Por Rafael Méndez
La insistente y reiterativa invitación al diálogo que desde hace meses Estados Unidos había extendido al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, y que éste finalmente respondió positivamente, es una fehaciente demostración de un cambio de actitud de la administración del presidente Joe Biden, con lo que a todas luces parece anticipar una inminente victoria del chavismo en las elecciones venezolanas del 28 de julio.
En tanto, esta invitación al dialogo, «franco, sincero y abierto», como lo ha condicionado el presidente Nicolás Maduro, ha llenado de pavor a la irreconciliable y fragmentada oposición venezolana, dividida entre quienes abogan por el diálogo y la negociación, en tanto otros prefieren la confrontación directa con el gobierno, y llegado al extremo de incitar a sus aliados internacionales a que arrecien el bloqueo, y clamar por la intervención militar de Estados Unidos.
Las elecciones presidenciales, de este 28 de julio ha sido campos de batalla críticos para la oposición venezolana, y entre la oposición venezolana, realidad a la que se han visto obligados a someterse, a pesar de jurar y perjurar que no participarían en unos comicios organizados bajo el gobierno del presidente Nicolás Maduro, pero aun así se presenta al certamen con nueve candidatos, lo que no informa la mediática manipuladora.
El apoyo internacional ha mantenido con vida a la oposición, que le proporcionando legitimidad política y apoyo económico, junto con el manejo dispendioso que le han permitido de los recursos del pueblo de Venezuela, a la que se han prestado gobiernos y bancos extranjeros, en medio de las divisiones dentro de la comunidad internacional sobre cómo abordar el tema venezolano, que se ha contribuido en caldo de cultivo que ha debilitado los esfuerzos encaminados a unificar la oposición.
La deriva oposicionista
La oposición venezolana continúa navegando desde hace más de dos décadas en aguas turbulentas, enfrentando desafíos, y ahora como constante parece estar a la deriva, siendo la «crónica de una muerte anunciada», lo que describe con más precisión su situación actual, a pesar de contar con apoyo de Estados Unidos y de la Unión Europea, lucha por mantenerse relevante frente al poder consolidado del presidente Nicolás Maduro.
Desde el arribo al poder del fenecido presidente Hugo Chávez, la oposición venezolana ha enfrentado un entorno político hostil, en medio de un país dividido entre fervientes partidarios del chavismo y el Partido Socialista Unidos de Venezuela, artículo en el Polo Patriótico, y detractores de la oposición que de manera infructuosa han intentado capitalizar la difícil situación social y económico, consecuencia de un criminal embargo económico, financiero y mediático, capitaneado por Estados Unidos y la Unión Europea.
De ahí que mientras algunos países y organizaciones regionales abogan por sanciones y medidas coercitivas, naciones, gobiernos y entidades más sensatas han prefieren el diálogo y la mediación diplomática, creando un escenario complejo y a menudo contradictorio para la oposición venezolana, que aún no termina entender que el camino de dialogo y la concertación entre venezolanos en lo que debe imponerse para encaminar a esa nación por el progresa, el desarrollo y la paz.
A medida que la crisis económica en Venezuela se va medianamente superando, la oposición enfrenta un dilema existencial. ¿Puede mantenerse como una fuerza relevante y efectiva en la política venezolana, o está condenada a desaparecer en la insignificancia política? Aun en medio de la situación nacional y mundial, las perspectivas promisorias van ganando terreno, en tanto la oposición se bate con un liderazgo desgastado y una base de apoyo dividida, dispersa y debilitada.
La «crónica de una muerte anunciada» para la oposición venezolana no es solo un título sugerente, sino una realidad palpable. Enfrentando desafíos internos y externos significativos, la cohesión y el liderazgo efectivo son más necesarios que nunca para desafiar la oposición pueda desafiar el liderazgo chavista, liderado por el presidente Nicolás Maduro, en tanto la torda roja la conducido el incansable capitán Diosdado Cabello Rondón.
(Rafael Méndez es periodista y exdiputado residente en República Dominicana).