresó Néstor visiblemente irritado.
En la tensa e inesperada situación que en minutos envolvió a Antonio, se cumple el dicho aquel que reza que nadie debe meterse en pleitos de hermanos. El presidente ruso Vladimir Putin ha dicho que los ucranianos y los rusos son como hermanos. Entonces, la pregunta que surge es ¿qué hacemos nosotros los dominicanos tomando posición en este conflicto entre hermanos? No hacemos nada metiéndonos en este lío, hay que dejar que estos problemas se diriman entre ellos para que no nos pase como decíamos ocurrió al policía Antonio, La Macana.
El estallido sacudió la tranquilidad del vecindario. Imagínese usted como sonarán las bombas y misiles cayendo sobre los hogares y refugios de las ciudades en plena guerra. Este estruendo que en tanto era solo una descarga eléctrica, se sintió extremadamente fuerte y nos aturdió. El poste del tendido eléctrico donde explosionó el «Cutao» está justo al lado del apartamento donde resido. Aunque los técnicos lo llaman en término práctico como «Cutao», los libros especializados les definen con los nombres de «seccionador o desconectador», «un componente electromecánico que permite separar de manera mecánica un circuito eléctrico de su alimentación, garantizando visiblemente una distancia satisfactoria de aislamiento eléctrico». Caía entonces un copioso aguacero y el citado «Cutao» parece ser alérgico a la lluvia, estalla cada vez que cae un chubasco.
«Cutao» o «desconectador», o como le llamen, la verdad es que su estallido me llevó a pensar en Ucrania y en otras naciones destruidas por intensos bombardeos productos de insensatas guerras planificadas y desarrolladas por «mentes civilizadas» que responden a oscuros intereses.
Pasó el tiempo y, aunque serena, la noche se hizo larga, atenuada por ruidos de la lluvia y los gritos de las «gatas en calor». Las informaciones comenzaron a llegar a través de terceros. La marcha del país, la carestía, la inflación y la escasez de productos importados se convirtieron en temas de cotidianidad.
Por eso cuando la unidad técnica de Edeste se presentó al lugar los vecinos nos alegramos. Permanecí en mi apartamento, pero Cesáreo del edificio de al lado bajó a acompañarle. Y en eso se produjo la segunda explosión, esta vez más estremecedora.
Perturbado por el hecho, atiné a preguntar: -¡Cesáreo, Cesáreo, que fue eso ahora!
-¡El Cutao, otra vez el maldito Cutao!
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(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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