Desde niño, escuché la palabra «cuco» con temor, ya que era, y posiblemente siga siendo, «el fantasma» favorito con el que se suele «amenazar» a los muchachos, para que «se terminen de dormir»…
Es cierto que los muchachos solemos joder a todas horas y me incluyo porque sigo procurando ser un niño, a pesar de mis 60, pero esos sustos con el que solían intimidarnos, solo promovían las pesadillas y el mantener los ojos abiertos ante las variadas sombras y sonidos de la noche.
Se dicen muchas cosas acerca del origen «del cuco» pero no he encontrado alguna «descripción física» del sujeto, aunque Goya, nombra a una de sus pinturas «Hay viene el coco» (1799), García Lorca, así lo reafirma (1930) «La fuerza mágica del coco, es precisamente «su desdibujo»…»
La más «apropiada», que he visto, se refiere a «los cucuruchos» o capirote, con el que disfrazaban a los condenados a muerte, durante la inquisición Española (1478-1813), los ponían a desfilar por las calles en una procesión fantasmagórica que asustaba a los niños.
La palabra «cuco», es muy parecida a la de otros países, por ejemplo, «coquss», del latín, es cocinero. En griego «kókkos» grano, «cucco» en italiano es huevo y así otras, como «el vasco», que es la única lengua europea que no tiene parentesco morfológico conocido con ninguna otra del continente, dice «koko» equivalente a coco o «fantasma»…
De las menciones más antiguas «del cuco» podemos citar la de Miguel de Cervantes (1605), en el último capítulo y ante el funeral del quijote dice: «Tuvo a todo mundo en poco, fue el espantajo… y el coco».
Pero ya Antón de Montoro, la había utilizado casi doscientos años antes (1445), cuando dice: «Tanto me dieron de poco, que de puro miedo temo/ como los niños de cuna, que les dicen ¡Cata el coco!».
El Cuco ha sobrevivido más de 600 años y ha asustado a todas las generaciones anteriores a la mía de los 60. «Duérmete niño, duérmete ya, que si no viene el cuco y te comerá».
Una verdadera pesadilla y salvajada este uso «aterrador» de intimidar a los niños, con razón todas las generaciones pasadas creyeron en brujas y fantasmas y demás «truculencias» de la noche.
¡Uno «es normal» de casualidad! Aunque pensándolo bien, estamos todos locos gracias «al susodicho cuco» que aún merodea mis noches escondido en el oscuro closet. Todavía me arropo entero hasta la cabeza por temor a que ese animal me hale los pies…
Como ya insinué que el personaje aún no se define físicamente, pero todos nos lo imaginamos horroroso, es muy común escuchar a la gente referirse a una persona, desgraciada de atributos, «está más feo que un cuco», o sea, que el cuco también sirve para insultar…
Hasta aquí llego con el cuco porque la noche se está poniendo solitaria y a la luz de las velas (me cortaron la luz) el escenario se torna lúgubre y no quiero, que por esas vainas de la vida, haya yo mencionado tanto al elemento que venga a hacerme la visita. Suuu Zafa!!. Mínimo Cuquero.
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach, República Dominicana).