El ministro de Salud Pública, Plutarco Arias, aseguró que la mayor cantidad de contagios por el coronavirus se realiza a través de los jóvenes, que llevan la enfermedad hasta sus hogares. Dijo que esta población trasmite el 65% de las infecciones.
Lo expresado por el funcionario es para alarmarse. Fue una declaración sincera, valiente y bien sopesada, que en el fondo busca crear conciencia en la sociedad dominicana sobre el peligro de muerte que se cierne sobre nosotros.
Lo cierto es que los jóvenes se creen inmunes a la letal enfermedad. Por eso andan de fanfarrones en las calles, violando las reglas protocolares. Incluso se dan abrazos, besos, apretones de manos, desacatando la recomendación del distanciamiento físico y el uso de mascarillas.
Los jóvenes visitan a los abuelos, tíos, amigos, tal vez sin saber que son portadores de la enfermedad pues no son dados a someterse a las pruebas de laboratorios, como hacen los adultos cuando presienten los síntomas del virus.
Tampoco leen los informes epidemiológicos servidos por las autoridades a través de los medios de comunicación y redes sociales.
Nunca se enteran de esas cosas. El hábito de la lectura no está en su agenda diaria (salvo algunas excepciones), ni lo estará jamás.
Son hominidos configurados para que desarrollen una vida de ignorantes. Junto a la generalidad de adultos, viven aferrados, sin cautela, a un teléfono celular o un play station. “Son una generación de idiotas digitales o de zombis”, para decirlo con las palabras del fallecido genio de la ciencia Albert Einstein.
Son tan vulnerables como las personas (como este servidor) que están acorraladas con patologías catastróficas de por vida (diabetes, cánceres, hipertensión, gastritis, crisis renal, y otras), esperando el tiempo del despegue hacia el mundo de los muertos.
Alrededor de 10,000 jóvenes de 21 años de edad se contaminaron con el virus en el pasado mes de septiembre, según cifras oficiales.
Para el 17 de diciembre, la cifra aumentó a 15,362 de acuerdo con datos del Ministerio de Salud Pública. Son estadísticas muy preocupantes, que muchas personas no le ven la importancia, tal vez por ignorancia o indiferencia.
Los reportes del Ministerio de Salud Pública dejan una inquietud en los que sí creemos en la existencia de esta peste. Más de mil personas se contagian a diario con el Covid-19 en la República Dominicana y muchos pacientes van muriendo de manera acelerada.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reiterado en varias ocasiones que los jóvenes “no son invencibles” ante el brote de Covid-19 y que deben tomar “las mismas precauciones que el resto de la población para protegerse y proteger a los demás”.
Esas advertencias parecen no ser escuchadas, ya que cada día las redes sociales se inundan de vídeos de jóvenes compartiendo en las calles dominicanas sin respetar el denominado distanciamiento social y a duras penas con una mascarilla colocada en su rostro sin que esta cubra la nariz.
Peor aún. Siguen celebrándose bodas en grupo, con invitados seleccionados incluso en horas del toque de queda. También, peleas de gallo, bebentinas masivas en los colmados y centros de diversión, así como fiestas clandestinas en los hogares.
Creo que no vale la pena cuidar a gentes adultas. Cada cabeza es un mundo, cada quien es dueño de su destino y, por lo tanto, debe elegir la forma de morir.
Denles riendas sueltas a los individuos indisciplinados que a la mala desafían las normas sanitarias; que continúen sin guardar el protocolo sanitario, sobre todo en la chercha de Navidad; que disfruten como les plazca.
Las próximas defunciones que pudieran darse a granel (ojalá no ocurra de esa forma) tal vez nos haga reflexionar (perdonen, si me excedo al expresarme así). A fin de cuenta, debe prevalecer la prudencia y la sensatez en toda conducta humana. Y es justo lo que no estoy viendo.
mvolquez@gmail.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana).
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