Por Danilo Cruz Pichardo
Luis Abinader fue electo presidente con el 53 %. La experiencia universal indica que los primeros meses son de “luna de miel” con la población, la popularidad se dispara hasta a un 80 %. Ese no ha sido el caso presente, pues en lugar de subir su aprobación ha bajado, tanto así que han tratado de pescar en río revuelto, al realizar una insensata protesta a una gestión que no llega a dos meses.
Luis ha tomado medidas positivas, como la designación de un Ministerio Público independiente, un director de Compras y Contrataciones Públicas representante de Transparencia Internacional, eliminó instituciones innecesarias y caracterizadas por la corrupción, como la OISOE y el CEA. El presidente, además, desarticuló el Despacho de la Primera Dama, es el primero que hace cumplir la Ley 111-14, sobre Declaración Jurada de Bienes de los Funcionarios Públicos. Suspendió a más de una docena de servidores por no cumplir la ley.
Empero, uno de los errores del presidente Abinader, ha consistido en no ofrecer un informe global sobre la situación del país, que ha quebrado el turismo producto de la pandemia, que el PLD dejó las arcas vacías y con una deuda externa que representa más del 54 % del PIB.
Antes de colocar bonos soberanos por cerca de cuatro mil millones de dólares, tomar otros préstamos y elaborar un presupuesto con impuestos había que concienciar a la población.
Mientras Luis Abinader desmiente rumores de privatización de empresas estatales, Macarrulla reitera los planes de la Alianza Público-Privada, una posible réplica del Proyecto de “capitalización” implementado en el primer gobierno del PLD, donde hoy día ni están las empresas estatales ni el dinero.
Otro aspecto que daña la imagen gubernamental es la cantidad de decretos a personas de apellidos sonoros y a miembros de una misma familia. El último favorece a la esposa de Orlando Jorge Mera, que por demás no necesita ese sueldo, pues su esposo es un poderoso ministro.
Esas designaciones caen mal, al igual que designar en altos cargos a dos diputados electos y pretender que esas curules sean ocupadas por hijos, como si se tratara de una francachela de varias familias con los cargos estatales.
Simultáneamente se ha dejado a la militancia del PRM a su suerte, una repetición del error cometido por Bosch en 1963, lo que benefició a los conspiradores.
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