La sabiduría abunda en Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. De todo lo humano puede opinar el personaje principal. Les presento sus opiniones sobre poesía, producidas cuando visitó la casa del Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda, y encontró que su hijo Lorenzo era un poeta.
Dijo:
—Poeta, bien podrá ser —respondió don Lorenzo—, pero grande, ni por pensamiento. Verdad es que yo soy algún tanto aficionado a la poesía y a leer los buenos poetas, pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande que mi padre dice.
Don Quijote opina de todo lo humano
—No me parece mal esa humildad —respondió don Quijote—, porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo.
—No hay regla sin excepción —respondió don Lorenzo—, y alguno habrá que lo sea y no lo piense.
En acabando de decir su glosa don Lorenzo, se levantó en pie don Quijote, y en voz levantada, que parecía grito, asiendo con su mano la derecha de don Lorenzo, dijo:
—¡Viven los cielos donde más altos están, mancebo generoso, que sois el mejor poeta del orbe, y que merecéis estar laureado, no por Chipre ni por Gaeta, como dijo un poeta que Dios perdone, sino por las academias de Atenas, si hoy vivieran, y por las que hoy viven de París, Bolonia y Salamanca! Plega al cielo que los jueces que os quitaren el premio primero, Febo los asaetee y las musas jamás atraviesen los umbrales de sus casas. Decidme, señor, si sois servido, algunos versos mayores, que quiero tomar de todo en todo el pulso a vuestro admirable ingenio.
¿No es bueno que dicen que se holgó don Lorenzo de verse alabar de don Quijote, aunque le tenía por loco? ¡Oh fuerza de la adulación, a cuánto te estiendes, y cuán dilatados límites son los de tu jurisdicción agradable! Esta verdad acreditó don Lorenzo, pues condecendió con la demanda y deseo de don Quijote, diciéndole este soneto a la fábula o historia de Píramo y Tisbe:
El muro rompe la doncella hermosa /que de Píramo abrió el gallardo pecho;/ parte el Amor de Chipre y va derecho / a ver la quiebra estrecha y prodigiosa.
—¡Bendito sea Dios —dijo don Quijote habiendo oído el soneto a don Lorenzo—, que entre los infinitos poetas consumidos que hay he visto un consumado poeta, como lo es vuesa merced, señor mío, que así me lo da a entender el artificio deste soneto!
(Don Quijote, segunda parte, capítulo XVIII).
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(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).