A Pleno Sol
La vivencia democracia es un tema añejo, que en pocas ocasiones se palpa. Llega a ser un recurso intangible, presente en los manuales sociales y de ciencias políticas, pero que rehúye hacerse presente en las calles.
Levantando la bandera de vivir en democracia se ha logrado establecer la libertad de creencias, de palabra y de conducta en países que vivieron en la barbarie.
La casi totalidad de los gobiernos surgidos en la época de las dictaduras militares, aducían que estaban dando un cambio hacia la democracia, para preservar el gobierno del pueblo y para el pueblo, que podría ser asaltado por sectores comunistas.
Los gobiernos militares de todo el mundo, actuando después de las guerras de Corea y Vietnam, enviaron a las tumbas a miles de personas, cercenaron todas las libertades públicas y privadas, y con desfachatez indicaron que eran regímenes democráticos.
Una gran mentira. En ningún país del mundo se puede imponer la democracia mediante la utilización de las bayonetas. La democracia es el consenso popular para determinar quien debe gobernar, es escuchar la opinión del pueblo, es poner oídos atentos al sentir popular.
Los viejos izquierdistas levantaron la consigna de la democracia popular, y en cierto punto lograron sus objetivos llevando comida, asistencia social, y educación a las masas irredentas. Pero en un gobierno que buscaba la prevalencia de una clase, la proletaria, no podía haber democracia plena.
Nunca se ha cumplido con uno de los postulados básicos de la democracia, todos son iguales ante la ley y los hombres, las desigualdades económicos no pueden ser en base a ahondar las brechas de hambre y miseria. Las libertades inherentes al ser humano no pueden ser destrozadas.
Sin seguridad social, sin comida, sin educación, la democracia es un manjar que se entrega al mejor postor, a cambio de tranquilidad y un tazón conteniendo alimentos calientes. La democracia tiene que ser enhestada con hechos, y nos con triquiñuelas.
Tan lejano como la revolución francesa, la democracia se quedó en una gran quimera, una esperanza marchita. La democracia fue uno de los ideales que impulsaron la Revolución Francesa, que buscaba acabar con el absolutismo monárquico y establecer un sistema de gobierno basado en la soberanía popular.
Con miras al próximo proceso electoral dominicano, habrá continuidad o cambios, pero es muy difícil que el concepto pleno de la democracia se establezca de un portazo en el país. !Ay!, se me acabó la tinta.
manuel25f@yahoo.com
(El autor es periodista residente en Santo Domingo, República Dominicana)