Entramos en el mes de agosto, a casi dos años del término de la gestión del Cambio, llega esta administración a la medianía de su existencia institucional preñada de errores, desaciertos y connotados autogoles, eso si no lo podemos negar, cargada de la mejor buena fe por parte de la figura presidencial.
Es que el Gobierno del Cambio se ha hecho viejo en tan corto tiempo, sus yerros son tantos que aún los más conservadores que desean defenderlos, toman como excusa ante tanta improvisación la falta de experiencia en el manejo de la cosa pública, algo que siendo sinceros, era de esperarse, porque la mayoría de sus funcionarios no habían ocupado posiciones públicas importantes con anterioridad, lo que demuestra que llegaron al poder a aprender, y a gobernar solo se logra gobernando.
Nuestra crítica no solo se debe a sus ejecutorias, sino por la frustración que estas les crea a todos los que confiados en un positivo cambio, apostaron y trabajaron por él, aunque algunas cosas en términos perceptivos se ven bien, no obstante de forma reales no, porque de nada vale tomar como estandarte la lucha por la transparencia y en contra de la impunidad, mientras se mantienen los mismos criterios del manejo discrecional de los recursos públicos en manos de más de 400 funcionarios, incumbentes de instituciones, que siguen contratando, comprando y concesionando de todo con privativa voluntad.
Si de verdad se quiere disminuir la corrupción, esto no se logrará por más esfuerzo que se haga, sino se restringe o se especializa esa autoridad de contratar a unos pocos, y muy bien pagados funcionarios, ese esfuerzo contra la corrupción administrativa será una causa pérdida, simple, porque cuando lleguen los de otro partido a la poltrona del Olimpo palaciego, expresaran los mismos cuestionamientos que los que detentan el poder hoy, pues para las auditorías estatales realizadas no hay nadie serio, porque siempre se interpretan estás al interés político-electoral de la administración de turno.
El presidente Abinader llega a este medio término, agotado, itinerante, el presidente amigo no es de sentarse en el Palacio Nacional, y prefiere estar en las calles permanentemente, en un patrullaje constante que habrá que esperar que el tiempo sea el que le conceda razón o no con su forma muy particular de gobernarnos, llega este en sus horas bajas, en el apoyo popular y en su credibilidad, cosa esta que lo obliga a actuar con sentido estratégico ¡o cambia o lo cambian!, ese es su única alternativa en estos precisos momentos, el presidente Luis Abinader actúa de verdad con pies de plomo o esto será «debut y despedida», porque o se conecta con los reales o auténticos problemas de la gente, y deja de soñar en que en una sola gestión va a cambiar la idiosincrasia del dominicano, o se pone pragmático a gobernar para las mayorías, incluyendo a su propia base de apoyo, que se mantiene en cuestionamiento por el olvido, a la espera de ser tomadas en cuenta 18 años después.
El cambio está obligado a cambiar, esto lo digo sin interés politiquero, no soy de los que creo hay que afectar el interés nacional y de nuestro pueblo como condición egoísta y antipatriótica, para justificar el llegar al poder después, simple, porque el hambre del pueblo no espera dos años a que llegue LEONEL FERNÁNDEZ a tomar las riendas del gobierno, en la era postcrisis en nuestro país.
Si el presidente Abinader me preguntara qué debería cambiar, le expresaría honestamente lo siguiente, que rotara y excluyera a la gran mayoría de sus altos funcionarios que no cumplieron expectativas mínimas, y que no tienen empatía ni con su partido y mucho menos con el pueblo, pero sin sectarismos propios de actitudes opositoras negadoras de las cosas buenas de los contrarios, entiendo y debo reconocer que hay muy buenos funcionarios, escasos tal vez, luminosas excepciones, como la de mi buen amigo, el doctor Eduardo Sanz, que hace honor a un manejo prudencial, plural y de efectividad probada, que de verdad muchos otros funcionarios debieran imitar, o el del trabajo tesonero de mi hermano Tony, que me consta que es un hombre honesto a cabalidad, y qué decir de José Ignacio Paliza, un caballero en toda la extensión de la palabra, pero del que creo que está en un candelero permanente en la posición que ostenta, ya que no puede cumplir con los requerimientos de las bases perremeístas, es por esto que creo le haría bien trasladarse a otra institución; otro funcionario que pienso que el presidente debe utilizar más, es el sereno, juicioso y pragmático Nelson Arroyo, un político de pies en tierra.
El presidente Abinader, sé que tiene gente buena, como lo es sin lugar a dudas, el hermano Margarito de León, así como el activo que representa, Ángel de la Cruz, Víctor Pichardo y el trabajo del injustamente vapuleado Neney Cabrera, que es uno de los más creativos colaboradores con que cuenta el Gobierno del Cambio, pero Luis debiera ingresar a más políticos de los de verdad, como lo es el exdiputado Radhamés González.
El gobierno tiene funcionarios que de verdad le suman por su consabido don de gentes, como Samuel Pereyra, y de discretos enlaces con el mundo político como lo es el diligente Andrés Lugo Risk, así como el carismático joven dirigente Juan Garrigó Mejía, y otros más que por temas de espacios no puedo enumerar.
Reconozco que las condiciones externas determinarán la suerte electoral del perremeísmo gobernante, pero su futuro está más vinculado a un adecuado principio de prudencia con que debe actuar cualquier agrupación política experimentada que no debe poner todos sus huevos en una sola canasta, porque si buscando una imposible reelección presidencial queman todos sus tiros, es posible que se queden sin municiones para las batallas del porvenir, Luis Abinader seguirá siendo un activo importante si la mesura se aposenta en su cabeza y en su entorno, porque aspirar a otro mandato consecutivo en medio de tan difíciles situaciones, es un contrasentido que solo le sumará mayores adversarios para lo que se ve como una crónica de una derrota anunciada.
Sin embargo estos dos años pueden ser mejores que los primeros dos si actúa con sentido pragmático, si cumple con los compromisos contraídos, si invierte los recursos en la gente, si pone al frente de las instituciones a dirigentes políticos comprometidos con su gestión, y si de verdad se deja asesorar de los que siendo sus verdaderos amigos, les dicen lo que él tal vez no quiera escuchar, aprovecho para recordarle al amigo presidente Abinader que las victorias son de todos, pero que las derrotas como son huérfanas ¡solo serán suyas!.
(El autor es dirigente político residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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