A rajatabla
Antes de que el mundo se convirtiera en una Aldea Global, el periodismo aquí se ejercía por vocación, un quehacer que entrañaba mucho sacrificio, que colmaba al profesional de gran satisfacción y orgullo, no de riqueza, pero sí de respeto y consideración social.
El periodismo, junto a otros oficios, cotiza hoy en el mercado de venta o alquiler de valores éticos y morales, aunque alienta saber son muchos los colegas que laboran cada día sin apartarse de la deontología profesional o apegado a las enseñanzas y ejemplos de sus maestros.
La principal misión del periodista es la de informar con relativa objetividad, porque la palabra siempre sufrirá el contagio ideológico del redactor o su mandante, aun sea un texto o discurso simple, porque resulta casi imposible describir un suceso o transmitir una opinión con absoluta imparcialidad.
Los canales de comunicaciones cubren hoy el infinito en espacio y tiempo real, tanto así que con el desarrollo del internet, el vocablo universo poseen la misma magnitud que el hoyo de una aguja, por lo que ya no es suficiente al redactar una noticia intentar cubrir el «qué, cómo, cuándo, dónde y porqué».
Las herramientas tecnológicas que maneja hoy el periodista lo acerca al cielo o al infierno, en condición de príncipe o mendigo de la ética y la moralidad, toda vez que, por ejemplo, los resultados una investigación periodística puede crear una crisis de reputación corporativa o develar un pandemónium de corrupción.
La génesis del periodista esta relacionada con la misión de informar o de proveer a sus lectores, oyentes, televidentes y ahora, internautas, del menú de sucesos acontecidos en una jornada marcada por el tiempo y la geografía, que incluye también el comportamiento noticioso en el ámbito oficial.
Editorialistas y editores tienen el compromiso de elaborar y administrar el material de opinión puesto a consideración del público, que en término de autor es innominado porque se divulga sin firmas particulares y la responsabilidad penal o civil derivada de su contenido recae sobre el medio de comunicación.
Ningún opinante que hable por radio o televisión o escriba con su firma columnas de opinión puede guarecerse en el concepto de «imparcialidad», porque lo que dice o deja de decir representa su propio criterio que debe sustentar o defender sin esconderse dentro de un manto de irresponsabilidad.
Los periodistas podemos crear nuestros propios medios de comunicación con el mismo instrumental jurídico y tecnológicos que las empresas tradicionales, a través de un periódico o radio digital, canal de internet o programas de opinión. el reto siempre será cómo conciliar la ética con el negocio. Me olvidaba decirle que el viernes se festejó el Dia del Periodista.
orion_mejia@hotmail.com
(El autor es abogado y periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).