“Te gustaría saber, que te pude olvidar y no he querido, y por fría que sea mi noche triste, no echo al fuego ni uno solo, de los besos que me diste”.
Con esas palabras de Joan Manuel Serrat que preceden al título de este escrito de su canción, de mismo nombre. Quiero explayar esta noche tu recuerdo, a ti, donde quiera que estés.
No recuerdo la primera vez que te vi ni siquiera el acuerdo previo a nuestra llegada inter-dimensional, pero si recuerdo ese “clic” que sentí tocar mis sienes cuando nuestros ojos se reconocieron como nuestros.
Aquella magia nos sacó flotando por encima de la multitud que de repente se acallo y solos nos vimos en un silencio que despedía un extraño olor a ternura.
Era como si ese olor fuera algo mío que había perdido en remotas galaxias y sin embargo tú lo traías colgado en tu sonrisa.
Compartimos caminos andados y esos que no nos apartamos desde aquel momento de iluminación.
Confirme con ello que el azar es un destino caprichoso donde la fuente sube y baja a un ritmo de encontrados y perdidos momentos.
La vida encontró un significado claro, un propósito que andaba suelto entre nubes difusas. La luz adquirió sentido y la sombra ocultó su lado oscuro.
La intensidad del tiempo se apagó deslizándome por un tobogán infinito que cae en el más lento ramo de cascadas.
Todo parecía encajar en la más perfecta armonía milimétricamente calculada en fracciones de años luz que atravesaban gentilmente mi cuerpo.
No había una estrella de más en el universo cuando me tomabas de la mano. Caminar junto a ti era abrir surcos en el cielo.
El mundo era el paraíso perdido y las balas que volaban saltaban alegres a nuestro encuentro. Éramos inmortales y así lo descubrimos aquella tarde cuando caíste en un sueño eterno que te hizo volar hacia otras constelaciones.
Tu mirada fija en la mía parecía no dejarte cumplir con “el azar y su destino caprichoso”. Parecíamos vencer las gravedades y los tiempos. Por un momento detuvimos todo el universo.
El silencio abrazo la nada y pareció rogarnos continuar el rumbo. De tus pupilas brotaron susurros que apaciguaron el ardor cumplido y me mostraste un amor distinto, un amor sin nudo.
Volví a recordarte esta noche, como un sueño, como una estrella fugaz que cayó en un momento a mi lado y que, por desconocidas razones, volvió a su lugar en el firmamento o al otro lado del mar o de la montaña no sé. Solo quiero que sepas que; a donde quiera que estés, jamás, abandoné tu recuerdo a la orilla del camino, ni malvendí tu pañuelo de seda por un trozo de pan.
Y por fría que fuese mi noche triste, no eche al fuego ni uno solo, de los besos que me diste…donde quiera que estés…!si te acuerdas de mí! Salud!. Mínimo Serrajero.
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
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