Sin dudas no somos las mismas personas que éramos antes de soportar los embates de la pandemia Covid-19. Hemos tenido que reinventarnos; convertirnos en un nuevo humano. Sin embargo, parece que todo lo que hemos perdidos en estos dos años: vidas valiosas, familia, empleos…, han motivado desamparo en algunos y aumento de actitudes violentas en otros.
Las secuelas de la pandemia, sin dudas, han trastocado nuestra salud mental. A algunos nos ha acercado más a la fe cristiana, nos ha hecho más solidarios, y en otros ha despertado leviatanes que subyacían en su interior.
Basta con ver los noticiarios de tv, para identificar la creciente y creativa forma de violencia, asumida por quienes creen tener halos de poder hacia sus semejantes; ejercida casi siempre por quienes están para proteger, justamente, hacia algún representante de grupos vulnerables.
Como dice La Biblia:» Se levantarán hijos contra padres», y viceversa, demasiados viceversas. Se nos arruga el corazón cuando vemos reseñas en los medios de comunicación, de vulneración de derechos hacia la población menor de edad, mujeres, envejecientes y personas con discapacidad, casi siempre por sus propias familias. ¡Nada justifica estos actos!.
Nos da pavor ver imágenes de supuestos actos de padres hacia sus hijas, sexualizándolas o hipersexualizándolas; de familiares y allegados, robándoles su niñez; violando su derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad. Impidiéndoles crecer fuerte emocional, psicológica, y físicamente.
Los trastornos van en ascenso, se evidencian en los frecuentes actos, cada vez más atroces; crueles, infamantes, realizados por quienes deben velar por bienestar. ¡Qué pena!, el cambio surgido en el ser humano; que aún vive en pandemia, no parece hacer aportes al bien colectivo, por el contrario, mientras tenemos acceso a vacunas, y mueren menos personas por causa del virus, pero muchas perecen ante la violencia.
La gran calamidad, que ha dejado pobreza a su paso, también, ha propiciado mayores niveles de depresión y ansiedad. Actualmente, desconocemos la existencia de programas ante esta crisis de salud, que aporten bienestar colectivo en términos también, de salud mental. ¡Estamos desamparados!.
Las necesidades no satisfechas, el dolor, nos está haciendo el camino pesado. Pero, nos llena de expectación, como diría la escritora Úrsula K. Le Guin, que «Ninguna oscuridad dura para siempre, porque incluso allí, hay estrellas».
Si hoy estás atravesando por esta fase, exprésate, cuídate, asume junto a esta dificultad, hábitos que te apasionen o gusten; pero ante todo esforcémonos por identificar la parte positiva de todo.
No olvides, que siempre hay solución para cada dificultad. Por eso, acciona tu inteligencia emocional, apártate de todo lo que pueda brindarte problemáticas; ama el presente; descansa, llena tu vida de actividades agradables; concéntrate en las personas y las labores que aporten a tu transitar.
¿Recuerdas la afirmación del escritor William Shakespeare?: «Nuestros cuerpos son nuestros jardines y nuestras decisiones, nuestros jardineros», de nosotros depende que florezcan en todas las estaciones del año, no solo en primavera.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
(La autora es educadora, periodista, abogada y locutora, residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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