Uno se despierta como todos los días, se dirige al espejo…y !no se reconoce!…
¿Dónde estoy?. Alcanza a preguntarse, pero la voz que le responde tampoco es la suya y no puede confiar de un extraño que usurpa, además, su cuerpo.
Bien sé que no es un sueño porque se los estoy contando. Hace ya 24 horas que sigo sentado en el contén frente a mi casa. Estoy esperándome, es decir, al cuerpo que reconozco y que de seguro andará por ahí extraviado o confundido como yo.
Lo raro de todo esto es que tampoco los que despertaron conmigo, ó sea, en mi casa, son los que son o tienen que ser. Mi hermana, mi madre, mi tía y hasta el perro que ahora es perra.
Ninguno notó nada, me miraron como si siempre hubiera tenido yo esta cara. Y hasta me llamaron… ¡con otro nombre! Disque Javier, cuando yo sé que mi nombre es «Mínimo» ¿qué estará pasando? será que transmute en…Javier!.
Me cansé de esperar por mí, voy a entrar a esta casa, que tampoco es la mía, pero de donde salí y les diré a todos que no soy Javier y que si muy Mínimo.
¡Saludos!. Todos me miran con caras de asombrados. ¡caray! Me responde la impostora de mi hermana, al fin Javier saluda? ¿estará enfermo?. Pregunta tocándome la frente.
Pues a mí me parece algo pálido, dice la que hace el papel de mi madre. ¿quiénes son ustedes?. Alcanzo a preguntar algo tembloroso. Mi tía, que no es mi tía, salió apresurada desde un corredor oscuro gritando, «somos, las loqueras, ó sea, las que cuidamos a los locos !como tú! ¿pero quién carajos te crees tu para cuestionarnos de esa manera?.
Yo, pues, me quedo arrascando la cabeza como si con eso lograra despertarme de lo que ya me estaba sospechando era un sueño engañoso, en donde yo me creía despierto, pero en verdad no lo estaba y me introducía en un sueño que se soñaba.
¡Contesta!!. Me grito la tía simuladora sacándome del sueño. Tienes todo el día, desde que te levantaste, sentado en la calle, mirando con cara de loco a todo el que pasa y ahora, a las tantas de las tantas, vienes muy fresquecito a preguntarnos con vocecita de yo no fui ¿quiénes somos?.
No me dejó ni abrir la boca, ¡esa! Esa que tú ves ahí, es tu madre y la otra es tu hermana y yo soy tu tía, hermana de tu desparecido padre y por si no lo sabes, la perra se llama María. ¿!qué más quieres saber!?. Me preguntó a los gritos.
Sus nombres, ¿quiero saber sus nombres?. Alcancé a decir, ¡Ah no! Exclamó dándome la espalda, a este sí que se le zafó un tornillo. Dio media vuelta y se desapareció por el mismo pasillo por el que había salido.
Mi supuesta madre y supuesta hermana, corearon a sola voz, ¿uno? ¡Hum! Y desaparecieron dejándome solo en aquella sala desconocida. La perra, quien parecía la única que «intuía» que yo no era yo, es decir, «ese», recelosa se me acercó husmeándome los pies para luego alejarse en el olvido.
Me tiré al sofá que sin remedio me invitaba a meditar y desde allí, alcancé a escuchar una voz que de la calle me llamaba ¡Mínimo! ¡Mínimo!. Salí presuroso al encuentro. ¡por fin! alguien me reconocía.
Un joven me esperaba, hola, le dije, hola, me dijo. ¿Me buscabas?. Le pregunté. No señor, ando buscando a Mínimo, pero, Mínimo soy yo, le contesté. Se quedó mirando extraño y solo murmuró bajito, está bien, yo vengo ahorita y salió apresurado. Dejándome más confundido que antes.
Es decir, si él vino a esta casa y llamó a Mínimo, ó sea, a mí, entonces quiere decir que Mínimo, ó sea, yo, vive aquí y que yo, Javier, no estoy tan loco como dice la «impostora» de mi «tía»…
Entré a buscar a Mínimo por toda la casa, abrí todas las puertas de las habitaciones, busqué debajo de las camas, de los closets, cajones, gavetas, en fin, por todas partes y al final, en la última puerta que daba al patio, mi tía, mi madre, mi hermana y mi perro armaron un alboroto al verme.
¡Mínimo!! ¡Muchacho! Tenemos todo el día buscándote. ¿dónde andabas? Yo solo atiné a decir, con una voz reconocida, estaba visitando a Javier…solo por las dudas. ¡Salud!- Javier Caminero…
massmaximo@hotmail.com
(El autor es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach).
Comentarios sobre post