Una de las democracias más consolidadas del mundo atraviesa una dura prueba. La incertidumbre en torno al resultado de las elecciones del martes pasado, sin duda, que no era merecida por el pueblo estadounidense. Hasta ahora los procesos electorales pasaban sin pena ni gloria para muchos naturales de ese país.
Hasta que se rompió ese orden, esa rutina. Disturbios y protestas en la mayoría del territorio de Estados Unidos y la tardanza en ofrecer un resultado definitivo han sembrado de desazón la poderosa nación de Norteamérica. Por primera vez, a tres días de las elecciones no se tiene seguridad del ganador.
Solo hay un culpable de los amargos momentos que se viven en EUA. Se trata de Donald Trump, quien ha gobernado a su país en los últimos cuatro años guiado por la divisa de ser un carro chocón, o quizá camión chocón, porque ostenta la rudeza de una patana, conducida por un patán. Cumplió todas sus amenazas de campaña.
Ofendió e injurió a sus adversarios, agredió a todos grupos étnicos (negros, hispanos…), humilló a los inmigrantes (mexicanos, haitianos, dominicanos) y también ultrajó a todo el pueblo puertorriqueño, al tiempo que fuera zarandeado por una desgracia natural. Cuestionó a los científicos en sus juicios sobre la covid-19.
Los políticos, en todo el mundo, tratan de mostrarse graciosos, hasta el punto de aplicar técnicas de histrionismo teatral. La excepción es Donald Trump, quien se ha abierto camino en la política mostrando la peor cara y el peor comportamiento. Frente a él los “sangruses” dominicanos quedan chiquitos.
En los Estados Unidos de América es tradición que el presidente sea reelegido, pocas han sido las excepciones. Los resultados preliminares de las elecciones evidencian que los ciudadanos estadounidenses han sufragado contra su extravagante mandatario. La mayor destreza de Trump es vulnerar la dignidad de las personas.
Ahora gruñe ferozmente. Lo peor es que como todo gruñido, el suyo es una amenaza. Muchos temen que Trump quiera robarse las elecciones. O sea, ganar sin haber ganado. De ser así, se colocaría en el grupo de los burladores de la democracia, como Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, a quienes Trump suele censurar.
La diferencia es estrecha, pero la elección se inclina a favor de Joe Biden, candidato demócrata. Ya Trump ha hecho suficientes esfuerzos para ganarse el rechazo con el que lo ha castigado el pueblo de EUA. A ese señor le falta mesura y decencia para ser un jefe de Estado. La insolencia sirve a veces para vencer, pero no para convencer. La grosería ha sido derrotada.
(El autor es periodista y escritor residente en Santo Domingo, República Dominicana).
rafaelperaltar@gmail.com
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