Por Juan C. Benzán
Por lo expresado a continuación, resulta paradójico que no se recomiende dentro de las imperiosas medidas para prevenir el contagio del Covid-19 o Coronavirus y de otros virus, desinfectar las manos cada vez que se reciba o toque físicamente dinero, ya sea en su contextura de papel moneda o en moneda de metal.
En las calles céntricas y barrios de la prodigiosa tierra del Maguana, de manera sempiterna, con la absoluta indiferencia de nuestras autoridades municipales, de los representantes del gobierno central y del Congreso Nacional, pernoctan, excrementan o deambulan diariamente durante las horas matutinas, vespertinas y nocturnas, varios niños mendigos y adultos enfermos mentales cabalmente ignorados por los correspondientes estamentos del Ministerio de Salud Pública, quienes lejos de gestionar la debida atención médica y alimentaria, se tornan indiferentes ante ese escenario alucinante, como si no se tratase de seres humanos hijos del mismo Dios.
Ayer, al salir a tempranas horas de la mañana, al frente de mi domicilio fui espectador de una escena salpicada de espeluznante patetismo ardiente e irónica ironía. Observé masturbándose en la calle a plena luz del día a un mendigo (enfermo mental) que al igual que muchos otros con la indiferencia de nuestras autoridades, representantes locales y nacionales, transitan desnudos todos los días por las calles céntricas de nuestra hermosa ciudad de San Juan de la Maguana.
Seguí caminando en aras de cristalizar una diligencia urgente en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) y en el trayecto me detuve por un momento a comprar un jugo de zapote en una reconocida bien reputada cafetería ubicada a la aproximada distancia de algunas dos cuadras de donde había partido.
A pocos minutos de estar en el ut supra negocio, de manera repentina apareció frente a mí el mendigo a que aludo en el correspondiente párrafo anterior. Me extendió su mano derecha sin pronunciar ninguna palabra, solicitándome en forma mímica alguna moneda. Sin pensarlo dos veces, extraje de mi cartera y obsequié al desafortunado ser humano una mísera papeleta de cien pesos dominicanos (RD$100.00), quien compró un pastel en el negocio y pagó con la misma papeleta que le había obsequiado.
Elucubré por un instante sobre las heterogéneas vicisitudes de la vida y las descabelladas parcas muecas del destino. Pensé entonces en el contraste que gravita sobre la fuerza liberatoria del dinero y el estiércol nauseabundo que sobre el mismo se aparca, pues con la misma moneda o papeleta con que compró el mendigo y entregó al cajero de la empresa, también vende y cobra el empresario industrial al mayorista, el mayorista al minorista, recibe y entrega el minorista al consumidor final, devuelve y es acariciada por las numerosas manos que como cambio o devuelta de algo consumido o adquirido recibe cada ente humano que interviene en el proceso de comercialización a través de las numerosas transacciones u operaciones en que interviene el dinero.
Con ese mismo dinero preñado de bacterias y estiércol compran los políticos orcopolitas el voto y la conciencia de los ciudadanos hambrientos en épocas de elecciones, mancillan la sagrada dignidad de muchas de nuestras valiosas mujeres y vulneran las entrañas mismas del corazón de la patria quisqueyana, donde la utópica equidad social es una vil ramera con alma de prostituta y estercolero corazón de cloaca.
Ese bacteriano dinero que apreciamos tanto y es acariciado por el que exento de higiene se masturba y limpia el hedor de su semen y heces fecales con los dedos sin lavarse las manos, es el mismo dinero que estrujan y acarician nuestras manos, los bolsillos, las carteras, los maletines y las bóvedas de los bancos. Es el mismo dinero que manosean los leprosos, los que sufren de tuberculosis al igual que los que tienen SIDA y otras ETS, hepatitis crónica u otras enfermedades contagiosas.
Es el mismo dinero con que comercializan los narcotraficantes y los lavadores de activos, las prostitutas humildes y las que se fabrican labios, narices, pechos, nalgas, regazo, vulva y efigie de escalpelo. Es por ese microbiano dinero con fuerza liberatoria que invocando el caudal relicto se vulneran con gris reticencia níveas actitudes, auténticos paradigmas y genuinos legados de la loable solemnidad paternal, se pone en peligro la sagrada paz entre las naciones del universo y se libran cruentas guerras entre los entes humanos, se cometen crímenes horripilantes contra niños inocentes, ancianos indefensos y seres adultos no culpables; por ese mismo dinero se comenten absurdos descabellados en nombre de la libertad y de la democracia, de la equidad social y la eliminación de la pobreza, se mancillan los símbolos patrios y nuestra destartalada sociedad se torna cada vez más corrupta, injusta y análogamente perversa y pervertida.
En síntesis; no obstante las parcas bacterias que se refugian en lo tangible del dinero, resulta insoslayable EL CONTRASTE DE SU VALUACIÓN CON LO ABSTRACTO DEL ESTIÉRCOL ABYECTO QUE RESIDE SOBRE LA ESENCIA INTANGIBLE DE SU EXISTENCIA (las mayúsculas son mías). Parece que tuvo sobrada razón o sinrazón el autor de la vetusta socorrida expresión ¨el dinero no es la vida, pero se parece mucho a ella¨.
(El autor es profesor y reside en San Juan de la Maguana).
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